- 11 minutos de lectura'
Miami.- El 11 de septiembre de 2001, mientras se desplomaban las torres gemelas, Oscar Posedente compraba su pasaje en una agencia de viajes de Avellaneda para instalarse en Estados Unidos. La vendedora miró las imágenes en la televisión y le preguntó horrorizada: “Señor, ¿está seguro que quiere ir a Estados Unidos? Mire que todavía podemos anular su boleto”. Él no dudó: “Estoy ciento por ciento seguro”.
Por estos días, es incesante la llegada de argentinos que buscan vacunarse en Miami. Allí, se reencuentran con compatriotas que tomaron una decisión más drástica y hace ya algún tiempo: hacer las valijas y empezar una nueva vida en el exterior.
Desde principio de siglo, son muchos los que recorrieron el mismo camino. Un análisis del Pew Research Center de la Oficina de Censo de Estados Unidos muestra que del año 2000 al 2017 la población argentina en el país creció un 158%, de 108.000 a 278.000 personas. El estado que más compatriotas recibe es Florida.
“En los últimos tiempos veo más demanda de gente que quiere emigrar, pero creo que también es algo global”, dice Natalia Fridman, abogada fundadora del estudio Fridman Immigration Law, con sede en Miami. “Yo emigré hace 20 años. No existía FaceTime ni WhatsApp. La lejanía era más real. Hoy es diferente y, sumado a la situación económica del país, se busca naturalmente crecer afuera”, explica.
No existía FaceTime ni WhatsApp. La lejanía era más real.
Sea por ambición, frustración o aventura, cortar amarras con el pasado y navegar hacia nuevos rumbos siempre inquieta. Incluso si el destino es Miami, un mix donde todos son extranjeros y locales a la vez. ¿Cómo viven el destierro sus protagonistas?
“No vengan”
Si bien la inseguridad es uno de los detonantes, tal vez el denominador más común entre los emigrantes se traduce en hastío. “En la Argentina estábamos bien. Yo trabajaba en una escribanía y mi marido tenía una distribuidora de insumos médicos. Vinieron los patacones y los Lecor en Cordoba. Trabajábamos un montón y nos empezaron a llenar de bonos. Mi marido vino a probar suerte y al mes llegué yo. Arrancamos de cero totalmente y al poco tiempo nos empezó a ir bien. Sin embargo, cuando la gente me consultaba para venirse, yo les aconsejaba que no. Esto es sacrificado, es un riesgo dejar todo atrás. Tenés que venir muy bien económicamente y con papeles. Durante muchos años he dicho que no vengan. Ahora ya no digo lo mismo. Estoy orgullosa de ser argentina, pero ya no sé qué futuro tiene nuestro país”, afirma Carolina Maldonado, que salió de Córdoba a mediados de los 90 y hoy vive en Doral.
Esto es sacrificado, es un riesgo dejar todo atrás.
“Yo tenía dudas de si era un fracasado -confiesa Posedente-. Me iba mal en la Argentina, hacía de todo y me estafaban, me sentía un tarado. Tuve una distribuidora de zapatillas y me venían todos cheques sin fondos. Puse una radio y el permiso se lo dieron a otro. Me robaron ocho veces, dos a punta de pistola. Estuve secuestrado durante una hora en un auto con revólver. Al final caminaba por la calle, se levantaba un mendigo a pedirme plata y yo saltaba a la defensiva. No extraño absolutamente nada, pero mi mujer, sí”.
Los primeros tiempos suelen ser duros. Tiempos que se viven distinto incluso dentro de una pareja. Es el caso de Ana Stollavagli. No estaba en sus planes emigrar, pero fue una decisión que tomó para preservar la unidad familiar hace casi seis años. “Fue caótica mi salida de la Argentina. Tuve que lidiar con la mudanza, el peso emocional de desprenderme de amigos, de mi trabajo y mi casa”, cuenta. Su marido llevaba 9 meses trabajando en Miami sin intención de regresar. “Superadas situaciones difíciles en los primeros meses, puedo decir que este es mi lugar en el mundo. Ya no está en mis planes volver. No aconsejo a nadie venir, solo cuento mi experiencia. Emigrar no es para cualquiera”, reflexiona.
Tuve que lidiar con la mudanza, el peso emocional de desprenderme de amigos, de mi trabajo y mi casa.
Lorena Piano llegó con su pareja con pasaje de vuelta, pero nunca tomó ese vuelo. Pasaron 20 años, pero los recuerdos siguen intactos. “Lloraba todos los domingos por la mesa familiar, porque me acordaba de mi mamá, de mis sobrinos...es una cuestión personal, no hay una receta. Cuando uno elige algo siempre deja de elegir otra cosa, te perdés de todo lo otro. Es cuestión de poner en la balanza. Si mañana nos sale una posibilidad en Australia, quizá nos vamos. No somos tajantes en las decisiones, las tomamos cada día”, sostiene esta emprendedora argentina que creó su propia tienda de ropa online My Trapos, además de ejercer como maestra.
Lloraba todos los domingos por la mesa familiar.
La curiosa fantasía de muchos es volver a la Argentina sin que la economía o la política los perturbe. “Eso quiere mi marido. Pero, ¿cómo hacés para que no te afecte lo que pasa? ¿Te quedás en el campo haciendo yoga? Me enveneno igual. No puedo pagar un impuesto y pensar que se lo roban. Allá tenés muchos afectos pero las condiciones no están dadas en lo político ni en lo económico. Acá estamos tranquilos, no nos preocupa la inseguridad y hay estabilidad. Emigrar te abre la cabeza, te volvés más flexible, respetuosa de las ideas del otro”, expresa Piano.
Papeles en regla
Según Fridman, la visa a la que más aplican las familias que deciden radicarse en Estados Unidos es la E2 de inversor, con un mínimo de entre US$160.000 a US$200.000. “Si bien implica tener un capital, no requiere un sponsor ni oferta laboral de compañía americana sino tomar el riesgo de invertir en un negocio, mientras que otorga permiso de trabajo para el cónyuge”, relata.
Según datos de la oficina de asuntos consulares del departamento de Estado norteamericano, durante 2020, teniendo en cuenta que el consulado estuvo cerrado gran parte del año excepto para urgencias, se otorgaron 328 visas E en la Argentina, la mitad que el año anterior. Aun así, se mantuvo como el número más alto comparado con el resto de América del Sur. El doble que Colombia, en segundo puesto, y el triple que Brasil.
Posedente, que edita el Semanario Argentino en Miami, confirma que en los últimos seis a ocho años empezó a llegar una inmigración con medianas inversiones como eje del proyecto. “En oleadas anteriores, en los 80 y 2001, vino una clase más trabajadora. La que llegó últimamente le dio más consistencia. Se ven nuevos restaurantes argentinos que incluso allá son marca. Creo que estamos más metidos en la sociedad”, analiza.
En oleadas anteriores, en los 80 y 2001, vino una clase más trabajadora.
Fridman menciona como segundo grupo de clientes en importancia a aquellos argentinos que procesan las visas de habilidades extraordinarias (deportistas, presentadores de televisión, periodistas y educadores). Y, por último, se están tramitando visas llamadas de “interés nacional”, con profesiones que son útiles para el país y pueden calificar para mudarse. “El 85% de mis clientes quiere vivir en Florida”, comenta. Los barrios elegidos actualmente son Aventura, Weston y Key Biscayne.
Leandro Fernández Suárez, cónsul general argentino en Miami, afirma que en la calle se palpita un crecimiento de argentinos que residen en la ciudad o tienen planes de hacerlo. Pero en los últimos meses, curiosamente, se incrementó notablemente el pedido de ciudadanías argentinas. “Hoy se cotiza mucho la documentación argentina, porque los hijos nacidos en Estados Unidos son extranjeros y no pueden ingresar al país por las restricciones”, cuenta. En 2019, hubo 107 nuevas ciudadanías, mientras que en 2021 se hicieron 60 hasta marzo, y están agendadas entre 25 y 30 por mes hacia adelante.
En tiempos de pandemia
Emigrar en el último año no fue sencillo. La embajada de Estados Unidos en la Argentina cerró en marzo para este tipo de trámites. “Durante el confinamiento hubo un boom de consultas. La gente ha comprado negocios a pesar de la pandemia, algunos los manejan a la distancia. Quienes tienen residencia uruguaya lograron hacer sus trámites en el consulado americano en Uruguay, al igual que en Chile. Algunos argentinos viajaron con su visa vigente y cambiaron su estatus en Estados Unidos y otros están ansiosos a la espera de la apertura de la embajada”, detalla Fridman.
La gente ha comprado negocios a pesar de la pandemia, algunos los manejan a la distancia.
Simón Benegas es un músico argentino que en octubre de 2020 hizo las valijas y llegó a Miami. Una vez en suelo americano, realizó el cambio de estatus y obtuvo la visa de talento extraordinario. Hoy disfruta del cambio de vida junto a su mujer, que es actriz. “Como artistas era imposible trabajar el año pasado en la Argentina. Teníamos ganas de irnos a algún lado y eso aceleró la búsqueda. Yo estudié música en Berkley y mis canciones son en inglés. Acá estoy pudiendo componer, grabar y tocar. Tengo una productora de conciertos, Nómade, que en la Argentina estuvo pausada un año entero”, relata.
Estar lejos de los afectos es lo más complicado, pero están más que conformes con la decisión: “Encontramos un lugar donde las posibilidades de crecer son infinitas. Es muy difícil volver al estado de ánimo que teníamos en Buenos Aires en lo laboral, sería retroceder. Se extraña a la familia pero acá tenemos muchos amigos. Este país te demanda que trabajes y te esfuerces”, aduce.
Es muy difícil volver al estado de ánimo que teníamos en Buenos Aires en lo laboral, sería retroceder.
Pero no siempre hay que invertir, abrir una empresa o tener un talento extraordinario. La suerte también puede forjar un destino. Marcela R. ganó la lotería de visas. Se trata de un sistema oficial llamado Programa de Inmigración Diversa, donde una selección aleatoria pone a disposición hasta 50.000 visas de diversidad (DV) cada año. Hoy, cualquier ciudadano puede llenar su formulario online y esperar al año siguiente al sorteo.
“Nosotros nos vimos reflejados en una calidad de vida y manera de vivir que nos cuadraba. Nos gusta la limpieza, el orden y la seguridad”, cuenta Marcela, que llegó a Estados Unidos en los 90 junto con su marido, Daniel. Durante algunos años trabajaron en relación de dependencia pintando departamentos y luego formaron su propia compañía. Pero la nostalgia, la idea de formar una familia y la sensación de que la Argentina iba a repuntar, los llevó a regresar durante el gobierno de Néstor Kirchner. “Yo intenté volver, porque el corazón tira… la abuelita, los primos para los nenes. Pero nos quedamos siete años hasta que Cristina [Kirchner] puso el cepo. Se nos encendió la alarma y volvimos a emigrar. Veía la diferencia social, el resentimiento. No quiero eso para mis hijos”, plantea.
Yo intenté volver, porque el corazón tira.
“Welcome to Miami”
El emigrante podría pensar ingenuamente que “Welcome to Miami” es un saludo de bienvenida. Pero en la jerga local es como un “bienvenido a la jungla”, a las reglas diferentes, al spanglish, a los huracanes, a los cocodrilos y al estacionamiento pago en casi todas las calles. Es también una ciudad pujante y en continuo progreso, que en la práctica abarca todo el sur de Florida, donde crece la oferta cultural y desembarcan al año cientos de startups de Sudamérica para después eventualmente mudarse a Silicon Valley, Nueva York o Boston. Es la elegida de muchos para el sueño americano.
Miami es bien distinta de aquella que uno frecuenta de vacaciones: el residente elige comprar online antes que pisar un shopping y la playa no suele ser un destino frecuente. La ciudad tiene su propio lenguaje: “Te llamo para atrás”, que es te devuelvo el llamado, o ´parkear´ el auto no requieren traducción entre locales.
El perfil cosmopolita también tiene pinceladas argentinas. Hay restaurantes y mercados para comprar productos típicos, carnicerías y hasta servicios de parrillada a domicilio. Clubes como River tienen su filial, donde se reúnen los hinchas a mirar los partidos los fines de semana.
Quienes llevan décadas aquí, aún recuerdan la Miami de antaño. “A mí me traían la yerba de la Argentina. Hoy el desarraigo no se vive como antes, te encontrás un argentino en cada esquina”, dice Maldonado. No faltan productos argentinos, hay de todo, pero con otro precio, claro. Un dulce de leche cuesta 4 dólares, un paquete de yerba o caja de 50 saquitos de mate cocido puede salir 6 dólares y por una empanada te piden 2 dólares.
El costo de vida
“Un matrimonio con dos chicos paga unos 1800 dólares para alquilar algo digno. Si necesita dos autos, le costará 250 dólares cada uno por mes en un lease. Podés tener 800 o 1000 dólares de supermercado al mes. Lo bueno es que acá tenés formas de obtener crédito, comprarte la línea de teléfono accesible, etcétera”, afirma Stollavagli.
La educación es pública y gratuita, al igual que los libros escolares. ¿Y los sueldos? El mínimo por persona oscila entre los US$2000 y los US$2500. “La clave es ir armando tu historial de crédito. A medida que consumís vas dando avances y cuando podés te metés en un lease para un auto. También podés tener el servicio de salud de Obamacare en función de lo que tributás de impuestos”, agrega.
El 70% de la población es hispana, lo que es bueno para la adaptación en el corto plazo. En el largo, los emigrantes dicen que echar raíces es mucho más complejo que el lenguaje. Es el tiempo que lleva mezclar los puñados de la propia tierra con el nuevo suelo.
Más leídas de Propiedades
Comprar y vivir en Buenos Aires. Este es el nuevo emprendimiento que se destaca en el barrio más trendy de la Ciudad
En el búnker de los millonarios. Así es la mansión donde Gisele Bündchen quiere dar a luz a su tercer hijo
Gana US$11.000 al mes. Tiene 32 años y convirtió una casa abandonada en un lujoso Airbnb