El arquitecto y diseñador italiano Gio Ponti visitó Venezuela, Brasil y México para crear una pieza que se convertiría en parte de la historia modernista de la región
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En la cima de una colina al sureste de Caracas se asienta una casa imponente, un ícono de la arquitectura moderna que mantiene su esplendor desde su construcción en 1957. Aunque fue nombrada como “Quinta El Cerrito”, hoy todos la conocen como Villa Planchart, una casa que forma parte nada más y nada menos que del legado arquitectónico italiano de Gio Ponti en Latinoamérica.
El reconocido arquitecto y diseñador viajó a Venezuela, Brasil y México durante mediados del siglo XX antes de diseñar por pedido la obra que se convertiría en una de las más importantes de la arquitectura moderna en Latinoamérica y, sin lugar a dudas, una de sus casas más hermosas. En sus viajes, Ponti se rodeó de paisajes, colores y materiales que inspiraron las ideas y la estética que llevaría luego la propiedad.
Todo comenzó cuando la acaudalada pareja venezolana, Anala y Armando Planchart, quienes habían obtenido su fortuna de la venta en Latinoamérica de autos de la compañía estadounidense General Motors, comisionaron a Ponti el diseño de su villa en Caracas. Habían conocido la obra del arquitecto a través de su revista Domus y decidieron viajar a Milán, Italia, para solicitarle la construcción de su residencia sobre las Colinas de San Román.
Particularmente, fue gracias a este encargo que Ponti descubrió las orquídeas, ya que la pareja deseaba una casa moderna en la que se pudiera albergar su colección de orquídeas y trofeos de caza. Los Planchart tenían una idea muy concreta de cómo querían habitar la casa: deseaban contemplar cada rincón de la residencia desde cualquier punto así como tener una vista integral del cerro.
Una casa como ninguna otra
La pareja confió totalmente en Ponti, tanto que le otorgaron la libertad absoluta que le daría la oportunidad de llevar su obra a un nuevo nivel. El arquitecto hizo varios bocetos que fue modificando a medida que visitaba la ciudad; y gracias a un artículo que publicó Ponti en Domus, se supo qué lo llevó a inspirarse en la construcción de Villa Planchart. “Este edificio es el resultado de mis experiencias arquitectónicas luego de mis viajes por Latinoamérica. Algunos de los trabajos más pequeños y muy buenos de Niemeyer iniciaron una cadena de reflexión, y por contraste los jardines de Pedregal de Luis Barragán en Ciudad de México jugaron un rol igual de importante en mi proceso”, escribió el arquitecto en 1955.
La construcción se dio entre 1953 y 1957 y, cuando finalizó, el resultado deslumbró por completo a los Planchart. Para empezar, la ubicación permite una vista de 360° de Caracas. La sala principal se hizo en dos niveles, cada uno con un diseño del piso y muebles diferenciados. Piso moldeado con grandes losas de mármol en varios colores traído de Italia, techo rayado en diagonal en amarillo y blanco, a veces con figuras y mosaicos que decoran las paredes y varios objetos.
“Autoiluminación” fue la palabra que usó Ponti para describir el elemento central de la casa: la luz natural. De día entra por gigantescos ventanales que ofrecen vistas a Caracas desde casi cualquier punto, que dejan entrar la luz tanto diurna como nocturna.
Como complemento, Ponti contrató a varios artistas para crear una serie de muebles, lámparas y textiles a fin de darle uniformidad. Los candelabros del comedor principal fueron realizados por la empresa Arredoluce en 1957. La instalación que colgaba del techo del salón fue obra del artista venezolano Jesús Rafael Soto, diseñada específicamente para la casa. Además, en sus ambientes, posee obras originales de diversos artistas venezolanos como Rafael Monasterios y Armando Reverón.
La Fundación Anala y Armando Planchart fue creada en 1970 y hoy en día la casa se puede visitar. Además de tener Villa Planchart como patrimonio, la institución también es dueña de las colecciones de arte y objetos (conservadas casi en su totalidad), y un jardín de 10.000 metros cuadrados con cerca de 6000 orquídeas, las mismas que Ponti descubrió por primera vez en Caracas.
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