Nicolás Serra junto a su hermano Gonzalo y su equipo son referentes en arquitectura penitenciaria en la Argentina y otros países de la región, donde ya intervinieron en más de 40 proyectos
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Nicolás Serra, tiene 55 años, es socio del estudio Serra Arquitectos, junto con su hermano Gonzalo desde 2005. Nació en una familia que giró entorno de la arquitectura. “Madre arquitecta, padre arquitecto. En casa se habló, siempre, mucho de arquitectura. A nuestros padres les apasionaba, y aún les apasiona. Seguramente eso lo absorbimos, casi sin darnos cuenta. Con los años Gonzalo y yo seguimos el mismo camino”, comenta uno de los referentes de la arquitectura penitenciaria no sólo en la Argentina, sino también en la región.
Serra se reconoce un amante de su profesión. Ese amor hoy lo comparte con su hermano y tomó forma de estudio de arquitectura. “Lo que me desvela de esta actividad es la posibilidad que tenemos de generar un cambio en la vida de las personas. La arquitectura crea el escenario donde vivimos. Es por eso que los que nos dedicamos a ella tenemos una gran responsabilidad a la hora de diseñar”, cuenta el arquitecto.
-¿Qué es lo que más le motiva de tu actividad?
-La diversidad programática me encanta; lo dinámico de la profesión me entusiasma; la alternancia de proyectos y lugares, me atrae. Hoy nos convoca, como estudio, una cárcel en Jujuy, un edificio de salud en Chubut, unas viviendas en La Pampa, un edifico administrativo en CABA. Ayer un hotel en Córdoba, y unas viviendas en Santa Cruz, un trabajo en Mendoza. Esta diversidad es la que me apasiona.
-¿Cómo es esa diversidad de construir un edificio de salud en Chubut, unas viviendas en La Pampa o una cárcel en Jujuy?
-William Moris afirmó: “La arquitectura abarca la consideración de todo el ambiente físico que rodea la vida humana, porque la arquitectura es el conjunto de modificaciones y alteraciones introducidas en la superficie terrestre con objeto de satisfacer las necesidades humanas”. Nosotros, los arquitectos planificamos ciudades en donde vivimos, planificamos calles por donde nos trasladamos, autopistas, rutas, por donde viajamos. Diseñamos parques y plazas en donde descansamos y disfrutamos. Edificios en donde trabajamos y en donde vivimos. Hospitales en donde nos curamos y, también, cárceles en donde estamos privados de la libertad. Diseñamos y creamos espacios. Los arquitectos, a mi modo de ver, somos protagonistas. Mucho más de lo que se cree.
-¿Cómo surgió en su vida esta veta arquitectónica que tiene a las cárceles como protagonistas?
-La arquitectura penitenciaria surgió casi sin darme cuenta. Me topé con ella al inicio de mi profesión de la mano de un proyecto y comenzamos a desarrollarlo sin saber hasta dónde nos conduciría. Poco a poco fuimos entendiendo lo que significaba esta temática -generalmente está muy dejada de lado-. Ya en el primer trabajo, un proyecto que presentamos para la ciudad de Rosario, que finalmente no se construyó, comencé a entusiasmarnos con esta rama. Luego la empezamos a estudiar y nos fuimos contactando con profesionales que realmente conocían del tema. Aprendimos mucho y .aunque desde ese trabajo pasaron muchos años- aún hoy seguimos aprendiendo. La arquitectura penitenciaria es un camino largo y aún nos resta mucho por transitar, descubrir y aprender.
-¿Le gustaba la arquitectura carcelaria o le encontró, con el tiempo, el gusto a este tipo de obras?
-Creo que de a poco me fue interesando más que gustarme. Ahora nos apasiona trabajar en este tema. Cuando veo la posibilidad que tenemos en dar algo más que sólo alojamiento a los presos, eso nos motiva y, a la vez, nos obliga entregar un mayor esfuerzo personal y de todo el equipo que trabaja en Serra Arquitectos. Pero, nuestro estudio hace mucho más que cárceles. Nosotros construimos aeropuertos, edificios públicos, edificios privados, oficinas, viviendas, hoteles y, por su puesto, también cárceles.
-¿Cómo se convirtió en un especialista en este rubro?
-Trabajando mucho y estudiando más. Equivocándonos y aprendiendo, de cada uno de esos errores. A veces no me creen cuando digo que solemos visitar nuestras cárceles años después de inauguradas. Ahí vemos cómo se usan y cómo se mantienen. Para ello, hablamos con los que en ese momento las habitan. Escuchamos atentamente reproches y también halagos. Aprendemos de cada cosa que nos dicen. Ya hemos visitado más de 90 cárceles, en más de 10 países.
-¿Cuántas obras penitenciarias realizó hasta el momento y en cuántos países está presente su trabajo?
-El estudio ya lleva más de 40 trabajos vinculados con esta temática y de ellos unos 15 se concretaron tan solo en los últimos años. Muchos de esos trabajos consistieron en consultorías y en asesoramientos en políticas públicas relacionadas con esta temática. Hemos intervenido en Argentina, por su puesto, pero también en Chile, Uruguay, Colombia, Ecuador, Panamá y Perú.
Actualmente, estamos construyendo, el Complejo Federal Penitenciario de Mercedes y la cárcel de Jujuy, entre otras. Sin dudas, cada trabajo es un nuevo desafío. En cada proyecto incorporamos elementos adaptados, mejorados o más estudiados de obras anteriores.
Los arquitectos, somos un eslabón del proceso político, administrativo y técnico, que está vinculado con la materialización de estas construcciones penitenciarias. Con el estudio hemos dado conferencias vinculadas a estos temas, participamos en la planificación de obras, diseñamos proyectos y, también, controlamos la ejecución de las obras. Hasta hemos asesorado en la puesta en marcha y en la operatividad de cárceles.
-¿Es lo mismo diseñar este tipo de complejos para cualquier país? ¿Existen principios internacionales?
-Cada país tiene sus propias características y estándares en cuanto al diseño y a operatoria, y siempre hemos respondido a las necesidades que cada lugar o que cada cliente y, por su puesto, a la propia idiosincrasia. No hay un único patrón de diseño en las cárceles. O por lo menos no lo hay en las nuestras. Si, en cambio, y es menester decirlo, todos nuestros proyectos tienen algunos elementos arquitectónicos en común que delatan nuestra autoría: la habitabilidad.
-¿Cuáles son las diferenciales entre sus propuestas?
-Algo que me marcó en mi visita a las cárceles es el mal olor y la mala ventilación e iluminación, si es que cuentan con la suerte de tener. Recuerdo la primera cárcel que visité, hace ya muchísimo años, fue tal el impacto que aún hoy sigo sintiendo náuseas. Lo malo es que esto me sigue sucediendo al día de hoy cuando recorro cárceles. No me acostumbro. Y tampoco me lo permitiría.
Quizá por eso, uno de las grandes diferenciales de nuestros proyectos esté vinculado con la habitabilidad. Es decir, iluminación, ventilación natural, cuestiones climáticas y acceso a los servicios básicos de salubridad (inodoros, mingitorios, lavabos y duchas).
No importa para qué servicio penitenciario se diseñe o para qué clasificación de internos. Las cuestiones de habitabilidad están vinculadas con el ser humano y sus necesidades básicas. Son un derecho inalienable e indiscutible que tenemos muy en cuenta a la hora de diseñar.
Estamos convencidos de que la infraestructura carcelaria es sin lugar a dudas parte esencial del sistema penitenciario y, como tal, debe garantizar no agravar los sufrimientos inherentes a tal situación, sino todo lo contrario. Los usuarios de estos edificios, más allá de todas las obvias cuestiones de seguridad, necesitan y requieren de la máxima habitabilidad.
Es por eso que en nuestros proyectos priorizamos la correcta y adecuada iluminación y ventilación. Hacemos, además, hincapié en las ventanas de las celdas, en las áreas comunes e, incluso, en los sectores de los baños. Con el tiempo, fuimos incorporando texturas y colores en ciertos muros. Además, en los últimos años hemos cambiado algunas rejas por muros cribados cuya arquitectura es mucho más amable, sin que ello signifique menos seguridad. Incluso, algunas ventanas hoy no tienen rejas.
Otra de nuestras características es que en nuestros proyectos incorporamos gestos y elementos arquitectónicos que no son los típicos carcelarios. Con eso logramos un avance en la humanización de la arquitectura penitenciaria. Muchos sectores de nuestras cárceles no parecen cárceles. Y eso nos gusta. Este tipo de arquitectura debe acompañar la humanización de los espacios, debe lograr disminuir el sufrimiento, el aislamiento y el dolor de los individuos recluidos. Creo que ahí está nuestra mayor diferencia con otros proyectos.
-¿Cuál es la mayor dificultad con la que se encuentran al momento de diseñar cárceles?
-Más que dificultad lo llamaría desafío, porque si bien es cierto que el diseño está supuesta y principalmente vinculado a la funcionalidad y la seguridad, ambos aspectos tienen que ver con varias otras cuestiones como lo son la ubicación, para qué servicio penitenciario se está diseñando, si son hombres o mujeres, jóvenes adultos, adultos o gerontes, procesados o condenados, etc. También inciden factores como las accesibilidades a servicios de salud, de recreación al aire libre, de educación y de programas que fomenten el trabajo o los quehaceres de los internos.
El diseño arquitectónico en esos aspectos resulta de vital importancia, pues minimiza el estrés motivado por la falta de libertad. Y hasta reduce los intentos de fugas. Nuestra tarea como arquitectos resulta fundamental, aunque muchas veces, durante las etapas de los procesos de diseño, puedan pretender estar subyugada a decisiones económicas, políticas o de seguridad mal interpretadas.
-¿Este tipo de proyectos, te dejó alguna anécdota que acuñás?
-Tengo muchas anécdotas. Pero suelo recordar y repetir una. No es risueña, es emotiva. Fue visitando una de las cárceles que habíamos diseñado y que se había inaugurado un tiempo antes. Lo recuerdo, con precisión quirúrgica. Estaba recorriendo uno de los módulos de alojamiento cuando se acercó una persona, nos saludó y nos preguntó de dónde veníamos (muchas veces hay visitas protocolares o de los distintos organismos públicos y, generalmente, los internos aprovechan para pedir cosas o elaborar alguna queja). Cuando le dije que éramos los que habían diseñado la cárcel, me tendió la mano y sin soltarla -con firmeza y mirándome a los ojos- me comentó lo que le había cambiado su vida en al llegar a esa cárcel -en comparación con el centro de detención de donde venía. Y cuando le pregunté a que se refería exactamente, su respuesta hizo que todo el esfuerzo que hacemos desde hace años en el estudio, valiera la pena. Su respuesta fue que la luz y ventilación de esa cárcel hacía la gran diferencia. Aun hoy, lo recuerdo y me sigo emocionando.
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