A diferencia de ciudades relativamente nuevas como Nueva York y Buenos Aires, Barcelona es conocida por sus manzanas cuidadosamente diseñadas en forma de cuadrados idénticos y ordenados
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Si se observa Barcelona desde las alturas, lo más llamativo es el patrón que forman sus manzanas. A pesar de existir desde la Edad Media, la ciudad está organizada de forma sorprendentemente ordenada en una retícula perfecta, lo cual es inusual en las ciudades europeas.
No obstante, esto no siempre fue así. Al analizar los barrios más antiguos, como el Barrio Gótico, se pueden apreciar calles estrechas y sinuosas que reflejan la topografía original de la ciudad. En contraste con la estructura actualmente ordenada, la antigua Barcelona estaba formada por laberintos de calles entrelazadas que se conectaban de manera caótica sin seguir ninguna regla de paralelismo o perpendicularidad, como tantas ciudades antiguas.
Además, Barcelona fue una ciudad fortificada hasta el siglo XIX y, en esa época, la población había crecido más allá de los límites de las murallas antiguas. En ese momento, la densidad de población de Barcelona era el doble de la de París. Hacinada en un núcleo urbano pequeño, con poca luz y poca ventilación, pasó poco tiempo hasta que la situación de insalubridad fuera insostenible, lo que creó una presión social que desencadenó el crecimiento de la ciudad fuera de las murallas.
Ante el desafío de abordar la masificación y las condiciones de vida insalubres en Barcelona, un arquitecto catalán propuso una nueva idea que daría forma a la ciudad como se la conoce hoy.
El Plan Cerdà y cómo cambió Barcelona para siempre
Esta reestructuración pasó a conocerse como “Plan Cerdá”, que debe su nombre a su creador el ingeniero civil, Ildefons Cerdà. Su aprobación en 1860 no estuvo exenta de polémica, y pese a que no tuvo buena aceptación en sus inicios, con el paso del tiempo se demostró que su cuadrícula regular y sus espacios abiertos crearon una ciudad que cubre las necesidades de sus habitantes con creces.
Hay que recordar que el plan urbanístico nació de las necesidades de expansión de la ciudad de Barcelona. “En aquella época estaba rodeada de una gran extensión de tierras con pocas construcciones, cuya utilidad era fundamentalmente agrícola y de estratégica militar”, explica Eduardo Figueras Menacho, arquitecto e ingeniero de Socotec Barcelona. Esta peculiaridad permitió diseñar un plan de crecimiento urbano sobre un folio prácticamente en blanco, a excepción de algunos pueblos que salpicaban las zonas más alejadas de la ciudad.
“El plan urbanístico se caracterizó por una gran zona llamada Eixample (ensanche) que proponía un plan hipodámico ya conocido en la época que consistía en la disposición de las calles en ángulo recto formando cuadras perfectamente cuadradas, valga la redundancia”, continua el arquitecto. Sin embargo la peculiaridad del plan de Cerdà se encontraba en dos factores principales.
El primero de ellos consistió en agregar chaflanes (recurso urbanístico que busca unir con una línea oblicua los lados de las manzanas en sus esquinas) a 45º para mejorar la visibilidad en los cruces. El segundo y fundamental era la proporción del diseño entre la dimensión de las calles y los edificios anexos. “Estas dimensiones se pueden resumir a grandes rasgos en cuadras con lados de 113 metros y una sección urbana formada por calles con un ancho comprendido entre 20 y 60 metros rodeadas por edificios cuya altura máxima no superaba los 16 metros”, señala el ingeniero.
Esta geometría en su época parecía poco razonable por la excesiva amplitud de las calzadas, pero Cerdà creyó que poco a poco los carruajes ganarían popularidad y acabarían llenando las calles, además de la evidente dotación de luz y ventilación a los edificios que se construyeran.
En este último aspecto él también propuso que los edificios no ocuparan toda la superficie de las cuadras si no que tomaran diferentes formas en “L”, “U” o con edificios aislados que permitieran la creación de jardines entre ellos para el recreo de sus habitantes y la dotación de espacios verdes que oxigenan la ciudad.
A pesar de ello, el plan urbano de Barcelona se llevó a cabo durante casi un siglo, lo que permitió que los intereses privados y la especulación inmobiliaria influyeran en la dirección original del plan, alterándolo significativamente. El resultado: cuadras cerradas dotadas de un núcleo no edificado en su interior. “Sin embargo, hoy en día este espacio está ocupado por construcciones en planta baja de locales comerciales, almacenes y todo tipo de usos diversos en lugar de los parques públicos proyectados en un inicio”, asegura Figueras Menacho.
En conclusión, el plan Cerdà transformó radicalmente la estructura urbana de Barcelona y la convirtió en una de las ciudades más modernas de Europa en términos de urbanismo y diseño urbano. Si bien el plan Cerdà fue objeto de críticas y modificaciones a lo largo del tiempo, sigue siendo una parte fundamental de la historia y el patrimonio urbano de la ciudad catalana.
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