Una pareja de extranjeros que vivió 11 años en Buenos Aires dejó su huella en las casas que compararon y remodelaron para poner en valor: la propiedad del ex colegio Sworn en Belgrano R, una casa de campo en Carlos Keen y un departamento con cúpula en Palermo
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En una esquina del codiciado barrio de Palermo, en la intersección de la avenida Raúl Scalabrini Ortiz y la calle empedrada Mansilla, un edificio con una imponente cúpula centenaria de 1914 parece haberse detenido en el tiempo. Como muchas otras edificaciones de valor histórico en Buenos Aires, este lugar transitó de ser un relicario abandonado del pasado a convertirse en el protagonista de una nueva historia.
En lugar de quedar en el olvido, esta impresionante estructura fue adquirida por una pareja extranjera que decidió abrir sus puertas al mundo. En un giro inesperado, esta joya arquitectónica se ofrece ahora para alquilar a través de Airbnb.
Para comprender la historia detrás de este alojamiento fuera de serie, es necesario remontarse al año 2003, cuando la estadounidense Jennifer Webster y su esposo Zsolt Buday, un arquitecto húngaro, emigraron a Argentina con el propósito de establecer una productora de cine y televisión. “Tenemos dos hijos que nacieron en Argentina, vivimos aquí durante 11 años”, comparte Webster por teléfono desde su casa en España, ya que hace tiempo se fueron del país.
“Inicialmente, vivíamos en la zona de Palermo, pero ya para el 2006, cuando el barrio se volvió muy popular y comenzó a estar muy concurrido, optamos por trasladarnos a un lugar más tranquilo”, relata la americana. Fue entonces cuando adquirieron una amplia residencia en Belgrano R, que anteriormente había sido parte del colegio Sworn Junior College y había permanecido desocupada durante 10 años. No es casualidad que decidieran aceptar el desafío, ya que esta pareja es aficionada a las construcciones antiguas y abandonadas. Comenzaron un ambicioso proyecto de reciclaje para renovar por completo la casa, que contaba con 700 metros cuadrados, y finalmente se convirtió en su hogar durante siete años.
Así como se embarcaron en este proyecto de restauración en Belgrano, la pareja realizó trabajos similares en distintas partes del mundo con el mismo concepto de restaurar casas o departamento antiguos en mal estado y transformarlos en oasis modernos únicos en su tipo. Todo esto bajo la marca The Alchemists, un estudio de diseño creado por la pareja, con el cual transformaron edificios olvidados y con buena estructura en ciudades como Nueva York, Budapest, Hungría y España.
La pareja también se aventuró en otro proyecto en Argentina, en Carlos Keen, donde se comprometieron con la transformación integral de una antigua residencia campestre. Este ambicioso proceso abarcó desde la arquitectura total hasta el diseño de interiores, con el objetivo de llevar a cabo una renovación completa y una expansión significativa del espacio. Una vez que la propiedad fue restaurada a su máximo esplendor, encontró nuevos dueños en la figura de la actriz Martina Gusmán y su esposo, el director de cine Pablo Trapero.
A pesar de su arraigado amor por Buenos Aires, finalmente se vieron obligados a tomar la difícil decisión de regresar a Europa. Según Webster, “la situación en Argentina era extremadamente volátil y cambiante”, lo que dificultaba mantener una vida estable. Hasta el año 2008, vivir en Argentina resultaba económicamente viable para ellos, pero posteriormente los costos comenzaron a aumentar drásticamente.
“Recuerdo claramente”, relata, “que mientras estábamos renovando la casa en Carlos Keen, fuimos a preguntar el precio de un aire acondicionado y en cuestión de dos días, el costo se duplicó. Esta inestabilidad económica hacía difícil sostener un negocio de arquitectura o diseño de interiores. No estábamos preparados para esa volatilidad”, lamenta la estadounidense.
Dejar huella en cada casa
En 2014, la productora finalmente cerró y se vieron obligados a vender la casa en Belgrano R. Sin embargo, no estaban dispuestos a abandonar el país sin algo que los motivara a regresar. “Mis hijos son argentinos y teníamos una relación muy estrecha con nuestra ama de llaves, que era como una segunda madre para los chicos. No queríamos irnos sin tener algo a lo que volver”, explica Webster.
Con el objetivo de mantener vínculos con el país, optaron por adquirir un departamento, una propiedad más manejable que una casa, para seguir conectados con Buenos Aires. Dado su amor por la arquitectura y los desafíos, el departamento que eligieron no era convencional. Se trataba de un dúplex ubicado en Scalabrini Ortiz 2257, en un edificio de tres plantas. El último piso, a pesar de su mal estado, tenía un detalle que resultaba irresistible para ellos. “Todas las casas en las que hemos vivido eran antiguas. No nos interesaba algo que ya estuviera hecho por otros. Tenemos nuestro propio gusto y buscamos lugares con potencial pero en mal estado, así podemos dejar nuestra huella”, afirma la estadounidense.
Lo que más les atrajo fue una cúpula en el último piso del dúplex, a la altura de la terraza. “Tenía tantos detalles increíbles que decidimos comprarlo. Tuvimos que reconstruirlo prácticamente desde cero”, comenta Webster.
Entre los desafíos se destacaba el problema del ingreso de agua a través del techo. Fue necesario realizar una renovación completa que incluyó la limpieza, eliminación de pintura, reemplazo de la mayoría de los pisos, cambio de distribución, así como de puertas y ventanas. En un momento dado, descubrieron una ventana original que había sido obstruida por una pared construida por los propietarios anteriores. Además, la cocina fue reubicada.
“La cúpula estaba completamente cubierta de plantas, por lo que tuvimos que abrirla y reemplazar las pizarras, así como hacer reparaciones. Nos llevó menos de un año restaurar todo el departamento, alrededor de nueve o diez meses, mientras que la restauración de la cúpula sola tomó tres meses”, menciona la estadounidense.
El resultado final fue un departamento de cuatro dormitorios y cuatro baños. En el primer piso se encuentra el living-comedor, la cocina y un dormitorio principal, mientras que en el segundo piso se encuentran dos dormitorios más pequeños, además de una terraza con un dormitorio adicional a la misma altura. El acceso al departamento es exclusivamente mediante una escalera de mármol, ya que el edificio carece de ascensor.
Al ingresar, se encuentra un recibidor iluminado por una gran claraboya y amplias ventanas de estilo industrial. Desde este espacio, se accede a una cocina abierta, al salón comedor y a un pasillo que conduce a los dormitorios, así como a una escalera que lleva al segundo piso.
El departamento está completamente integrado, lo que permite acceder al comedor desde el hall o la cocina, adyacente al salón. Para aprovechar la altura doble del espacio, se construyó un entrepiso de hierro que alberga una biblioteca. Al lado del comedor, una estrecha escalera de caracol de hierro conduce al interior de la cúpula, un espacio circular destinado a un estar. Desde allí, se accede a una terraza en el último piso, la cual cuenta con un suelo de cemento y canto rodado, y alberga una estructura separada que contiene la suite principal.
Una vez completada la renovación, trasladaron algunos de sus muebles a la cúpula, otros a Estados Unidos y otros a Hungría. “Solo nos quedamos dos meses antes de regresar a Europa. Nuestra idea era que mientras no estuviéramos allí, se pudiera alquilar como lugar para eventos o como Airbnb. De esta manera, podríamos volver cada año y resultaría rentable”, explica Webster.
Se alquila entre US$450 y US$550 la noche, dependiendo la temporada y con descuentos semanales. Con capacidad para ocho personas, la mayoría de los huéspedes son grupos de extranjeros que visitan Buenos Aires como turistas o argentinos que viven en el extranjero y regresan para visitar a sus familias.
Desde que dejaron Argentina, han visitado la cúpula cada año y esperan seguir haciéndolo durante mucho tiempo más.
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