Girarán entorno al progreso de la sustentabilidad inclusiva, la seguridad y la cercanía en pos de la mejora de la calidad de vida
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Al hablar de ciudades del futuro, el imaginario colectivo siempre pensó en autos voladores y robots asistentes. Sin embargo, la pandemia resultó ser un punto de inflexión que acercó la necesidad de hacer evolucionar las urbanizaciones y redefinió este concepto. “Ser inteligente es estar al servicio del bienestar”, definió Mariela Mociulsky, CEO de la empresa Trendsity que llevó a cabo un estudio de cómo serán las ciudades del mañana.
Para conseguir el buen vivir, estas tendrán que adaptarse a los nuevos hábitos en términos de seguridad, sustentabilidad, cercanía y prácticas de distanciamiento físico.
En el caso del transporte, el uso del big data y la inteligencia artificial para el seguimiento en tiempo real de los vehículos -que ya se implementa en algunas partes del país- permite “evitar las mayores concentraciones de gente ya que algo que va a quedar por un tiempo es una escasa tolerancia a las multitudes por cuidado”, explicó Mociulsky. Según la CEO, el tiempo es “el bien más escaso de todos”, y poder organizar y optimizar el ritmo de circulación es otra manera de priorizar el bienestar.
Por otro lado, los avances en esta materia podrían minimizar el impacto que tienen los vehículos en el medio ambiente, y las ciudades inteligentes buscarán adoptar reglamentaciones que incentiven la utilización de medio de transporte híbridos. Una alternativa viable también son los facilitadores de la micromovilidad sostenible, como los monopatines, bicicletas y scooters eléctricos.
La cercanía es un gran eje de las ciudades del futuro, que se alinea con los proyectos de urbanización de las denominadas “ciudades de los 15 minutos”. Un ejemplo de estas es Microcentro, barrio de la Ciudad de Buenos Aires que proyecta privilegiar la proximidad rediseñando la ciudad para que sus habitantes puedan resolver sus necesidades sin trasladarse más de 15 minutos a pie o en bicicleta.
El estudio también indagó en cómo compartir podría acercar el bienestar a la ciudadanía, por ejemplo, aunando los viajes en auto -ya sea entre conocidos o a través de servicios ofrecidos en aplicaciones- que van a destinos similares para minimizar la huella de carbono que deja el transporte. Por otro lado, los proyectos de co-living en edificios cuyas instalaciones comunes y zonas de trabajo o entretenimiento se comparten entre los residentes son una buena alternativa de vivienda que ayudaría a reducir el impacto de las construcciones en el medio ambiente.
La irrupción del tiempo y el espacio
La pandemia disoció el paradigma milenario de tiempo y espacio. Con el uso de la tecnología, las ciudades del futuro deberán “liberar al sujeto de su entorno físico”, como lo definen en Trendsity, al proponer ofertas innovadoras que brinden independencia de la ubicación. El estudio lo ejemplifica con el caso de la cadena SportClub, que lanzó módulos privados en los que el gimnasio se transforma en un “tercer lugar” donde también es posible trabajar.
Mociulsky vaticinó también que, una vez finalizado el distanciamiento social obligatorio, se espera la contratendencia de que la gente sienta la necesidad de juntarse y que se multipliquen los festivales masivos. Por eso, hizo especial hincapié en que “en el corto y mediano plazo, poder controlar las multitudes es importante”.
Teniendo en cuenta que más de la mitad de la población vive en las principales urbes, la descentralización es otro punto destacado que debería dispersar a la gente por distintitos centros urbanos, los cuales podrían “proveer todos los servicios, hacer una vía a un mejor desarrollo de las otras ciudades y poder transformar la forma de vida”, imaginó la ejecutiva.
La sustentabilidad y el acceso a la vivienda
La sustentabilidad y la alianza con el medio ambiente es un aspecto que trasciende múltiples facetas de la sociedad. Las ciudades inteligentes deberán englobar este concepto fomentando “ciudades más verdes con comunidades más sostenibles y que cuidan los materiales con los cuales se construye, como en Río de Janeiro, Chile, Barcelona, Edimburgo, Mendoza o Buenos Aires ”, ejemplificó. Entonces, la meta debería estar teñida de verde, buscando vivir en entornos naturales al combinar la bioarquitectura con energías renovables y la producción de alimentos orgánicos.
La directiva de la empresa comentó que se trabajó mucho en buscar garantizar viviendas más accesibles y seguras, pero opinó que sobre este tema en el país “falta mucho por hacer”. Si bien celebró que “hay un gran desarrollo de edificios más inteligentes, domótica y muchos avances para que todo sea más cuidadoso en relación a los recursos de electricidad y de agua”, alertó que estos avances “conviven con una gran crisis habitacional” profundizada por la polarización de la sociedad. Esta última desemboca en que las ciudades piensen “en las necesidades de distintos estratos de nivel socioeconómico”. Siendo la inclusión una de las aristas de la sustentabilidad, el futuro de la urbanización también debe pensar cómo solucionar este flagelo experimentado alrededor del mundo.
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