Por Cristina L. de Bugatti
La fragante floración de los tilos (Tilia) impulsó a mucha gente a cortar y cosechar sus flores con gran entusiasmo. Sin embargo, la mayoría de los tilos cultivados en el país no produce flores medicinales.
La especie más cultivada en los alrededores de Buenos Aires y en La Plata -con calles arboladas con tilos- es la Tilia moltkei, un híbrido, forestal y ornamental, obtenido entre la Tilia americana y Tilia petiolaris. Se trata de un bello árbol de gran porte, que puede llegar a los 20 metros, de tronco oscuro, copa cónica y hoja caduca. Según mi discutible teoría, las lluvias y la intensa luminosidad ambiental de esta temporada han estimulado la formación de un follaje denso y vigoroso. Otros años, con grandes calores y sequías estivales, las hojas solían ser más pequeñas y con el borde seco. Las flores, abundantes, muy perfumadas, son amarillentas y se agrupan en inflorescencias sobre largas brácteas membranosas.
Su utilización como árbol urbano en las veredas también tiene inconvenientes, ya que emite numerosos retoños de raíz que se usan para su reproducción, porque esta especie de tilo es estéril y esos brotes son el único medio para propagarlo. El gran problema es que la fuerza de esos brotes levanta, rompe baldosas y destroza las veredas.
Pese a todo, su fama no es puro cuento. La Tilia europaea o vulgaris, y la Tilia platyphyllos o tilo de Holanda, tienen flores medicinales, que figuran en la mayoría de las farmacopeas, es decir, que su eficacia está probada. Los compuestos de las inflorescencias han demostrado sus condiciones de ansiolítico, sedante y con acción levemente diurética y antifúngica.
Pero las investigaciones no se detienen en las flores. Según el Tratado de fitomedicina, del doctor Jorge Alonso, también incluyen la albura, es decir, la parte del leño que está debajo de la corteza, considerada como reductor de la viscosidad sanguínea y también calmante de espasmos intestinales y hepáticos.
La recolección de la albura se realiza cuando se produce el ascenso de la savia y en árboles de 25 años, que son abatidos, cortados y descortezados para trasladarlos a centros donde se los pone a secar al aire libre. Finalmente se separa la albura, que es cortada en varillas y enviada a las herboristerías.
Hay que agradecerle, además, la fresca sombra que da en verano.