La primavera europea es el momento ideal para conocer los colores de Collioure, en Francia, muy cerca de la concurrida Cadaqués, en España; enseña la grandiosidad del movimiento fauvista
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“No existe en Francia cielo más azul, solo tengo que cerrar los postigos de mi ventana para conservar en mi alcoba todos los colores del Mediterráneo”, aseguraba Henri Matisse sobre Collioure. Seductor y luminoso, este pueblito con fachadas naranjas y rosadas, inspiró, congregó y albergó a varios nombres famosos de la cultura francesa y española. Con su soleado paisaje y una luz de mar que se refleja en las calles, lleva años impregnado de arte y poesía, irradiando su colorismo al mundo desde la región de Occitania.
Este rincón del sudoeste francés -a solo 200 kilómetros de Barcelona- es un refugio de artistas, escritores y pensadores que acoge fanáticos de los fauves (movimiento pictórico originado en Francia, alrededor de 1904 a 1908). Ellos llegaron hasta aquí motivados por los colores de Collioure, en la arquitectura y en su paisaje que cambia con el momento del día. Instalado en esta localidad, Matisse acompañado de un joven André Derain fraguó esta vanguardia -basada en la aplicación libre y emocional de tonalidades vibrantes- que revolucionó al Salón de Otoño de París de 1905.
A pesar de su importancia histórica, el destino no se ha masificado y se conserva intacto, una meca para todo art lover. El secreto mejor guardado de la costa bermeja francesa es este reducto bohemio que invita a conectarse con los genios del fauvismo. De puerto fenicio a pueblo de pescadores y cuna de una de las vanguardias de principios del siglo XX: aquí nació el fauvismo y murió Antonio Machado.
La importancia del color
La couleur comme absolue es el lema de Collioure. “Los pintores se inspiraron en los colores del pueblo para crear un movimiento pictórico que se basa en tonalidades vibrantes”, informa Noémie Basty, la guía turística que me acompaña en esta ruta fauvista por Collioure. Aquí mismo, “las fieras” crearon un estilo que fue una provocación. Así los bautizó el crítico Louis Vauxcelles para referirse al conjunto de artistas del III Salón de Otoño de París que utilizaron el color espontáneo y puro en sus obras, toda una brutalidad para el código de la época. ¿Cómo lograron el color absoluto? “El primer recurso de las fieras para dar con este efecto es usar el color puro, directo del pomo. Tomar la pintura como viene, sin hacer mezclas que pueden atenuar o ensombrecer la superficie”, describe Noémie.
Tanto los frentes de los edificios como los marcos de ventanas y puertas de calle, en Collioure, son muy coloridos. El color absoluto en el interiorismo se obtiene con textiles, empapelados, muebles, vajilla y hasta electrodomésticos de tonos vibrantes. “El truco está en combinar colores complementarios o cálidos con fríos, para crear un contraste que hace que los tonos sean más vivos. Por ejemplo rojo con verde o naranja con azul”, explica la francesa.
Otra clave: la vegetación: “Los Colliourenc también utilizan muchas plantas coloridas típicamente mediterráneas para decorar las calles, como buganvillas, adelfas, enredaderas de Virginia, plumbago y nísperos.” Por ello el mejor momento del año para venir es la primavera, cuando las flores comienzan a asomarse. Para comprender bien este estilo de decoración hay que perderse por las callecitas del encantador quartier du Mouré, el barrio donde antes residían los pescadores y hoy está repleto de departamentos turísticos, ateliers y galerías de arte, sin perder la quietud y autenticidad de casco antiguo.
“Hay una razón histórica para el uso de colores en las fachadas de las casas. En este pueblo marino, los pescadores usaban tonos muy vivos para pintar los cascos de los barcos catalanes con los que trabajaban. Para evitar desperdicios, la pintura sobrante se usaba para pintar sus casas”, cuenta Noémie.
La casa de los fauves
En la puerta de La Maison du Fauvisme hay un retrato de Matisse hecho por Derain, y uno de Derain hecho por Matisse. Los padres de este movimiento artístico de vanguardia nos dan la bienvenida a esta casa que resguarda el legado que dejaron estos grandes de la pintura francesa en este pueblo mediterráneo. La casa de los fauves es un espacio educativo y un lugar de encuentro dedicado al fauvismo y la historia de Collioure. Sus anfitriones son los mediadores culturales, que reciben y conducen al visitante en el descubrimiento sensorial durante caminatas guiadas. Punto de partida de cada recorrido, este sitio cultural imprescindible tiene un original gift shop donde encontrar una amplia selección de libros especializados y reproducciones de obras fauvistas.
“Las fieras” llegaron aquí en 1905, como pioneros del arte en Collioure, que por supuesto todavía no era un pueblo de interés cultural y turístico. Si nos vamos a su famosa costanera que han pintado tantas veces, la iglesia que hoy vemos ya existía, el castillo real también, y hasta él llegaba la playa, que en lugar de gente tomando sol tenía a los barcos catalanes meciéndose, con sus típicas velas triangulares. “Hay que imaginarse que eran más de 150 embarcaciones, que regresaban del mar con anchoas y sardinas: la economía del lugar dependía de la pesca, por lo que esta zona estaba repleta de pescadores, que también fueron retratados por los fauvistas”, detalla la guía de La Maison. Entonces, ¿qué es lo que vinieron a buscar estos pintores a Collioure que no tenían en París? El sol, el Mediterráneo y el color.
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