Con la promesa de capitalización y resguardo de valor, los proyectos de real estate productivo crecen en el interior del país; los olivares y los viñedos están entre las opciones más buscadas
Olivares al pie de la cordillera de los Andes, en el Valle de Tinogasta, en Catamarca. Viñedos junto al volcán Tupungato, en el Valle de Uco, o en San Rafael, en el corazón de la región vitivinícola mendocina. Para los amantes de la tranquilidad, el aire puro y la naturaleza, lejos del caos y el ruido de la gran ciudad, invertir puede conjugarse con placer. En los últimos años, el concepto de real estate productivo se consolida como una inversión que permite obtener rendimientos similares y hasta superiores al de inversiones inmobiliarias tradicionales. La estructura de los proyectos permite a los dueños acceder a la renta del cultivo y, dependiendo del caso, de una porción de tierra y su futura capitalización. Con montos accesibles y buena financiación, este tipo de emprendimientos no exigen tener conocimientos sobre los cultivos, ya que el grupo administrador que absorbe el negocio se encarga de la producción y finalización del producto y, en ciertos casos, de la comercialización.
Con la cordillera de los Andes como principal testigo, Altos de Tinogasta tiene cinco años de trayectoria en el negocio . El proyecto se sostiene en un campo de 400 hectáreas sobre la ruta 60, en Catamarca, y ya tiene cultivadas 52 hectáreas de viñedos y 200 de olivares, a las que sumarán 50 más este año. Además, tiene una fábrica de vinos propia con capacidad para 285.000 litros, una cava para 30.000 botellas y una planta de aceite que puede albergar 440.000 litros.
Al ingresar en el emprendimiento el inversor se sumerge en una cadena productiva. La comercialización de las parcelas del proyecto se dividió en tres etapas: la primera fue vendida; la segunda en un 82 por ciento; y en la tercera, recientemente lanzada, se comercializan parcelas de olivares de 2500 m2 – con capacidad para 1500 plantas– desde $ 200.000, con financiación hasta en 36 cuotas fijas. Quienes compran al contado, durante la etapa actual de consolidación, reciben una garantía de rentabilidad asegurada del 5 por ciento anual sobre el capital invertido durante los primeros tres años y los costos operativos incluidos hasta junio de 2022. A partir de allí se otorgará la rentabilidad de la comercialización de los productos, deduciendo los gastos de explotación.
“Un lote llega a ofrecer una rentabilidad neta de hasta el 12 por ciento; superior a las opciones inmobiliarias que ofrece el mercado”, asegura Diego Torrea, gerente comercial del fideicomiso, que agrega que lo invertido se capitalizará a razón del 5 por ciento anual hasta el quinto año: “ El tiempo necesario para que la planta crezca y mejora su rinde. Son plantas milenarias, lo que asegura un piso de utilidad”, agrega.
Las parcelas son explotadas en conjunto, y la rentabilidad anual se distribuye en forma proporcional entre todos los propietarios, sin importar el rinde de cada parcela. Hoy el fideicomiso cuenta con 200 socios. Torrea estima que la inversión se recupera a partir del noveno año y aconseja invertir desde dos parcelas.
Como toda inversión a cielo abierto el clima es un factor fundamental. “Las heladas, así como el granizo son los riesgos característicos. En Tinogasta, al estar pegados a la montaña, no sufrimos de granizo; pero sí el viento zonda que puede afectar a la producción”, concluye Torrea.
Las 840 hectáreas del proyecto Tupungato Winelands, ubicado en Gualtallary, en el Valle de Uco mendocino, se reinventan de la mano de BD Promotores. La firma de capitales españoles invertirá US$ 40 millones en un emprendimiento residencial y de lifestyle que contará con viñedos privados, canchas de polo y golf, un hotel & spa, entre otras propuestas. Dentro del masterplan se despliega el proyecto vitivinícola Can Pedra, una finca de 48 hectáreas que estará bajo el control y dirección del enólogo Matías Michelini. El emprendimiento está abierto a la inversión privada minoritaria y busca “democratizar el negocio del vino”. El fideicomiso está limitado a 1600 inversores, dueños de una alícuota denominada FidiVino, que se paga por única vez Cada parte se comercializa por US$ 27.000, monto al que hay que sumarle el impuesto al valor agregado ( IVA), y 3 por ciento de gastos administrativos y comerciales. Se abonan US$ 12.000 a la firma del contrato de adhesión al fideicomiso más tres cuotas anuales de US$ 5000. Así, el propietario de un FidiVino se convertirá en dueño de una cuota parte de la tierra, la bodega y todo lo que se desarrolla dentro de las 48 hectáreas del proyecto Can Pedra. Recibirá como tal una partida anual de botellas de distintas etiquetas y varietales, con un valor promedio estimado de US$ 50 cada una. Si el propietario desea extender esa partida, que aún no tiene definida una cantidad de unidades, tendrán descuentos de un 25 por ciento. Los primeros cuatro años, hasta tanto sea posible elaborar los vinos con uvas de los viñedos , los propietarios recibirán botellas de Tupungato Winelands, elaborado con vides de la finca. A su vez, los dueños de un FidiVino tendrán descuentos especiales en otras actividades y propuestas del masterplan.
“Es una buena opción para los amantes del vino, que quieren ser parte de un proyecto de esta envergadura, pero sin hacer una gran inversión, Existen otras formas de comprar participaciones pequeñas en emprendimientos productivos pero, generalmente, la elaboración del vino se debe pagar adicionalmente. En este caso, con el pago son propietarios de la tierra y todas sus plantaciones e instalaciones, y reciben el vino sin cargo extra de por vida”, explica el enólogo Michelini. Los viñedos se van a plantar en relieve y con el método de agricultura biodinámica. Es decir no utiliza ni máquinas, ni agroquímicos. Serán 30 hectáreas de varietales malbec, cabernet franc, pinot noir, albariño y semillón. La finca también tendrá cinco hectáreas de frutales.
Más alternativas
Si el objetivo del inversor es tener su propio viñedo, elaborar su vino y, además, obtener una ganancia de la comercialización, The Vines of Mendoza aparece como una alternativa. En 700 hectáreas en Tunuyán, en el Valle de Uco, de las cuales 364 ya están produciendo uva, el proyecto ofrece la posibilidad de convertirse en productor de un viñedo privado, que puede ser de entre una y cuatro hectáreas. Desde 2004, el emprendimiento ya capturó 184 inversores, la mayoría provenientes de los Estados Unidos y de Brasil, pero también de Argentina, Australia y varios puntos de Europa.
En The Vines se producen más de 300 vinos exclusivos por año, con 20 varietales diferentes, donde predomina el malbec. Si bien el proyecto permite a los propietarios involucrarse en todos los procesos de producción, bajo la dirección de expertos, la firma se encarga de la plantación y cosecha, de la elaboración del vino, del embotellado y etiquetado, del manejo de la logística –como la importación y la exportación–, y la colaboración de la venta del vino online a través de distribuidores locales.
Por US$ 250.000 cualquier interesado puede tener su producción personalizada en una hectárea. La inversión incluye el mantenimiento de los dos primeros años y se obtiene una rentabilidad anual de entre 8 y 10 por ciento en dólares, resaltan en el emprendimiento. De una hectárea se estima que se pueden conseguir entre 5000 y 10.000 botellas anuales de vino premium, que se pueden comercializar en el mercado a un valor que oscila entre US$ 30 y US$ 60. Además, los dueños de los viñedos más grandes tienen la posibilidad de construir una casa personalizada u hospedarse en cualquiera de las 22 villas de lujo de The Vines Resort & Spa.También en Mendoza, situado en San Rafael, Algodon Wine Estates cuenta con 830 hectáreas de las cuales 130 se encuentran plantadas con viñedos que datan a 1946. El emprendimiento, que cuenta con un lujoso desarrollo de residencias, canchas de golf y de tenis de primer nivel, permite al inversor obtener su propio vino sin tener que ocuparse de las tareas de producción y embotellado.
Los lotes, desde los 3000 metros cuadrados, se comercializan por $ 3,4 millones. Un monto que se puede pagar con un anticipo del 20 por ciento, y financiar el saldo hasta en diez años. En la tierra, el inversor puede plantar viñedos por un valor aproximado de US$ 15.000 por hectárea, incluyendo sistema de riego y guías. Maximiliano Ingerflom, brand ambassador & estate sales de la firma, sostiene que la clave del negocio está en la capitalización de las tierras: “La tierra vinícola ha mostrado incrementos en los últimos años de entre 15 y 25 por ciento anual. Las capitales vinícolas son finitas, mientras que el consumo del vino en el mundo aumenta, en mercados como China. A medida que esto continúe en alza también lo hará el valor de la tierra”, finaliza el ejecutivo.