¿Es posible en el actual escenario económico imaginar el futuro del mercado inmobiliario con mirada optimista? Los indicadores que cubren la casi totalidad de la actividad económica local son muy negativos en un contexto internacional, que en relación a nuestro país en todo caso es incierto. Fuerte reducción en la cantidad de escrituras de inmuebles, decrecimiento del índice de confianza del consumidor de la UTDT, retracción en la venta y patentamientos de automotores, paralización de la compra y venta de casas y departamentos, postergación del comienzo de nuevas obras privadas, todos indicadores incentivados por la incertidumbre que afecta al libre acceso al mercado de divisas.
Los índices de actividad y de expectativas del CPAU que resultan de una encuesta mensual entre los arquitectos en nuestra ciudad son los más bajos de la serie desde que se han comenzado a elaborar, y siguen cayendo en el tramo de pesimismo acentuado. Tratando de ser realistas creemos que no todo es pesimismo. Los edificios residenciales en obra siguen su marcha, las inversiones en pesos que los sostienen fluyen y de alguna manera, esta circunstancia sostiene la actividad del sector. El mercado de la tierra y de las viviendas terminadas que históricamente se vendían en dólares está expectante: hay que encontrar nuevos mecanismos para operar en nuestra moneda local. El mercado está en un proceso de pesificación a ritmo forzado. De alguna manera el Gobierno ha tomado nota de estas circunstancias negativas que afectan a toda la cadena productiva de la industria de la construcción. El plan para el acceso a cien mil créditos hipotecarios subsidiados vía la Anses para edificar la primera vivienda individual promovido por el Gobierno se propone como un nuevo instrumento para reactivar esta industria, pero en ningún caso tendrá alguna incidencia positiva en el mercado residencial tradicional que se canaliza a través del mercado inmobiliario. Este encontrará sus propios mecanismos de una economía de mercado para reanudar la actividad. Hoy, pese a todo, la inversión en ladrillos (unidades de todo tipo y modalidades), en un contexto de pesificación o desdolarización del mercado, es y seguirá siendo la mejor reserva de valor para los ahorros de personas y empresas.