Mauricio La Buonora es un emprendedor uruguayo que incursionó en el mundo del real estate y tiene más de US$335 millones en proyectos
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Los emprendedores comienzan a adquirir renombre cuando llevan un tiempo en el mercado, pero su espíritu audaz y resuelto empieza a despertar y germinar en sus primeros años de vida. Ese fue el caso de Mauricio La Buonora, emprendedor uruguayo que incursionó en el mundo del real estate, apostó todo y decidió quedarse.
A los 9 años de edad, cuando todavía no había terminado la primaria, La Buonora ya tenía visión empresarial: en los recreos escolares eran frecuentes las “guerras de gomitas” y Mauricio detectó a su corta edad un negocio muy rentable: nada mejor que comprar banditas elásticas al por mayor y venderlas por unidad en el colegio. Más adelante, incursionó en el surf y el skate, y descubrió que no existían muchos lugares donde comprar patinetas; desarmó la suya, copió el modelo de la tabla y las vendía sin ruedas a todos los compañeros del barrio. “No podía estar sentado en una clase y me encantaba pensar en negocios”, comenta el emprendedor en diálogo con LA NACIÓN y agrega que lo echaron de varios colegios, hasta que finalmente se lanzó a recorrer su camino profesional.
Cuando tenía 18 vivió un punto de quiebre, que determinó su forma de enfrentarse a futuros desafíos. Su padre lideraba la empresa familiar de carpintería que en el año 2000 sufrió un cimbronazo: “Perdimos la empresa con la hipoteca del banco, y la casa y los autos con un prestamista. Eso me marcó y me prometí a mí mismo que no volvería a pasar”, recuerda.
Su inquietud por los negocios pudo más que las ganas de formarse y, luego de dejar el colegio, juntó dinero trabajando en unas canchas de golf y partió a buscar un futuro mejor. Compró un gimnasio a través de deudas; incursionó en una bizcochería llamada Ble Boulangerie, que hoy se convirtió en la empresa número uno de catering de Uruguay; luego vendió tartas y empanadas; más tarde, tomó una cantina, hizo viandas de comida para empresas extranjeras; y, luego de varios años, comenzó a meterse en el rubro de la construcción. Su padre había empezado a armar una casa que no podía terminar. Mauricio decidió ayudarlo y, en palabras de La Buonora, “ahí me endulcé con la construcción”.
El desafío de emprender
“Conseguí un terreno a pagar, un crédito y me puse a hacer mi casa, y desde ahí no frené. Me entusiasmé y busqué a mis hermanos, los puse en la empresa y les hice un certificado de ingreso, para poder sacar sus créditos del banco y hacer más casas y vender”, cuenta divertido Mauricio. Esto le permitió escalar e incursionar cada vez más en un rubro que lo apasionaba: “Me di cuenta que me daba la posibilidad de crecer y hacer cosas distintas todo el tiempo; cada proyecto es como una empresa nueva”, señala La Buonora.
Al momento de involucrarse en una nueva propuesta, busca un socio comercial que ponga la tierra y luego él dirige todo el resto: desarrolla la idea, consigue los permisos, impulsa los proyectos y hace el marketing necesario hasta llegar a la venta. “Mi expertise, mi punto fuerte, es la venta, lograr que la gente confíe en lo que proponemos. No hacemos cualquier proyecto, todos son diseños que yo compraría”, manifiesta el emprendedor.
Hoy ya lleva más de 10 años en el mundo del real estate y fue elegido como empresario del año en el 2023 en Uruguay. Con 43 años, está casado y tiene cuatro hijos. Asegura que “no tiene miedo al riesgo” y se define como un “inconformista”, buscando siempre la oportunidad de hacer algo grande.
Un soñador motivado
Hoy Mauricio lidera varios proyectos de real estate en uno de los países vecinos. Todos están ubicados en Carrasco, Uruguay, algunos de ellos en la zona de Camino de Los Horneros. Con US$335 millones invertidos en tres proyectos, hoy, el empresario juega en las grandes ligas. “Yo funciono a motivación, cero disciplina”, aclara, mostrando que aún mantiene el mismo espíritu rebelde y osado de cuando era niño.
Ubicado en avenida de las Américas y Racine, una esquina icónica de Carrasco, conocida por ser sede de fiestas tradicionales, se levantará Cala del Yacht (US$150 millones). Se trata de un proyecto de usos mixtos, con cinco torres residenciales y una sexta para oficinas corporativas. En su base se desarrollará un strip mall, con marcas como Disco, Le Pain Quotidien y la farmacia San Roque.
Con vista al Lago Calcagno y al Parque Roosevelt de 300 hectáreas, contará con amenities naturales y tendrá departamentos desde los US$150.000 hasta los US$400.000. Se espera que el polo comercial y gastronómico abra sus puertas a fines del 2024, mientras que la Torre Residencial I estará lista a mediados de 2025.
Otro de los desarrollos de La Buonora es “Los Olivos”; una especie de “mini” Nordelta en el que desembolsó US$20 millones con seis barrios de 450 lotes y 450 departamentos, con un tamaño total de 80 hectáreas. “Los lotes de 1000 m² se venden desde los US$200.000″, detalla el empresario que se encuentra entregando los primeros 120 lotes, que se vendieron en dos semanas.
Por último, otro de sus emprendimientos introduce un concepto conocido como “housing”. Consiste en un barrio privado llamado “Huertas de los Horneros” (US$45 millones), con tickets más accesibles que los de un barrio cerrado. “Cuenta con todas las comodidades de un country, amenities y seguridad, pero por un precio más bajo”, expresa Mauricio.
Huertas ofrece la posibilidad de elegir entre ocho diferentes modelos de casas hechas, que se venden entre los US$330.000 y US$460.000, en terrenos de 500 m², pero con los mismos servicios de un barrio cerrado. “Vendimos 40 casas en una semana y, enseguida, vendimos 40 más. Un proceso de siete años lo liquidamos en dos, un producto que aceptó la gente de manera brutal, y que, además, era novedoso”, cuenta La Buonora.
De las 190 casas de Huertas, le quedan vender sólo dos. Además, plantaron 500 árboles en el barrio, con 15 años de antigüedad, lo que volvió el lugar un espacio pintoresco y más consolidado. Próximamente, se lanzarán con Huertas 2 y 3, proyectos en los que invertirán US$120 millones.
Próximos pasos
En un futuro, el emprendedor no descarta desembarcar en la Argentina: planea traer el modelo de housing a Pilar y ya avanzó con un acuerdo con el Grupo Urdapilleta, brokers inmobiliarios referentes en la zona: “La recepción que tuvo Huertas fue increíble y creo que es replicable tanto en el interior de Uruguay como en la zona norte de Buenos Aires. Las similitudes con Pilar son enormes”, explica.
Además, su espíritu inquieto, característico de los emprendedores, lo animó a lanzarse recientemente con un proyecto de mantas de lana merino. “En dos semanas creamos un equipo, empezamos a producir y armamos una empresa”. Bautizada como Madiba, la compañía lleva el nombre tribal de Mandela.
Esta empresa nació cuando pensaba en hacer regalos, para generar marketing indirecto. Parte de su estrategia de posicionamiento pasa por ahí: han producido tablas de picada o para asado, con el logo de la empresa. “Te quedás con algo que usás, que es visible y que siempre genera conversación”, revela La Buonora. Las suelen repartir a las salidas de colegios; de esta manera, posicionan la marca y la acercan emocionalmente a su público.
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