Esta casona en el barrio de San Telmo tiene mucha historia, la compró una mujer sueca de 70 años que ayudó a conservar su encanto y los secretos que guardaba
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Brigit Fischer, una mujer suiza de 70 años, encontró en San Telmo su segundo hogar cuando, hace más de 15 años, la mujer adquirió una casa histórica en el barrio. Conoció la propiedad a través de un anuncio en el diario, donde se publicó a la venta un aviso de una amplia casa con jardín sobre la calle Bolívar, y esto captó su atención.
“Fui a verla y me encantó”, relata Brigit en una entrevista telefónica desde Suiza con LA NACION, donde se refugia de los inviernos argentinos. La historia de la casa se remonta al siglo pasado, cuando originalmente pertenecía a la familia Torrado y funcionaba como una tienda de antigüedades. La casa se vendía por separado, dividida entre planta baja y el primer piso. “Yo fui a ver la parte de arriba, pero lo primero con lo que me encontré fue con la galería que funcionaba en planta baja. Tenía una energía muy especial, así que decidí comprar la casa. Años después, adquirí el resto de la propiedad y ahora la disfruto plenamente”, asegura la suiza.
La galería a la que se refiere Brigit pertenecía a Peter y Dolores Jannecke, una pareja de origen alemán que huyó de la Segunda Guerra Mundial. Peter, quien era nieto de Friedrich Ebert, primer presidente de la República de Weimar, compró y restauró su sector de la casa en 1985, utilizando la parte trasera como vivienda y la parte delantera como galería y librería de arte, la cual bautizaron como Galería Martina Céspedes.
Antes de que Brigit adquiriera la casa, su estado de deterioro era considerable. Necesitó de una gran inversión del dinero de su jubilación para poder restaurarla por completo. Cuando tuvo la posesión de la parte de arriba en 2005, la casa no tenía agua ni electricidad, y el techo requería una refacción completa. Sin embargo, como no se habían realizado modificaciones en la estructura, se pudieron preservar elementos originales como las puertas, las persianas y el piso.
El secreto que escondía la casa
Durante la obra de restauración, Brigit se llevó una sorpresa. Descubrieron que en el fondo de la casa, debajo de un pequeño jardín, se encontraba una cisterna en perfecto estado. Decidieron crear un acceso artificial por escalera el cual permite internarse dentro de la bóveda que antiguamente funcionaba como reservorio de agua. Aunque esto implicó renunciar al espacio verde, la dueña considera que la decisión valió la pena, ya que “el resultado es espectacular”.
“Durante el virreinato y el siglo XIX, en Buenos Aires se recolectaba agua de diferentes formas”, explica Enrique Salmoiraghi, museólogo de El Zanjón y experto en el tema. “La gente podía comprarla a aguateros que la obtenían del río o utilizar agua de pozos, pero ésta a menudo estaba contaminada por los desechos arrojados en pozos ciegos cercanos”, señala Salmoiraghi. Por lo tanto, solamente las pocas familias adineradas podían construir aljibes con cisternas en sus propias casas, que funcionaban como reservorios de agua de lluvia. “Estos sistemas dejaron de funcionar en 1894 con la llegada de las obras sanitarias y las tuberías modernas”, agrega el museólogo.
Como San Telmo es uno de los barrios más antiguos de la ciudad de Buenos Aires, es común encontrar este tipo de estructuras subterráneas en la zona, como es el caso de La Casa De los Dragones, un centro cultural que se encuentra en frente de la casa de Brigit y que comparte la misma particularidad.
Las primeras remodelaciones
Otra persona que conserva muchos recuerdos de la casa de la calle Bolívar es Silvia Maiorana, quien trabajó durante varios años en la Galería Martina Céspedes. “Cuando Peter y Dolores decidieron transformarla en su hogar y en la galería de arte, recurrieron a Osvaldo Giesso, un reconocido arquitecto y pionero de la recuperación de San Telmo”, cuenta la socia.
Giesso llevó a cabo la remodelación de acuerdo a las necesidades de la pareja, derribando paredes y creando un espacio diáfano para la galería. Peter, por su parte, se encargó de invertir en elementos emblemáticos como las rejas ovaladas de las ventanas que dan a la calle, todos recuperados de otras construcciones antiguas de Buenos Aires. Sin embargo, cuando Brigit adquirió la propiedad, decidió restablecer las divisiones originales y devolverle su estructura inicial.
“Decidieron llamarla Galería Martina Céspedes en honor a la historia de la heroína de San Telmo”, comenta Silvia sobre una de las mujeres que ayudaron a defender y reconquistar la Ciudad durante las invasiones inglesas al Río de La Plata en 1807.
La galería original, según cuenta Silvia, fue inaugurada en 1972 en el Pasaje Giuffra, y posteriormente se trasladó a su última ubicación sobre la calle Bolívar en el año 1984. Durante su época de mayor auge, la galería se convirtió en un punto de referencia para el arte en San Telmo y atrajo incluso la atención del reconocido escritor Ernesto Sábato.
Sin embargo, en 2006, la galería se vio obligada a cerrar sus puertas tras el fallecimiento de Dolores en 2004. Fue en ese momento cuando decidieron vender a Brigit la parte de abajo de la propiedad, quien ya poseía la parte de arriba. A través de un acuerdo, Peter continuó viviendo en la casa trasera de la planta baja hasta que falleció, momento en el cual Brigit tuvo la propiedad en su totalidad.
La última remodelación
La siguiente restauración de la casa fue un arduo trabajo para Brigit. Desde el año 2006 hasta el 2008, se enfocó en la remodelación de la parte de arriba con la ayuda de un profesional, y posteriormente, del 2011 al 2012, se dedicó a la restauración de la parte de abajo. Durante este proceso, la mujer se encargó de amueblar la casa con elementos traídos desde Suiza, los cuales transportó en un container. Además, se realizaron las instalaciones de agua, gas y electricidad, y cada habitación fue cuidadosamente arreglada.
La decoración de la casa también conserva elementos antiguos que pertenecieron a Peter. Tras su fallecimiento, dejó una gran cantidad de objetos de arte, incluido un icónico caballito de madera y una caja fuerte que hoy funciona como alacena.
Cada rincón de esta antigua morada respira la nostalgia de tiempos pasados, mientras que su impecable restauración conserva la esencia y el encanto de su creación. La casa de Brigit, ahora restaurada y renovada, es un testimonio vivo de la fusión entre culturas y del amor por la historia y el barrio, conservando el legado de quienes la habitaron en el pasado.
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