Durante 36 años la mansión Winchester estuvo en obra. Con puertas a ninguna parte, escaleras al cielo, pasadizos secretos y pasillos que enredan a sus visitantes en un laberinto, en 1886 Sarah Winchester ordenó que se construyera una casa de nunca acabar. Según cuenta la leyenda, tenía sus razones: una médium le había asegurado que esa era la única manera de aplacar a los espíritus que la atormentaban.
Nacida en 1839 en los Estados Unidos, Sarah Lockwood Pardee se casó a sus 23 años con William Winchester, heredero de la compañía Winchester® Repeating Arms Company, una fábrica de armas. Pero el matrimonio estaba marcado por la tragedia: la única hija que concibieron murió a las cinco semanas de vida y, años más tarde, William Winchester falleció de tuberculosis. Vestida de negro y hundida en la tristeza, la viuda tomó la decisión de visitar a una espiritista para que entender el por qué de tantas desgracias.
Sin reparos, la médium afirmó que su familia estaba maldita. Los indios y soldados que habían muerto a causa de los rifles Winchester, durante la conquista del Oeste y la Guerra de Sucesión, la perseguían en busca de venganza. La construcción de una casa sinfín sería la única solución para canalizar toda esa ira que provenía del más allá. Sin poner en duda tal augurio, con la inmensa fortuna que había heredado de la compañía de su difunto marido (la cual la había convertido en una de las mujeres más ricas de la época), compró una casa de campo con ocho habitaciones y puso la obra en marcha.
Ubicada en San José, California, la mansión tiene 7315 metros cuadrados. En total tiene 10.000 ventanas, 2.000 puertas, 160 habitaciones, 52 tragaluces, 47 escaleras, 17 chimeneas, 13 baños, 6 cocinas, 3 ascensores, 2 sótanos, 2 salones de baile -uno de ellos sin terminar- y 1 sola ducha. Su construcción finalizó el 5 de septiembre de 1922, cuando Sarah Winchester falleció a los 83 años. Para aquel entonces la obra había acumulado un costo de US$5 millones, que serían unos US$75 millones actuales.
El 13, número recurrente en la mansión
El número 13 tampoco pasa desapercibido dentro de la mansión. No solo hay 13 baños -al decimotercero se llega subiendo 13 escalones y cuenta con 13 ventanas -, sino que también las rejillas de desagüe tienen 13 agujeros, el pavimento de entrada se divide en 13 sectores, muchas ventanas están compuestas por 13 paneles y el invernadero posee 13 cúpulas de cristal. Incluso el testamento de la dueña de la casa tiene 13 partes y fue firmado 13 veces.
A casi 100 años de “finalizada” la obra, la mansión Winchester se convirtió en una maravilla arquitectónica y se consagró un Monumento Nacional en Estados Unidos. Hoy en día los curiosos pueden recorrer sus pasillos si abonan el ticket de entrada y hasta se puede reservar para festejar casamientos.