Paula Estrada se mudó a España y tomó la decisión de dejar su trabajo en relación de dependencia para estar más tiempo con sus hijos
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Son casi las nueve de la noche en Madrid, y desde el otro lado de la pantalla Paula Estrada es emprendedora y no para.
La historia de cómo logró abrirse camino tiene, según cuenta, una cuota de azar, ya que su producto llegó en un momento justo, para un mercado que no estaba cubierto: se trata de alfombras de diseño que tienen además la novedad de ser lavables de manera sencilla, con agua y jabón neutro.
Hace 10 años, cuando decidió lanzar Rugit -como llamó al proyecto-, estaba en pleno auge el éxodo de muchas familias que optaban por dejar sus departamentos en la ciudad para irse a vivir a barrios cerrados. “Esto me dio una gran oportunidad, porque había que vestir esas casas modernas, se usaba mucho el cemento alisado y había que darle calidez. Además, muchos de los que se iban eran matrimonios con chicos, que es el público perfecto para este producto”, dice. Como si ese cóctel no fuera suficiente, el crecimiento de las redes sociales ayudó a viralizar su proyecto que desembarcó en España hace más de un año.
Lo que ella llama azar tiene también mucho de análisis, ya que Paula es una analista nata, que sabe tomar decisiones cruzando datos y variables. Así, por ejemplo, relata que antes de decidir instalarse en Madrid con sus cuatro hijos, hicieron con Esteban, su marido desde hace más de 20 años, un Excel en el que ponderaron clima, condiciones de salud, educación, y otras muchas variables de diferentes ciudades. “Siempre tuvimos el deseo de vivir en otro país, y después de la pandemia, justo los chicos estaban en momentos de cambio en el colegio, así que se dio la oportunidad, como una ventana, para que empezaran directamente acá”, comenta.
Combinar la vida familiar y la crianza de sus cuatro hijos con un trabajo que la apasionaba se dio de manera natural, y Paula cuenta que nunca fue una workaholic, y siempre se organizó para estar en el momento de la salida del colegio de los chicos. Así, luego de siete años en el área de compras de Falabella, la idea de lanzarse como emprendedora independiente parecía la mejor manera de combinar estos mundos.
De sus años en esta empresa dice que aprendió muchísimo sobre evaluación de productos, cómo poner precios, cómo hacer un lanzamiento de campaña, eventos, y mucho más, herramientas que le servirían luego para su carrera como emprendedora. “Creo que mi valor agregado es la parte comercial, el análisis de qué se va a vender, qué no, si algo tal vez lo necesitamos para llamar la atención, aunque no se venda tanto. Todo eso es algo que me encanta. La interacción personal también es algo que gusta muchísimo, por eso todavía voy a las casas de mis clientes a mostrar las alfombras, a probar”, comenta.
Una idea sencilla
La aventura de emprender
A la hora de emprender, siempre se necesita partir de una idea. En el vértigo de la vida cotidiana en una familia grande, tal vez parecería que no hay tiempo para sentarse a pensar. Sin embargo, en el caso de Paula, el deseo de emprender la llevó a prender las antenas y estar más atenta a cada detalle. Así, a partir de una pequeña alfombra lavable muy simple que había comprado en Estados Unidos para el cuarto de sus hijos, dio con la gema que necesitaba. Recuerda que le llamó la atención la idea del producto y su funcionalidad, aunque estéticamente no le gustaba demasiado. Fue entonces que empezó a pensar en modos de mejorar la calidad y la funcionalidad y sumar un buen diseño. Comenzó a averiguar, le pidió ayuda a una amiga arquitecta e hizo pruebas de producto mientras iba imaginando estrategias de venta. El resultado fue un producto de fibra sintética, de polipropileno, muy sencillo para lavar, y con diseños potentes.
“Cuando mi hijo menor ya tenía un año, yo estaba como inquieta con el deseo de emprender algo y analizaba todo. Sobre el mundo de las alfombras conocía poca gente que las hacía, porque es un mundo con barreras de entrada muy altas. Las alfombras tienen mucha logística, tenés que tener volúmenes y es complicado porque es un producto grande. Cuando me encontré con esta idea analicé todas esas variables y el hecho de que no existía en la Argentina. Era un producto ambicioso, pero no soy una improvisada, había un criterio. Yo había hecho los números”, dice, al tiempo que destaca también la importancia de hablar, pedir ayuda y socializar las ideas para que puedan enriquecerse y crecer. Confiesa que al principio tenía miedos, pero fue atravesándolos rodeándose de gente de confianza que conocía del tema. Contrató una diseñadora, asesoró acerca de la parte contable y fue dando pasos de manera cautelosa.
Sobre el crecimiento de un emprendimiento de este tipo, señala que la clave es empezar de a poco e ir dando los pasos a medida que la empresa lo pueda ir pagando. “Soy muy terrenal, si nos va bien y hay plata, se avanza. Nunca di pasos grandes de inversión si la empresa no estaba preparada. Fui creciendo de a poquito a medida que la empresa lo pedía”, dice, y recuerda los primeros tiempos, cuando con una inversión pequeña de sus propios ahorros lanzó la primera mini colección con solo 40 alfombras que guardaba en su casa, fotografiaba e iba entregando ella misma. Las redes potenciaron mucho el emprendimiento, y enseguida comenzaron a contactarla diseñadores y arquitectos, siempre ávidos de novedades. Así, el círculo se fue expandiendo.
“La verdad es que siempre digo que mi trabajo es un hobby, yo me divierto, esto es lo que me gusta hacer”, concluye.
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