Con 283 metros de altura y 63 pisos, el 40 Wall Street se construyó con el objetivo de convertirse en el edificio más alto del mundo
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El emblemático edificio de 40 Wall Street, una joya en el portafolio de propiedades de Donald Trump en el distrito financiero de Nueva York, parece estar atrapado en una red de problemas financieros. La propiedad, de 63 pisos, enfrenta actualmente una situación crítica en la que las deudas amenazan con eclipsar su valor de mercado.
Según estimaciones, el valor del contrato de arrendamiento, con un plazo de 35 años restantes, ronda los US$116 millones. Sin embargo, esa cifra queda por debajo de la deuda pendiente de Trump en esta propiedad, que asciende a unos US$118 millones.
Esto coloca al edificio en una situación financiera complicada, pues sus ingresos actuales no logran cubrir los costos de la hipoteca. En solo unos años, los ingresos netos de operación de 40 Wall Street cayeron desde US$20,7 millones en 2018 a US$12,8 millones en 2023, con una ocupación que descendió del 94,3% al 73,9% en junio de este año, impulsada por el difícil contexto post-pandémico del mercado de bienes raíces comerciales.
Trump enfrenta también un aumento inminente en el arrendamiento del terreno en nueve años, debido a un acuerdo con el propietario alemán del suelo. Si los ingresos netos no logran recuperarse, este cambio podría consumir cualquier rentabilidad futura del edificio, dejando al recién electo presidente en una situación cada vez más frágil.
Además, la hipoteca del edificio vence en julio, un hecho que coincide con una serie de obligaciones legales y una disponibilidad de efectivo que resulta insuficiente para cubrir todos sus compromisos financieros. A esto se suma la dificultad de encontrar un prestamista dispuesto a refinanciar la deuda bajo las condiciones actuales, lo que complica aún más la situación.
Diseño y características del edificio
El 40 Wall Street, también conocido como The Trump Building, es una de las piezas arquitectónicas más destacadas del skyline de Nueva York. Su diseño, concebido durante el auge del Art Deco, lo convierte en un ejemplo sublime de la funcionalidad y el lujo característico de los rascacielos de principios del siglo XX. A lo largo de las décadas, ha mantenido su relevancia tanto en términos estéticos como funcionales, adaptándose a las demandas modernas sin perder su carácter histórico.
Altura y estructura
Con 283 metros de altura y un total de 63 pisos, el 40 Wall Street fue diseñado con la ambición de ser el edificio más alto del mundo. Aunque este título fue arrebatado poco después por el Chrysler Building, su silueta sigue siendo un ícono en el horizonte de Manhattan.
- Su estructura fue construida utilizando una combinación de acero reforzado, ladrillo y materiales ornamentales, proporcionando la base sólida necesaria para un edificio de estas dimensiones.
- El diseño escalonado, característico del Art Deco, permite una transición visual elegante desde su base masiva hasta su cúspide, creando una sensación de altura y ligereza.
Fachada y materiales
La elección de materiales refleja el lujo y la robustez de su época:
- La base está revestida con piedra caliza, que otorga un aspecto monumental y duradero.
- Los pisos superiores están hechos de ladrillo marrón, una decisión que no solo añade calidez visual, sino también funcionalidad estructural al aligerar el peso en las alturas.
- Detalles ornamentales en bronce adornan la fachada, añadiendo un contraste metálico que brilla al sol y refuerza el carácter opulento del edificio.
Detalles ornamentales y cúspide
- Los detalles decorativos, como patrones geométricos y relieves en bronce, son un tributo al estilo Art Deco.
- La cúspide del edificio es un punto focal, con una torre delgada que remata la estructura, visible desde varios puntos de Manhattan.
Interiores: una mezcla de lujo y funcionalidad
- Lobbies: Las áreas de recepción son impresionantes, con pisos y paredes revestidos de mármol negro y detalles en dorado, que crean un ambiente de sofisticación. Grandes lámparas de araña complementan la iluminación natural de las ventanas de vidrio emplomado.
- Oficinas: Los pisos están organizados en espacios flexibles que se adaptan a las necesidades de empresas modernas. Sus ventanas amplias no solo permiten vistas panorámicas del distrito financiero, sino que también maximizan la luz natural, reduciendo la necesidad de iluminación artificial.
- Salones y áreas comunes: Estos espacios cuentan con muebles y acabados que reflejan un estilo clásico, combinando funcionalidad con un diseño atemporal.
Ascensores y circulación
El sistema de transporte vertical es esencial para la funcionalidad del edificio.
- Cuenta con 36 ascensores, de los cuales algunos están destinados exclusivamente para carga, asegurando un flujo eficiente tanto para los ocupantes como para el mantenimiento de las operaciones diarias.
- Los ascensores, actualizados con tecnología moderna, son silenciosos y rápidos, garantizando tiempos mínimos de espera en un edificio de esta magnitud.
Un legado marcado por su historia
La historia de 40 Wall Street, conocida inicialmente como el Manhattan Company Building, se remonta a 1929. Este edificio, que alguna vez se planeó como el rascacielos más alto del mundo, fue rápidamente superado por el Chrysler Building, que se levantó con una aguja oculta para reclamar el título. A pesar de sus aspiraciones, la torre abrió sus puertas poco después de la crisis bursátil de 1929, una coincidencia desafortunada que hizo que potenciales inquilinos retiraran sus reservas, dejando al edificio en apuros financieros desde sus primeros días.
La situación empeoró con el tiempo, y los propietarios originales se vieron forzados a vender el edificio en una subasta. La economía mejoró en la década de 1940, atrayendo inquilinos reconocidos como Westinghouse y la Marina, lo cual permitió que 40 Wall Street alcanzara su plena ocupación en 1944.
En 1955, la entidad fundadora, Manhattan Company, se fusionó con Chase Bank, y aunque las operaciones bancarias continuaron en el edificio, Chase finalmente vendió su participación en 1959. Poco después, el edificio cambió de manos nuevamente: en 1966, fue adquirido por una firma de corretaje, y en los años 80, el dictador filipino Ferdinand Marcos compró secretamente una participación en la propiedad, hasta que sus activos fueron congelados tras su derrocamiento, y 40 Wall Street fue subastado una vez más.
En 1995, Trump adquirió el arrendamiento a largo plazo del edificio y, en 2015, refinanció con un préstamo de US$160 millones, del cual aún adeuda US$118 millones. Desde entonces, el edificio ha enfrentado constantes desafíos financieros, incluyendo deudas y pérdida de inquilinos importantes.
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