El emprendedor ya vendió dos de los vehículos que transformó con sus propias manos en motorhome y planea convertir este oficio en su fuente de ingresos
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“Gracias a Dios vino la pandemia”, reza Eduardo Iglesias, uno de los pocos que agradece el cese de la actividad que venía desarrollando ya que le dio vuelta su vida. Emprendedor de alma, a sus 53 años aplaude el tiempo que la cuarentena lo separó de su negocio de toda la vida: un servicio de catering que tiene desde el 2003. Porque así pudo tener tiempo para hacer lo que siempre soñó: construir un motorhome. Desde marzo del 2020 ya reconvirtió una camioneta y un micro en viviendas sobre ruedas y tiene entre manos un tercer proyecto para este 2022.
Un camino de pasiones
Hace memoria y dice que cocina desde los cinco años. Su gusto por codearse con los ingredientes lo llevaron a inaugurar una larga lista de restaurantes y bares que por distintos motivos cerró o vendió. El amor por el mar y el surf lo instó a armar las valijas en su casa de Ingeniero Maschwitz y en 2011 mudarse a Mar del Plata, donde junto a un amigo compró un fondo de comercio de un hotel y fundaron un bed and beer, proyecto al que luego sumó la concesión de un reconocido balneario marplatense donde ofrecer su servicio de catering.
Se define como inquieto, y es esa llama interna la que lo llevó a aprender acerca de otro costado de su rubro: “Siempre fui muy de meter manos a la obra en la construcción de la cocina, en remodelar un restaurante. Fui aprendiendo con el paso de los años de todo un poco: carpintería, electricidad, gas y todo lo que se necesita para no depender de alguien cuando se te rompe algo”. Pero identifica que la gastronomía en su vida “ya cumplió su ciclo” y a fines del 2019 vendió su parte de la concesión del balneario, sin poder anticipar que era una jugada maestra para capitalizarse antes de la aparición de la crisis sanitaria.
Los rumores de que iban a cerrar las rutas lo devolvieron a su casa en un country de zona norte para estar cerca de sus hijos de 25 y 26 años, trayecto que hizo en su camioneta Ducato Maxicargo del 2009. “De chico hice control mental y me enseñaron a relajarme para irme a dormir con un pensamiento feliz y siempre me pensaba durmiendo en un motorhome”, describe. Después de años de consumir el contenido de portales y cuentas en redes sociales que muestran la remodelación de vehículos optó por poner sus manos a la obra.
El primer arranque
Así fue como de marzo a agosto del primer año de pandemia, encerrado en su casa y anotado en cursos de construcción virtuales, siguió el paso a paso de un canal de YouTube australiano que enseña a reconvertir un micro en vivienda y la Ducato estacionada en su jardín cambió de forma. En sus 3,35 x 2 metros, construyó enteramente con sus manos un baño, cocina, gabinetes y sillones. “Con una tiza empecé a dibujar el layout de cómo iba a quedar. Con cartón hice los muebles y después empecé a comprar todo”, recuerda. Mostró el paso a paso en su cuenta de Instagram, @motorjor, la cual apodó apelando al estilo de hablar argentino. “El nombre es bien argento. En vez de decir motorhome decía motorjor, y me preguntaban `¿Se llama Jorge?´ Y yo decía no, se dice así: Motorjor”, cuenta entre risas.
Satisfecho, llevó su obra rodante a Mar del Plata cuando se rehabilitaron las rutas y disfrutó desde su nuevo hogar ambulatorio un sinfín de amaneceres playeros. Al ver que disfrutaba mucho de su uso, se propuso venderla para hacer una más grande: a la semana una pareja que rondaba los 70 años se la compró por US$25.000 para recorrer el país .
Entusiasmado con su nuevo pasatiempo, se preparó para un desafío más grande y logró conseguir un colectivo que ya se había jubilado como transporte urbano y se conservaba en buen estado. En septiembre del 2020 recaudó $450.000 (hoy se consiguen por $1,5 millones) y le entregaron a cambio un micro de 11 x 2,65 metros, del modelo que suele usar la línea 60 en la ciudad de Buenos Aires. Y la empezó a refaccionar en ese mismo momento, salvo una pausa en la temporada alta en la que se dedicó exclusivamente al catering. El metraje similar a un departamento de 28 m² lo interpeló y lo llevó a diseñar lo que se transformaría en su segunda casa.
En el galpón del campo de un amigo en Mar del Plata, pasó 63 días de sol cortando, atornillando y decorando su última creación. Con encuestas de Instagram de por medio en las que tanteaba cómo convenía decorar, repitió el mismo esquema que había hecho con la Ducato unos meses atrás. Sin ayuda de terceros, desmanteló el micro y lo equipó con todo lo que debería tener su casa ideal: una cama de 1,40 x 1,90 metros, una cocina digna de hospedar gente reunida, barra con sillas, un baño con ducha e inodoro, varios sillones. Por la calidad de su construcción admite que pone las manos en el fuego: “Estoy tan seguro de lo que hago que doy garantía de por vida en instalación de luz, gas y agua”.
“El bondi es energéticamente eficiente”, explica. Se basó en el rendimiento de su primer intento y para éste decidió redoblar la apuesta: si para la Ducato usó un panel solar de 160 watts, un inversor de 1000 watts con picos de arranque de 2000 watts, un regulador y una batería de 100 amperes; para el micro usó el doble. Esta capacidad le permitió hasta enchufar sus herramientas como la moladora y la atornilladora con la propia energía instalada. También duplicó la cantidad de tanques de agua de uno de 140 litros a dos de esos, y reconoció que usa a diario aproximadamente 35 litros entre la ducha y el lavado de platos.
Construir de 0 a 100 un motorhome le permitió ser más consciente del cuidado al medio ambiente: “Siempre fui afín a la ecología y el bondi fue un gran maestro que me enseñó a vivir con poco. No necesitamos duchas de 30 minutos sino que podemos apagar el agua mientras nos enjabonamos. También podemos usar electrodomésticos -como el calefón o la heladera- de clase A o A+”. Además, el reciclaje en sí del vehículo vino acompañado por objetos reutilizados, como las lámparas que consiguió en una feria de pulgas en Mar del Plata, el sillón supo usarse en su catering en fiestas o una radio antigua donde se pueden guardar cosas adentro.
Además, cuando ve al micro terminado siente que creó “una solución de vivienda. Hay gente que se compra un contenedor y lo transforma pero acá tenés lo mismo pero encima lo arrancás y se mueve y es tu casa adonde quiera que vayas”, opina, y agrega: “Yo te construyo una casa en un bondi y me da placer hacerlo”. Incluso este tipo de proyectos se pueden rentabilizar. Si bien lo ve como una casa propia, ya alquiló el motorhome a amigos y conocidos por $10.000 la noche y después de meditarlo también lo puso en venta por US$30.000, precio que según él es competitivo en el mercado. El valor refleja los costos de materiales, que no suben de los US$10.000, el tiempo y la mano de obra.
Con el dinero recaudado, se propone seguir creciendo y construir un nuevo motorhome más grande como el que piden sus seguidores, con más espacio en áreas comunes y capacidad para cuatro personas. A su vez, estos también le piden contratarlo para que reforme sus propios vehículos y si bien le entusiasma que el negocio crezca y se alimente solo, por ahora rescata la paz mental y la relajación que siente al hacerlo por gusto: “La libertad que me da poder generar lo que quiera, me guste y luego venderlo no me la daría hacer un proyecto para otro”.
Además, la decoración es un aspecto sumamente personal. En el caso de su último ejemplar, se contactó con una artista por redes sociales cuyo trabajo en la vía pública lo había dejado impresionado. En medio del proceso, un día circulando por las calles marplatenses se había topado con una parada de colectivos intervenida artísticamente y supo en ese momento que quería que esa artista participara en su proyecto. Fue así como entró en contacto con Florencia Mariona (@flormariona.arte) y en base a su amor por la luna y los pulpos se decidieron por decorar el exterior del micro con un astronauta, el animal marino con tentáculos y la letra de la canción Fly Me to the Moon de Frank Sinatra que su mamá le cantaba en su infancia.
“Me enamoré de los motorhomes hechos en colectivos”, reflexiona, y reconoce que es la pasión lo que lo lleva a hacer sus proyectos imaginando que estos van a ser su propia vivienda, con el amor, paciencia y dedicación que eso conlleva. Para él, este proyecto significa “combinar el placer con el trabajo” y reconoce que esta será una de sus principales fuentes de felicidad en muchos de los años que vienen.
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