En plena pandemia, dos amigos y diseñadores industriales convirtieron una inquietud en un proyecto de muebles funcionales con nombre propio
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Se vieron obligados a parar, a sentarse a pensar y entender cuál era el escenario que, con la nueva vida puertas adentro, estaba planteando la pandemia. Diseñadores Industriales de formación, cuando en marzo del año pasado la necesidad de cuidarse hizo que todas las actividades pasaran a desarrollarse en casa, Mariela Cartechini (32) y Sebastián Ostojic (34) advirtieron que su intención personal de mejorar la calidad de los espacios que habitaban se hacía en ese momento aún más necesaria.
Tanto por la experiencia propia como la de los conocidos, la posibilidad de que los muebles pudieran configurarse de acuerdo al estado de uso o reposo pasó a ocupar una jerarquía importante a la hora de diseñar. “Teníamos el foco puesto en adaptar el mobiliario que usamos día a día en nuestras casas para que cada vez fuera más funcional y contemplando que, a futuro, los espacios iban a seguir transformándose, todo el tiempo, al igual que las personas”, cuenta Sebastián.
Unir fuerzas
Se habían conocido en 2015 cuando trabajaron como Diseñadores Industriales en una empresa de muebles para comercios y puntos de venta en el parque industrial La Cantábrica, ubicado sobre la calle Tres Arroyos de la localidad de Haedo, en Morón. Al finalizar la carrera en la Universidad de Buenos Aires, mientras Sebastián continuaba con sus tareas en una empresa nacional, Mariela, agobiada de la vorágine de Buenos Aires, quiso probar suerte fuera del país. Esa intención la llevó en 2016 a Panamá. Allí vivió y trabajó durante dos años para una empresa que fabricaba mobiliario a medida.
En 2018, cuando regresó a Buenos Aires, comenzó a pensar cada vez en la posibilidad de generar y dar forma al emprendimiento propio. Y se lo contó a Sebastián, que estaba pensando en la misma sintonía. “Los trabajos que tuvimos en esos años estuvieron relacionados con el diseño de mobiliario, entonces entendimos que teníamos que capitalizar todo eso que habíamos aprendido hasta el momento. De forma inconsciente al principio, pero luego como una búsqueda personal, siempre quisimos ofrecer soluciones desde el diseño para mejorar la calidad de los espacios que cada vez son más pequeños, y se tienen que adaptar constantemente a cambios. Más allá de que los hogares y ambientes necesitan cada vez más que los productos traigan estas soluciones, con la cuarentena esto se potenció aún más”. Y así nació Taller Fuerzas.
Con el proyecto en mente, las ideas comenzaron a fluir. A veces parecían disparatadas, pero por momentos encontraban asidero y se unían como en una suerte de rompecabezas que cada vez se mostraba más completo. Trabajaron en algunos proyectos personalizados y a pedido de clientes que se fueron haciendo por el boca a boca, a través de amigos y conocidos. Sin embargo, contra todos los pronósticos, el contexto de pandemia les permitió dar forma al proyecto para diseñar y repensar productos propios.
Resignificar la esquina
“Los planes originales que tenía con Sebastián eran totalmente diferentes a lo que finalmente nos sucedió. Al comienzo quisimos alquilar un gran espacio de trabajo y empezar a operar desde allí, hacer una apuesta muy a lo grande. El foco era conseguir un lugar más grande que una oficina con computadoras que nos permitiera diseñar y experimentar. El objetivo era desarrollar y producir nuestros productos. Con la cuarentena mantuvimos nuestras juntadas de manera virtual y tomamos como decisión sostener la idea de un espacio propio. Trabajando en los momentos que nos permitían pudimos reformar un espacio que nos cedió mi familia y que, de forma inesperada, cumplía con nuestras necesidades”, detalla Mariela. No lo habían visto, pero tenían a la vuelta de la esquina todo lo que necesitaban.
Y justamente en una esquina de la calle Bonorino, en Villa Tesei, Hurlingham, pudieron dar los primeros pasos. Acondicionaron el espacio, levantaron el piso, repararon el techo y lo adaptaron a sus necesidades de trabajo y experimentación, una pata vital en el proyecto que armaron. Algunas herramientas ya las tenían, otras las adquirieron siempre pensando en el tipo de mobiliario que querían hacer. Soldadora, máquinas de corte de metal y madera, lijadoras, router de madera, taladro, amoladoras y dobladoras fueron algunas de las herramientas que pasaron a formar parte de su estructura de trabajo.
Y la rueda comenzó a girar. Entre otros proyectos destacados, pudieron ser una pieza clave en una refacción completa de un cliente que se estaba mudando a un ex depósito en Vicente López con la idea de convertirlo totalmente en un loft amplio y de buena altura. “Necesitaba generar una separación virtual entre lo que es la habitación con el comedor, la cocina y el living y que, al mismo tiempo, acompañara la estética del lugar sin ser pesado visualmente. Con estructuras de hierro, malla de metal desplegado y estantes de madera armamos una estantería autoportante que le permite separar espacios y cambiar su ubicación si el día de mañana si quisiera cambiar la configuración de su hogar”, explica Ostojic.
Mariela y Sebastián tienen la sonrisa de quienes se enorgullecen de su trabajo. “Por el momento trabajamos solo nosotros dos. Pero siempre pensando en sumar a colegas de acuerdo a los desafíos que se presenten. De allí surge también el nombre del emprendimiento: Taller Fuerzas. Para nosotros, la idea de Fuerzas representa al conjunto de oficios y profesiones que buscamos aplicar en un sentido o dirección. Porque, como dice el refrán, somos unos convencidos de que la unión hace la fuerza”.
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