El microcentro, el barrio de las oficinas y el turismo, agoniza día a día. Las historias en primera persona de quienes bajaron las persianas
- 4 minutos de lectura'
La pandemia ha abierto un vacío en el corazón de Buenos Aires. El microcentro, el barrio de las oficinas y el turismo, agoniza día a día. Las famosas Galerías Pacífico se han convertido en un espacio casi fantasmagórico. En la calle Florida no hay más que ausencias. En la avenida Alem y la calle Reconquista se ve una exposición de comercios cerrados y un refugio para miles de personas sin domicilio.
“Esto está muerto”, dice Raúl, cocinero del restaurante Budapest. En la calle Florida hay 39 locales con las persianas bajas y un letrero de “se alquila”. Apenas circula nadie por un espacio peatonal que hace un año era un continuo trajín de turistas, cambistas y oficinistas apurados. Los turistas desaparecieron con el cierre de fronteras, los cambistas pregonan dólares mientras miran aburridos el móvil y los oficinistas se fueron a su casa para teletrabajar o perdieron el empleo. El espacio entre la plaza de San Martín y la plaza de Mayo, que durante la jornada laboral solía ser la zona con mayor densidad de Buenos Aires, está vacío de día y poblado de sombras por la noche.
“Antes vivíamos en una casa ahí en la villa [en referencia a la Villa 31, el más céntrico de los poblados de chabolas, ahora vivimos aquí”, explica Román, un veinteañero tumbado en un colchón sobre la acera de Reconquista. A su lado duerme una joven. “No hacemos daño a nadie”, dice el hombre antes de cerrar los ojos y dar por terminada la conversación. Es mediodía. La hora punta antes de la pandemia, la hora en que los locales de restauración atendían a una multitud de clientes hambrientos.
“Calculo que la clientela habrá caído un 80 por ciento”, señala Angie, al frente de un local de la franquicia de panaderías Bakery. Angie recuerda que el café Martínez, dos puertas más allá en Alem, cerró en diciembre y que poco después bajaron la persiana en el comercio de la dietética. “Por un lado, no hay gente; por otro, hay más delincuencia”, añade. “Es una situación muy difícil”.
Las Nazarenas, un tradicional asador frente al hotel Sheraton que en 1997 fue declarado de interés turístico nacional, tiene las puertas y ventanas tapiadas desde enero. El Federal, un popular restaurante en San Martín, ha anunciado que cerrará en los próximos días. El Budapest sobrevive de momento, “no sabemos hasta cuándo”, gracias a la preparación de comidas que se sirven a domicilio. “Yo diría que si antes teníamos 100 clientes, ahora tenemos dos”, comenta Raúl, el cocinero. “Yo creo que no hay tanta delincuencia como dicen, lo que ocurre es que de noche esto da miedo porque hay mucha gente viviendo en la calle”, opina.
Las famosas Galerías Pacífico, decoradas con frescos de destacados pintores argentinos (desde Berni hasta Spilimbergo) y trufadas de marcas de lujo, no dan miedo, pero casi. Hay vendedores ociosos, guardias de seguridad ociosos y tres o cuatro paseantes igualmente ociosos, poca gente para tanto espacio. “Vivíamos sobre todo del turismo y ya no hay turismo”, comenta Christian, encargado del comercio Scandinavian, una cadena de productos para la vida al aire libre. “Aquí al lado teníamos el local de North Face, que ya no está; ahí enfrente, en ese local tapiado, había una juguetería. La gente va cerrando. El barrio está vacío salvo por las manifestaciones, ¿quién va a querer venir aquí a hacer sus compras?”.
La desolación del Microcentro plantea un interrogante para ese futuro indeterminado en que ya no exista pandemia. La Cámara de Empresas de Servicios Inmobiliarios considera que las oficinas (una de cada cinco en alquiler, las otras semivacías por el teletrabajo) nunca volverán a ser el motor del barrio y propone su reconversión en viviendas. Hay edificios difícilmente recuperables, por falta de ventanas, pero otros podrían ser transformados sin gran dificultad. La cuestión, sin embargo, requiere políticas públicas, porque la zona, de forma poco perceptible, había entrado ya en decadencia antes de la pandemia.
Ya antes del coronavirus y la consiguiente crisis económica, muchas empresas habían empezado a trasladarse hacia el norte de Buenos Aires. Ahora, sin otra congestión que las manifestaciones de protesta y casi sin vida comercial, el Microcentro agoniza.