El año pasado se registraron más de 6600 sismos en el país y existen normas que buscan prevenir el derrumbe de las construcciones
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Un terremoto magnitud 7,8° en la escala de Richter azotó hoy a Turquía y Siria y hasta el momento se contabilizaron más de 7100 muertos. Una de las armas más poderosas para combatir el peligro que provoca este tipo de desastres naturales es el control de la construcción.
En los videos de la catástrofe se puede ver cómo muchos edificios se desploman al piso como si se tratase de una torre de naipes, hecho que deja atrapados entre los escombros a quienes logran sobrevivir.
¿Qué sucedería en la Argentina ante un terremoto similar? “Las construcciones en la provincia de San Juan están preparadas convenientemente para resistir sismos de una envergadura tal como el que se desató en Turquía hoy sin que colapsen las estructuras”, opina Rolando Catanzaro, presidente y propietario de Construcciones SCOP S.A., empresa fundada hace 51 años que lleva construidos aproximadamente 700.000 m² en San Juan.
Es que la Argentina es un país que frecuentemente detecta actividad sísmica. El 27 de enero, por ejemplo, se detectó en Mendoza y San Juan un sismo de 4.7 en la escala de Richter y en 2022 otros 6636 temblores movieron el suelo argentino en distintas escalas, según lo comunicado por el Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES).
En consecuencia, estas condiciones demandan la regulación de estrictas reglas para construir en distintas zonas del país según el potencial peligro de sufrir un evento de esta naturaleza. El INPRES determinó que algunas zonas de San Juan y Mendoza conforman el área de mayor riesgo sísmico, seguido por el resto de estas provincias y zonas de Salta, Jujuy y Ushuaia.
Según el Reglamento para Construcciones Sismorresistentes, el objetivo de controlar estas edificaciones es “evitar pérdidas de vidas humanas, lo que se logra asegurando que la construcción no colapse, es decir, que no se derrumbe, aunque los daños que pudiera sufrir por los efectos de terremotos muy severos no permitan la posterior recuperación de la misma”, de acuerdo al INPRES.
A partir del paso de un terremoto hay tres escenarios que contemplan el futuro de la construcción. “El primero es que se deforme y demore el máximo tiempo posible en caerse para salvar la mayor cantidad de vidas humanas posibles”, comienza Mariano Mairan, ingeniero civil del Grupo Presidente, desarrolladora inmobiliaria de Mendoza. “El segundo caso sería que el edificio nunca se caiga y quede inhabilitado por lo que habría que demolerlo, lo que significa una pérdida económica muy grande”, señala. Sin embargo, aclara que “hay edificios que se pueden reparar poniendo estructuras adyacentes que mantienen la obra en pie y permiten que la obra siga funcionando, esta sería la tercera posibilidad”. El escenario ideal sería que el edificio sufra daños reparables y que siga en funcionamiento.
Cómo se construye un edificio antisísmico
En las zonas de mayor riesgo del país, es obligatorio construir edificaciones con propiedades antisísmicas. “Las tres patas para un buen diseño sismorresistente son el estudio de suelo, el cálculo estructural y un buen control del obra”, define Mairan.
Los controles
“Ante un terremoto, el suelo fuerte como el rocoso de las zonas montañosas se mueve menos que el blando como el que tiene mucha arcilla y con agua se hace barro, entonces para empezar el cálculo de construcción es necesario saber cuánto soporta ese suelo”, detalla.
Avanza en la explicación y señala que las obras antisísmicas precisan que un calculista especialista dimensione el edificio en función de los materiales, tamaños y sobrecargas que el edificio vaya a aguantar, “ya que no es lo mismo un edificio que tenga dos boliches que un edificio de oficinas donde se esperan menos personas y vibraciones”, ejemplifica el ingeniero de Grupo Presidente.
En San Juan es la Dirección de Planeamiento y Desarrollo Urbano la que se encarga de controlar la construcción, ya que es el organismo responsable de aprobar los proyectos y la documentación presentada por los arquitectos y desarrolladores. Con la aprobación y previo a la construcción “se programan inspecciones en obra en las que la oficina asistirá, por ejemplo, cuando se vierta hormigón en un piso para constatar que el armado de hierro y el gofrado estén en buenas condiciones. Una vez que este le dan el visto bueno a este paso la oficina además se encarga de sacar muestras del hormigón y hacer ensayos de laboratorio para constatar la calidad de los materiales”, detalla Catanzaro.
Los materiales
Más allá de los controles, hay otras cuestiones a tener en cuenta para estos edificios. La elección de los materiales es una de ellas y se actualiza en el tiempo a partir de las investigaciones y la experiencia. El terremoto de 1985 que hizo temblar a Mendoza “fue fuerte y había muchas construcciones de adobe que se cayeron por lo que a partir de ese momento se prohibieron las edificaciones de adobe”, señala el ingeniero civil.
Cada vez hay más y mejor tecnología en los materiales utilizados para la construcción. “En Mendoza se usa mucho la técnica de steel framing (construcciones en seco con esqueleto de acero) en la que se usan paneles livianos y placas cementicias ultra livianas dado que cuanto más pesada sea la obra, más peligroso es para un terremoto la caída de esos muros. Esto se debe a que la fuerza con la que el terremoto mueve la construcción es directamente proporcional a la fuerza con la que va a empujar la vivienda, entonces los materiales ultralivianos son los mejores para estas zonas”, analiza Mairan e indica que hay una alta adopción de esta técnica ya que permite acelerar los tiempos de construcción y se puede hacer una casa en poco más de un mes.
Regido por esa misma lógica es que opina que “un edificio de acero es mejor que uno de hormigón porque es más liviano”. Sin embargo, muestra la otra cara de la moneda y advierte que “ante un cortocircuito o un incendio, el acero es más combustible que el hormigón”. Da un ejemplo y dice que “el de hormigón puede tardar 40 minutos en que baje la resistencia del fuego pero el fuego le saca la fuerza más rápido al acero y hace que la obra colapse en menos tiempo”. Sin embargo, esclarece que el acero puede revestirse con otro material y -en términos de precios- destaca que es más caro que el hormigón.
Por su parte, Catanzaro piensa que “los edificios pueden hacerse con hormigón armado, con estructuras metálicas o con divisiones internas de estructuras livianas pero eso no está relacionado con el éxito de la estabilidad de un edificio” sino que, según él considera, es el cálculo correcto el que garantiza el cumplimiento de las normas.
Mairan indica que la geometría de la construcción es de gran relevancia también ya que tradicionalmente se promueve que las construcciones sean simétricas porque “tienen mejor comportamiento ante un sismo”. No obstante, Catanzaro argumenta que en el mundo se han ejecutado una gran variedad de diseños de todo tipo y que la estabilidad de la obra depende de que el cálculo realizado por el profesional corresponda a lo que está normado.
“Según el artículo 1844 del Código Civil, el arquitecto y constructor son responsables durante 10 años desde la entrega del edificio por los vicios constructivos”, señala el arquitecto, y da a entender que no se construiría un proyecto si su estabilidad está en juego.
Las construcciones que sí ceden
La situación en la que sí se lleva a cabo obras deficientes es en el caso de las clandestinas. Los especialistas coinciden en que en zonas argentinas de alto riesgo sísmico existen construcciones no preparadas para afrontar un terremoto. “En Mendoza hay muchas obras -sobre todo viviendas privadas- en las que no hubo asesoramiento profesional en los planos ni se controló el estudio de sismorresistencia y no cuentan con la regularización legal”, indica Mairan y opina que esto “pasa mucho por ahorrar costos y evitar pagarle a un profesional, para ahorrar tiempo y esquivar la burocracia por lo que avanzan ellos mismos con albañiles y después hacen los planos”.
La construcción clandestina nace de la “falta de educación”, según opinan coinciden los especialistas. “La conciencia de ese aspecto involucra el aprendizaje que proviene de la universidad y de la experiencia porque quien ha pasado por un terremoto como los que vivimos en ciudades argentinas se da cuenta de que no se puede jugar con esto”, apunta Catanzaro. En San Juan, uno de los terremotos que más repercusión tuvo fue el ocurrido en enero de 1944, el cual destruyó la provincia, sus alrededores y causó cerca de 10.000 muertos sobre una población de 90.000 habitantes.
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