No resulta novedoso que de acuerdo con el ranking “cities in motion” –elaborado por el IESE Business School y que mide el grado de sostenibilidad de las ciudades– Buenos Aires ocupe el puesto 83 de 180. Es la mejor ubicada de la región, pero está lejos de alcanzar los parámetros que elevan la calidad de vida de los habitantes en otras ciudades del mundo. No hay duda que es necesario migrar hacia modelos de ciudades inteligentes entendidas como aquellas que incorporan las tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s) en la gestión urbana. Para más, la llegada de Internet of Things (IoT) promete ser una revolución para las ciudades y cambiar para siempre su funcionamiento Sin embargo, el futuro urbano debe abordarse desde una concepción más integral, entendiendo que lo tecnológico es una parte pero no el núcleo de la revolución de las ciudades, el principal reto es humanizarlas. El laboratorio de investigación social del MIT Changing Places por caso, entiende que una ciudad inteligente es un espacio en donde predomina “un entorno emprendedor” entendido no en un sentido empresarial sino como una actitud de personas que desarrollan iniciativas conjuntas para el beneficio de su comunidad. Pero además, una ciudad más inteligente pone a las personas en el centro cuando implementa sistemas económicos que generen más igualdad, menos contaminación y que aumenten los presupuestos públicos destinados a la mejora de la vida urbana.
La recuperación del sentido humano también se da desde la planificación. La escala auto extendió las fronteras urbanas a donde se perdió la interacción comunitaria entre las personas, de manera que hay una creciente revalorización de volver a la escala humana a las ciudades, en relación a distancias, movilidad y diseño de espacios comunes.
*La autora es fundadora de la consultora Trendsity, especializada en tendencias