Tras un primer emprendimiento de un delivery de alcohol durante la ley seca en la Ciudad de Buenos Aires, hoy a los 41 años Eduardo Bastitta encara el ambicioso proyecto de la smart city que apunta a convertirse en el Silicon Valley uruguayo
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Así como ser buenos estudiantes en el colegio no garantiza el éxito profesional de adultos, son muchos los casos que funcionan a la inversa. Cuando terminó el secundario Eduardo Bastitta planeaba anotarse “en el terciario más básico” que encontrara. No era falta de oportunidades, ni una cuestión económica. Por el contrario. Egresado del Cardenal Newman, colegio bilingüe y cuna de empresarios, simplemente la vida académica no le había resultado como a cientos de chicos que no encajan en el modelo predeterminado que ofrece la educación. “Siempre me fue mal en el colegio. Cuando terminé no quería saber nada con estudiar; ya haber terminado el secundario me parecía un mérito enorme”, confiesa el CEO de Plaza Logística en una charla con LA NACION, en una oficina improvisada en el espacio Creta de Costanera -el ex boliche Pachá- donde presentó la construcción de los primeros edificios en +Colonia, la ciudad del futuro que comenzará a levantar en Uruguay el año próximo.
El ambicioso proyecto de real estate apunta a convertirse en el Silicon Valley del Río de la Plata. Con una inversión de US$500 millones es una idea que el empresario pensó para un terreno de 500 hectáreas que su padre compró 30 años atrás, y que fue mutando de proyectos hasta la visión del joven empresario de hacer una ciudad inteligente “entre las dos orillas” de Colonia y Buenos Aires. Mientras sigue con su compañía y lleva adelante el sueño uruguayo, Bastitta confiesa que “no descarta” entrar a la política aunque, espera, “no tenga que hacerlo”.
Una charla y un cambio de rumbo
Hay dos vocaciones que Bastitta reconoce desde los 13 años: una, que tenía menos identificada, que era la de emprender, y la otra que describe como una “obsesión por sembrar un cambio en el país”, que, afirma, heredó de su madre. “Estas dos características me siguen al día de hoy y por eso siento que tengo esa dualidad”.
Cuando terminó la “formación obligatoria” en la prestigiosa institución ubicada en la localidad bonaerense de Boulogne pensó que su etapa académica había terminado. Sin embargo, una charla en la Universidad Torcuato Di Tella a la que asistió -un poco para seguir a sus amigos y otro poco para “calmar” a sus papás, que le insistían que siguiera con los estudios- le cambió la perspectiva. Fue en ese encuentro en el que disertó Federico Sturzenegger, - ex presidente del Banco Central durante el gobierno de Mauricio Macri y que en ese entonces era director de la carrera de Economía Empresarial- que, cuenta, se le encendió “una chispa” que no había sentido hasta entonces. El ex funcionario contó por qué era la carrera ideal para emprender, y todo lo que se podía lograr emprendiendo. “Fue muy motivacional porque de algún modo unió esas dos vocaciones que traigo desde chico. Además, compartió algunas historias de casos en el país, como por ejemplo Eduardo Elsztain (presidente de IRSA) y vi a la carrera más como un medio para hacer cosas y transformar realidades”.
Y, aunque la universidad no estaba en sus planes, en el curso de ingreso “le fue muy bien” y por eso describe la experiencia como “un despertar”. “Cuando vi los resultados ahí pensé: a ver si en realidad puedo.” Así, la universidad fue la cuna de sus primeros proyectos.
Emprender, fracasar y seguir
Durante su etapa laboral en el mundo corporativo, donde trabajó en empresas como Tecnonexo - del rubro de tecnología- y Quilmes, Bastitta comenzó a emprender: el primer proyecto, fue una página web a la que subían fotos que hacía en los boliches. “El estudio donde hacíamos los books era el fondo de la oficina de mi mamá, pero llegamos tarde a la burbuja de internet, al no conseguir publicidad, le pusimos fin”. El segundo proyecto, aunque terminó en fracaso, fue su despegue como emprendedor.
El caso ancla para él fue Capone, un servicio de entrega a domicilio de bebidas alcohólicas, que nació con la ley seca en la Ciudad de Buenos Aires, cuando se prohibió la venta de alcohol en la calle a partir de las 22, excepto en modo delivery. “Ahí entramos nosotros. Capone creció mucho: llegamos a tener cuatro locales. Fue el momento en el que arrancaba la euforia por el Fernet. Éramos un grupo de cuatro amigos del colegio: nos vestíamos de gangsters y repartíamos alcohol. Laburábamos un montón, de lunes a domingos. Empezaron a salir notas en los medios y el emprendimiento empezó a crecer”.
Fue en 2006 que renunció a Quilmes para dedicarse de lleno a sus propios negocios, entre ellos, un pool de siembra en Uruguay y un proyecto para hacer alimentos enlatados para exportar a África. Pero, especialmente a Capone, que le consumía casi todo su tiempo libre.
El negocio tan prometedor en sus inicios, finalmente cerró debido a la competencia informal. Bastitta lo describe como “una gran frustración”, porque por primera vez chocó con las dificultades y trabas que implica llevar un negocio formal en la Argentina. “hacer las cosas bien y que te vaya bien. “Fue muy duro darme cuenta que en la Argentina no se podían hacer las cosas bien y que te fuera bien. Que las pymes estuvieran condenadas a ser informales e insignificantes sin posibilidad de crecer en una economía pensada para enormes compañías monopólicas. Los que nos competían de modo informal vendían a menor escala pero más barato y ganaban más que nosotros. Nos dimos cuenta que creciendo, nos formalizábamos. Y, formalizándonos, perdíamos plata. Además, empezamos con problemas de todo tipo. Trabajé dos años haciendo crecer el negocio y dos años para poder cerrarlo. Fue muy difícil”.
Tras esta frustración, en 2008 el emprendedor contempló dejar la Argentina y mudarse a los Estados Unidos. Pero fue su socio-cofundador y amigo Benjamin Griswold, quien lo convenció para quedarse. “Tenemos que hacer algo a largo plazo, con activos reales que puedan transformar las operaciones logísticas en Latinoamérica”, le dijo. Así, en 2009, nació Plaza Logística, una empresa de desarrollo de infraestructura logística que tiene seis locales, más de 400.000/m² y factura US$ 40 millones al año.
Un crédito millonario a los 29 años
“Siempre es algo muy natural de los emprendedores, además de arriesgarse, no etiquetarse en un sólo rubro, tomar muchos riesgos”, señala como las características principales que resalta como emprendedor. De su experiencia con el agro, por ejemplo, tomó conocimientos relacionados a la transformación de tierra y lo aplicó en Plaza Logística y ahora también con el mega emprendimiento de +Colonia.
Lejos de ser un operador logístico, Plaza Logística se dedica a hacer grandes inversiones en infraestructura, y sólo se ocupa de operaciones básicas de los parques (como la seguridad, el mantenimiento, la limpieza). Tal es así, que en los parques trabajan alrededor de 6000 personas y sólo 200 responden a la empresa.
“Con mi socio descubrimos el sector de logística y nos enamoramos de la idea de lo que se podía hacer desde activos reales para transformar las operaciones logísticas de los clientes. El concepto era generar disrupción y transformación en las operaciones logísticas desde las inversiones en activos reales. Básicamente, parques logísticos”. La propuesta consistía, básicamente, en transformar la operación logística de un montón de compañías armando grandes predios con lo último en tecnología, aprovechando los 20 años de experiencia en el mundo desarrollado.
A los 29 años viajó a Washington en busca de créditos de organismos multilaterales. “Me pareció una locura. Nos sentamos con gente del Banco Interamericano, el banco mundial y les mostramos el proyecto que decía que íbamos a ser la gran plataforma de infraestructura logística de Sudamérica. Les encantó la idea: hablamos de un millón de metros cuadrados, integración regional, financiamiento a largo plazo. Cuando termina la presentación nos preguntaron: ¿Qué tienen en concreto?. “Buenos, tenemos la idea de....” . No nos dejó terminar la frase. “Vuelvan cuando tengan algo”.
Y eso hicieron. Con un inversor vinculado a la familia del socio, que iba a aportar el 70% del capital para hacer una operación, encontraron “un predio ideal” para arrancar en Pacheco, que era de un fondo americano y se llamaba Plaza Logística. Pagaron US$15 millones por una opción de compra y salieron a buscar crédito: consiguieron un financiamiento de muy corto plazo con el Banco Patagonia de US$5 millones. Todavía necesitaban levantar US$10 millones más. “Era casi imposible para nosotros. Pero, los inversores empezaron a aparecer porque el negocio era atractivo. Uno de los inversores que conseguí había escrito una carta de lectores y le mandé un mail. Fue el principal actor: puso US$1 millón. Cerramos la operación con 20 inversores aproximadamente”. Ya tenían el capital.
Así con US$1 millón en capital y US$5 millones en deuda cerraron la operación del predio de 13 hectáreas en Pacheco y volvieron a Washington: “Conseguimos un crédito insólito de la Corporación para la Inversión Privada en el Extranjero (OPIC), una institución del gobierno de Estados Unidos, y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Fue una oficial de crédito cubana que se enamoró del proyecto. Fue el primer y casi el último crédito que se aprobó para la Argentina: US$10 millones de a 11 años al 5%.” A su vuelta refinanciaron la deuda con el banco. Entonces ya tenían un activo -el predio en Pacheco-, deuda a largo plazo, relación con organismos multilaterales y clientes. “Ahí dijimos: vamos por todo. Levantamos US$30 millones de capital y le sumamos US$30 millones en lo que fue el primer préstamo del Banco Interamericano a una empresa de logística y ahí se nos abrieron las puertas de Washington y empezamos a conseguir inversores cada vez más grandes, préstamos por montos más grandes.”
De ese entonces a la actualidad realizaron siete capitalizaciones -por un total de US$200 millones-, cerca de 20 financiamientos, inversiones por más de USS$400 millones en la Argentina y siete parques, con casi 500.000 metros cuadrados.
Fue un camino muy complejo. “En momentos de crisis temblamos mil veces. Fue un recorrido siempre muy duro. Es inevitable padecer, algo que les cuesta hoy mucho a las nuevas generaciones de millennials y centennials. Los jóvenes hoy quieren llegar sin tener que pasarla mal. Ser emprendedor es una vocación. Cuando te metes en este mundo sabes que vas a sufrir mucho, por mucho tiempo. Es como meterte en una trituradora de carne”.
Cambio de proyecto: de un barrio cerrado al sueño de la ciudad a dos orillas
A medida que creció Plaza Logística, Bastitta se alejó de su rol de emprendedor para convertirse en empresario. Pero, empezó a extrañar ese papel y fue ahí cuando, recuerda, se enamoró de la idea de +Colonia. “Como emprendedor Endeavor me fui involucrando con emprendedores del mundo de la tecnología y empecé a notar que mucho de lo que hacíamos en Plaza Logística se podía pensar para las empresas de tecnología. Entonces empezó a dar vueltas en mi cabeza esta idea de armar una especie de hub de innovación donde las empresas pudiesen convivir con sus empleados en un formato que no fuera más de oficina. Lo pienso como una redefinición: en vez de hacer oficinas más lindas, con atractivos para que vuelvan los empleados, que no vuelven, cambio la oferta. Te propongo un barrio, un distrito: el distrito Mercado Libre, Globant, Microsoft, donde puedas trabajar y vivir.”
Así, proyectos anteriores para el predio de 500 hectáreas, orientados a casas de fin de semana, vacaciones, o barrios de golf, quedaron truncos y dieron paso a +Colonia. Aunque se trata de un concepto todavía incipiente en el mundo de la tecnología, en la Argentina diferentes compañías tradicionales, YPF o Ledesma, empezaron a urbanizar para sus empleados hace 80 años. Disney fue la primera, pero en un formato más parecido a lo que se hacía hace unos años en empresas industriales que urbanizaban para empleados. Hoy hay proyectos de urbanización de empresas como Google y Meta. O distritos modernos como el de Amazon en Washington. “La diferencia es que se dan en las grandes urbanizaciones o en los alrededores. Hoy los jóvenes quieren vivir cerca de su familia y sus amigos. En eso Buenos Aires tiene un activo gigante por la cercanía con Colonia”.
“Hace tres años presentamos esta idea en Colonia. Dije vamos a duplicar la población de la ciudad, convocar jóvenes de la tecnología de todo el mundo. Generó mucha sorpresa. Me crucé con mucha gente que me decía que empezara de a poco, con algo chico. Pero yo dije: ni loco. Es una decisión de vida, que tiene que ver con mi personalidad, mi forma de involucrarme en los proyectos. O me meto a fondo o no me meto.”
En dos años y medio junto a sus socios fueron conformando consensos con diferentes fuerzas políticas de Uruguay, con sociedades, instituciones, y hace seis meses firmaron el contrato con un acuerdo público-privado para urbanizar las primeras 200 hectáreas. Se sumaron desarrolladoras argentinas como Argencons e Eidico y la uruguaya Zonamerica. “En este tipo de iniciativas tenés que tener un muy lindo sueño aspiracional de largo plazo, que convoque a todos a un objetivo concreto, pero también un primer paso realizable, tangible, realista y seguro”.
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