Los eternos vaivenes de la economía argentina, con su alta inflación, brecha cambiaria y hasta períodos de restricciones para importar, convierten a los desarrolladores inmobiliarios en verdaderos malabaristas. Por supuesto, son problemas que en mayor o menor medida suelen afectar a todos los ciudadanos, pero los grandes proyectos de la construcción, con planes trazados a dos o tres años quizás, requieren de una planificación mucho más rigurosa que la de otras actividades.
Ahora bien, en estos meses signados por la pandemia, y como si estas dificultades estructurales y recurrentes no bastaran, los desarrolladores se han encontrado con un nuevo inconveniente: la falta de materiales, muchos de ellos insumos básicos como el hierro, los ladrillos o el cemento. Construir en la Argentina es una verdadera odisea, que obliga a las empresas a reformular continuamente sus estrategias y operaciones para evitar la tan temida paralización de una obra.
“Las actualizaciones de los contratos, generalmente, nunca cubren la realidad de las variaciones de precios. Dos o tres años en este país para un contrato de obra resulta una eternidad. La necesidad de trabajar hace que uno tome obras a un riesgo muy alto, donde a veces los índices no terminan de acuerdo a lo previsto, y en la mayoría de los casos, en estos periodos de gran inestabilidad, se termina resignando gran parte de las ganancias de la obra, y a veces hasta perdiendo dinero”, dice Eduardo Laguela, apoderado de Henisa Sudamericana en Buenos Aires.
Entre la demanda y la especulación
Cuando se les consulta a los desarrolladores argentinos cómo es construir en un país con una economía tan difícil de domesticar, la mayoría suele responder que ya están más que “curtidos”, que lidiar con los aumentos de precios de los materiales o tener que salir corriendo a reemplazar una cocina o un termotanque a último momento es parte de su trabajo cotidiano. Pero que falten bolsas de cemento, ladrillos o acero no es tan común. “En estos momentos hay que hacer malabares. Tenemos diez obras en curso y por suerte no paramos ninguna. Llamamos a los corralones y cuando tienen algo lo compramos, sea lo que sea, y lo llevamos a un lote exclusivo para poder reunir todo ahí. Después vemos para qué obra sirve. Pero todo eso requiere de una inversión en recursos de logística y organización que deberíamos estar destinando a otras cosas”, admite Juan Manuel Tapiola, CEO de Spazios.
Según el Índice Construya de octubre, el despacho de materiales de la construcción se ubicó ese mes sólo a 4,4% del récord histórico de noviembre de 2017. El aumento de la demanda, sumado a la baja fabricación registrada en los primeros meses de la pandemia y a demoras en el transporte por la implementación de protocolos, son algunos de los factores que explicarían la situación actual.
Algunos, sin embargo, apuntan directamente contra la especulación financiera. “Aumentan los precios por las dudas, independientemente de que les hayan subido los costos a ellos. La fábrica de ladrillos no tiene un solo costo que le haya subido ni tiene costos importados. Pero si le demandan mucho suben los precios. Algunas cosas han llegado a aumentar hasta en dólares”, señala un constructor que prefiere mantener su nombre en reserva. En el mismo sentido se pronunció hace unos días, en el marco de la celebración del Día de la Construcción, el presidente Alberto Fernández, quien cuestionó el acaparamiento de materiales y advirtió que se aplicará la Ley de Abastecimiento.
Para Alberto Fernández Prieto, presidente de Fernández Prieto & Asociados, el problema de la provisión de materiales esenciales para la construcción depende mucho de las decisiones estratégicas del gobierno. “Por ejemplo, todas las empresas de fabricación de hierro de construcción en Argentina están en manos de extranjeros, especialmente de brasileros, no hay una sola que esté manejada por empresarios locales. Esto significa que el precio del hierro y la decisión de cuánto se va a producir se toma en San Pablo, por lo tanto la estrategia para una reactivación del mercado de la construcción no será posible si los materiales empiezan a escasear”, afirma.
Acopiar o no acopiar
El faltante de materiales limita enormemente la posibilidad de acopiar insumos, la estrategia a la que suelen recurrir las empresas de construcción para “congelar” los precios durante el tiempo que dura una obra larga. “Ahora es un problema ir con plata al corralón”, dice Tapiola.
“Hay un retroceso en el tema del acopio, cambió totalmente. Lo habitual era hacer acopio al empezar la obra, ahora por qué acopiar en un lugar y darle por adelantado un dinero a cuenta de materiales, si cuando necesites retirar producto por ahí no lo tienen. Lo mejor, entonces, es quedarte con ese dinero y comprar a medida que necesites a quien tenga cada cosa que precises”, remarca el arquitecto Ignacio Cattáneo, presidente de la Cámara de Turismo de Cariló, quien agrega que en la Costa la escasez es mayor que la que se advierte en las grandes ciudades. “Es difícil conseguir un termotanque o una bomba para pileta”, añade.
¿Se pueden reemplazar los materiales que faltan? Mientras los desarrolladores consultados aseguran que los insumos esenciales hoy no pueden ser sustituidos, algunos sostienen que algo está cambiando al respecto. “En el último período hemos observado cómo nuevos materiales y métodos constructivos ganan terreno y logran en algunos casos reemplazar a los que hasta hace muy poco eran impensados”, afirma Francisco Brañas, uno de los fundadores del marketplace de la construcción CAPP.
Como sea, para quienes hoy tienen una obra en curso o una por comenzar, la escasez de hierro, ladrillos y cemento representa un nuevo desafío. Uno más en una economía que nunca parece dar respiro.