A solo cinco minutos de José Ignacio, en la Ruta 10 a la altura del kilómetro 190,5 de Uruguay, sobre la Laguna Garzón y a metros del océano Atlántico, se levanta el primer lodge flotante de América Latina
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Tiene tan solo doce habitaciones con las comodidades básicas que un huésped estándar puede buscar. Cama de dos plazas, baño completo, frigobar, wifi y un deck sobre la laguna con hamaca paraguaya y cañas para pescar. No hay lujo ni ostentación sino una propuesta que invita a disfrutar de un entorno único con todos los sentidos.
A solo cinco minutos de José Ignacio, en la Ruta 10 a la altura del kilómetro 190,5 de Uruguay, sobre la Laguna Garzón y a metros del océano Atlántico, se levanta un pequeño lodge flotante -el primero en América Latina- que los argentinos Gabriel Barbot y Nadir Tasat compraron por videollamada en plena pandemia por el coronavirus. Fue una apuesta arriesgada, pero hicieron caso a su corazonada y avanzaron con el plan.
La ubicación es única y privilegiada. La Laguna Garzón y su zona costera integran el Parque Nacional Lacustre, la Reserva Mundial de Biosfera Bañados del Este, área de interés para la conservación según el Plan de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sustentable de la Costa Atlántica de Rocha. Fue declarada Reserva Turística Nacional. Además, allí mismo hay un pueblo de pescadores con una historia de más de 25 años.
“El paisaje cambia todo el tiempo”
Con el objetivo de poner en valor el lugar -que estaba en desuso al momento en que se concretó la operación de venta y que cuenta, además, con un restaurante y áreas de uso común-, los argentinos trazaron un plan para poder renovar el hotel y ponerlo en funcionamiento solamente de noviembre a marzo.
“Por cuestiones meteorológicas, esos son los meses en los que podemos abrir las puertas al público general. Sin embargo, las tareas de mantenimiento se realizan a lo largo de todo el año. Al estar emplazado en un escenario natural que cambia todo el tiempo, el lodge requiere supervisión permanente. El invierno en esta zona suele ser bastante crudo, con vientos fuertes y bajantes y crecientes sorpresivas que nos obligan mantener siempre en óptimas condiciones la estructura base”, explica Juan Barbot, que forma parte del proyecto.
El nodo central del hotel, es decir, el restaurante y su cocina, la recepción, el café, el mirador y el deck principal están conectados a la tierra a través de un sistema de palafitos. Desde la recepción del lodge y para llegar a las habitaciones, los huéspedes tienen que moverse como si estuvieran en un muelle.
El complejo fue pensado como una construcción sustentable. Las habitaciones flotantes fueron diseñadas para coexistir con la naturaleza de la laguna y se construyeron utilizando maderas locales sostenibles. Conectadas entre ellas a través de puentes o pasarelas, conforman la estructura que se mantiene a flote por medio de tambores de plástico. Cada una de ellas está provista de un sistema que maximiza la eficiencia de la gestión de residuos: tritura los desechos del agua de la ducha, del inodoro y lavamanos y lo envía por un circuito de cañerías a una planta bajo tierra que contiene biodigestores.
Dormir en habitaciones que flotan
“Que el hotel se encuentre en un área protegida conlleva una gran responsabilidad y compromiso para nosotros. Es un compromiso con el medio ambiente, con el turismo, con la comunidad local y la fauna y la flora del lugar”, asegura Barbot. En la laguna no están permitidos los deportes acuáticos a motor. Son pocas las barcazas que tienen habilitación para navegar. Dentro de las actividades permitidas se encuentran el kayak, el paddle surf, el kite y la vela. “El hotel cuenta con una barcaza para visitar la laguna en toda su extensión y completa la experiencia con un picnic al atardecer en medio de la naturaleza”.
El restaurante del complejo, especializado en gastronomía ecológica gourmet, ofrece platos a base de frutos de mar y productos naturales locales. Al atardecer, mientras se pone el sol, se puede disfrutar de platitos de rabas, miniaturas de pescado, ceviche, camarones, cangrejos y opciones con verduras frescas que se cosechan en una huerta propia.
La noche es un espectáculo para los sentidos. En tanto que no hay contaminación lumínica, las estrellas se dejan ver en todo su esplendor. “Los huéspedes buscan tranquilidad, relajación y desconexión. Por eso, dormir en habitaciones que flotan y con el encanto de los sonidos de la naturaleza es una experiencia muy valorada. La calma del lugar, el sonido del mar, las luz de la luna, el brillo de estrellas y la tranquilidad de la laguna es lo que muchos persiguen. Latinoamérica es un destino muy interesante para los europeos. Hay lugares que son naturalmente excepcionales. Y los huéspedes que buscan nuestro hotel -con un gran porcentaje de alemanes e ingleses- quieren privacidad en un espacio natural y conservado. Hoy el nuevo lujo es descansar en contacto con la naturaleza y con las comodidades de un hotel”, concluye Barbot.
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