Francis Keré acaba de ganar la mayor distinción de los premios de arquitectura por el aporte que viene haciendo en su tierra natal
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BURKINA FASO.- Robustas paredes, bloques de laterita y techos gigantes perfectamente mimetizados con el paisaje: la “aldea-ópera” en Laongo creada por el arquitecto burkinés Francis Keré, último ganador del premio Pritzker -la mayor distinción dentro de la profesión-, se caracteriza por mezclar arte, educación y ecología.
Próxima a la capital de Burkina Faso, Uagadugú, esta aldea fue concebida por el director alemán Christoph Schligensief (ya fallecido), pero fue Keré, que a principios de 2010 la convirtió en realidad. Este proyecto, que vincula la educación, la cultura y el arte, se extiende sobre una veintena de hectáreas y está diseñado en forma de espiral. Cuenta con 26 edificios que albergan distintos talleres, un centro médico, estancias para huéspedes y una escuela. En ella se destaca la llamada “ópera”, una sala de espectáculos y exposiciones cubierta de 700 plazas que verá la luz eventualmente.
Los edificios, que mezclan plantas y rocas de granito en perfecta armonía, se encuentran en la cima de una colina. En su construcción se han empleado materiales locales, como la arcilla, la laterita, el granito y la madera. El objetivo es lograr que resista las condiciones climáticas de la zona, como el calor extremo, explica el administrador del complejo, Motandi Ouoba.
El proyecto llevado adelante por Francis Kéré “parte de materiales simples, que tenemos en la zona de forma abundante (...), que nuestros padres usaron, y hace de ellos algo noble”, explica Ouba. “Es la tierra, es todo lo que nos rodea, cuando los une, trae algo que es magnífico a la vida”, añade.
En la aldea-ópera, los inmensos techos sobresalen de la paredes mientras que la ventilación de las habitaciones permite mantener la temperatura baja en su interior, incluso cuando el termómetro afuera marca más de 40 grados. “El arqutiecto logró que nuestros edificios fueran bioclimáticos, con doble techo y aberturas para disipar el aire caliente”, continúa el administrador.
Arquitectura sanadora
Al igual que el resto de edificios, el centro de salud, y las salas de consulta y hospitalización tienen decenas de ventanas alargadas que se deslizan hacia arriba. “Con tantas aperturas, los pacientes se sienten menos aislados por la hospitalización. Tienen una vista del paisaje”, explica el doctor Issa Ouédraogo.
En cuanto a las aulas de la escuela, amplias, luminosas y elegantes, contrastan con la decoración habitual de otros colegios del país. “Estamos orgullosos de nuestra escuela, que tiene una arquitectura hermosa con todas las condiciones para trabajar y estudiar bien”, se regocija Edwige Compaoré, profesora de la clase CM1.
“La arquitectura de los edificios lo cambia todo. Estamos en clases perfectas porque aquí hace mucho calor y no todo el mundo puede permitirse ventiladores o aire acondicionado”, añade el director de la escuela, Abdoulaye Ouédraogo, que también se desempeña como actor y dramaturgo.
Además de las seis aulas ordinarias que reciben a 181 alumnos, hay un aula específica dedicada a clases de música, danza, teatro, artes plásticas, fotografía y audiovisuales. No en vano, el lugar también sirve de residencia creativa para artistas, recuerda Ouoba.
Bello, sostenible y funcional
“La aldea es cómoda tanto como entorno de vida como de trabajo. También es hermosa e impresionante. Nos recuerda que podemos obtener algo bello, sostenible y funcional a partir de materiales locales”, dice el administrador. Con su estilo arquitectónico único, la aldea atrae alrededor de 2500 visitantes cada año. Y Motandi Ouoba espera que el reconocimiento internacional de Francis Kéré ayude a mantener la curiosidad de los visitantes.
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