Me doy corte diciendo que he domesticado a las avecillas que vuelan sobre mi patio, lo cual ha sido fácil. Basta con tirar miguitas de pan y dejar un momento abierta la manguera para que los go-rriones, benteveos, horneros, palomas torcazas y chingolos bajen a comer y a beber, y dejen todo limpio. Además re-cibo una visita de lujo: un colibrí de bri-llante plumaje tornasol llega confiado a meter su largo pico en medio de las grandes y abiertas flores simples de hi-biscus o rosas de la China. Esta avecilla es ella sola, un bello y fugaz espectáculo. En un pequeño libro titulado Aves de Pehuén-Co (región cercana de Bahía Blanca) se menciona y describe a este picaflor verde, pero es en una publica-ción de la Sociedad Argentina de Hor-ticultura, de noviembre de 1999, donde el ingeniero agrónomo Norberto Mon-taldo, profesor de botánica de esa fa-cultad y aficionado ornitólogo, escribe una extensa y completa nota titulada Los picaflores de Buenos Aires y sus plantas, y como ambas publicaciones no son, actualmente, de fácil acceso, me permito reproducir y comentar con-ceptos que expone el ingeniero Montal-do, que aporta además un imprescin-dible dato: los nombres de las plantas que se pueden cultivar para atraerlos. Hay en el mundo casi 50 familias de aves que visitan flores para alimen-tarse, que podrían nombrarse aun-que con formas distintas de flores. En general carecen de perfume, pues las aves no tiene aguzado olfato. En cam-bio poseen formas que las diferencian. Pueden ser flores tubulosas –con for-ma de tubo– como la trompeta o Camp-sis radicans, corales, salvias, fuchsias o aljabas. Flores con aspecto de cepillos como callistemos o limpiatubos, cai-llandrias, eucaliptos. También acuden a las achiras, los suspiros y ceibos, cu-yas flores tienen néctar abundante y vívidos colores, y a aquellas que ofrez-can sostén para apoyarse mientras liban. Los picaflores tienen gran ma-niobrabilidad, pueden libar suspen-didos en el aire y retroceder en vuelo. Si se desea reforzar su alimen-tación, en comercios pueden ha-llarse alimentadores artificiales que, provistos de una solución azucarada, y convenientemente ubicados, les facilitan la libación. Lograr atraer colibríes a nuestro jar-dín es una de esas tareas cuyo resulta-do llena de placer.