Admirador de Clorindo Testa, Bjark Ingels habló con LA NACION sobre los desafíos de la profesión, su creación preferida y por qué cree que la capital porteña está a la vanguardia del diseño
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Sus proyectos se destacan por la originalidad y la versatilidad. Desde una planta de reconversión de residuos que funciona a la vez como una pista de esquí en Copenhague o un museo que es a la vez un puente en un río en Noruega, Bjark Ingels es en la actualidad uno de los arquitecto más reconocidos del mundo.
No se trata solo de la calidad de sus diseños sino también la conciencia ambiental que imprime a cada una de sus creaciones: “A veces se trata de pensar más allá de la función por la cual se construye un edificio y dar algo más al mundo que ni siquiera pidió”, dice en diálogo con LA NACIÓN, el arquitecto danés de 47 años, cuyos emprendimientos se despliegan por todos los continentes.
El creador de la Lego House, el museo de los emblemáticos ladrillos, en su ciudad natal Copenhague, visitó la Argentina para participar de la presentación de Arretverse, un masterplan para el planeta que incluye a referentes como Santiago Siri. Además, brindó una charla en la Universidad de Buenos Aires a la que asistieron más de 6000 personas. Ingels se reconoce a sí mismo como un admirador de Buenos Aires, ciudad a la que identifica como “la Barcelona de los ‘90″, por la reconfiguración de la ciudad en los últimos años y, además, reconoce la influencia del argentino Clorindo Testa en sus obras.
El danés, elegido en 2017 entre las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Times, se convirtió en un personaje muy mediático con apariciones en TED Talks y un episodio de Netflix en la serie Abstract.
El gran “sello” que imprime a sus obras está en añadir un componente social para “dar un regalo al planeta” e impulsar la sustentabilidad como una de las bases de todos los proyectos que lleva adelante desde su estudio BIG (Bjarke Ingels Group). “Se trata, en resumen, de buscar una forma de superar las expectativas para dar más al planeta”, afirma.
En tu paso por Buenos Aires dijiste que “nadie tiene más poder para cambiar el mundo que los arquitectos”. ¿A qué te referís?
De alguna forma creo que me gusta explicar esto a partir del significado de la palabra formgiving: que significa dar forma a algo a lo que no le han dado forma todavía. Dar forma al futuro. Y como arquitectos y diseñadores tenemos el poder de dar forma a las cosas que imaginamos y así dar forma al mundo en el que queremos vivir. Entonces si lo pensás así es un enorme poder, una enorme responsabilidad, cuando nos desafían a diseñar algo y en vez de quedarse sólo con intentar hacerlo lindo o que encaje, tratar de dar forma al futuro. La palabra diseñar tiene distintos orígenes; el latino que da una idea que es de estilo estética fashion o inclusive algo superficial pero en realidad es sobre la pregunta más fundamental: en que clase de mundo queremos vivir.
En tus proyectos hay un fuerte componente que se repite, que es más allá del diseño de proyecto que embarques siempre tiene un ala social, un componente público. ¿Esto tiene que ver de alguna manera con la referencia que hacés a diseñar el mundo en el que queremos vivir?
Si, creo que ese es el punto. Si nos quedamos en esa etimología de formgiving, ese es el poder secreto que tenemos como arquitectos. Porque como arquitecto no tenés poder político, porque no dictas las leyes; tampoco el que tiene el poder económico, porque no llenas los cheques para los proyectos. Por eso la clave está en “dar regalos” al mundo. Por ejemplo, cuando nos piden hacer algo, como una planta sustentable y limpia tenemos la chance de dar al mundo algo que no nos pidió en primer lugar. Para demostrar el poder que puede tener la tecnología y la innovación pudimos poner una pista de esquí en el techo. Y así, en cada proyecto tratamos de comprometernos a encontrar un regalo que podamos dar al mundo y estos regalos pueden tener forma de espacios públicos, y que sean de provecho para más personas además de las que pagan la renta. Un edificio es parte de la geografía o la geología o hasta si querés de la biología del mundo y más allá de las personas que pagan el proyecto -a quienes por supuesto buscás darle todas las funcionalidades y comodidades del edificio- también lográs que dé algo al lugar al que pertenece. Por ejemplo, el museo en Noruega que tiene un puente de un lado al otro del río. Es un museo pero también el lugar que te lleva de un punto a otro. Así el edificio termina haciendo más de lo que estaba destinado a hacer. Se trata, en resumen, de buscar una forma de superar las expectativas para dar al mundo más.
De la mano de esta necesidad de dar forma al futuro y pensar un poco en esto que mencionás de dar algo al mundo. ¿Cuáles creés que son los grandes desafíos de la arquitectura?
Uno de los grandes desafíos del planeta es cómo nos dirigimos al cambio climático, cómo construir teniendo en cuenta la sustentabilidad. El informe de la ONU dice que las emisiones de carbono tendrían que reducirse en un 45% para 2030 con respecto a los niveles de 2010, y seguir disminuyendo hasta alcanzar el “cero neto” aproximadamente en 2050 para tener un futuro viable. Como arquitectos tenemos que encontrar la forma de ayudar al desarrollo y construir con formas más amigables con el medio ambiente. Estamos en medio de un proceso de armar los headquarters de Google en Mountain View. Tanto el techo como la fachada están totalmente diseñados con paneles fotovoltaicos de textura de vidrio, que se parecen a cerámicas pero que crean energía. Además, el diseño deja entrar la cantidad perfecta de luz y el paisaje alrededor es un lindo jardín pero también es una instalación que limpia todo el agua negra y los desechos. Hay una doble función: disfrutás de la vista de un lindo jardín, pero en realidad está limpiando el agua. Por otra parte, podés observar un elegante techo ondulado con escamas de dragón que en realidad son paneles solares que crean energía. La semana pasada ganamos un concurso internacional de arquitectura para la nueva sede del Centro Común de Investigación de Sevilla (JRC), dependiente de la Comisión Europea y donde trabajan 400 investigadores de toda Europa. El edificio está formado por una cúpula de porches solares que proporcionan sombra a una plaza, a un jardín y también al edificio. Tiene la doble función de cosechar más energía de la que produce pero también dar sombra al espacio público.
La sustentabilidad, tan presente en todos tus diseños, está un poco basada en esta doble función, ¿verdad?
Creo que el mundo está lleno de posibilidades. Creamos nuestras propias oficinas en Copenhague usando un tipo de concreto para reemplazar el cemento y logramos reducir las emisiones de carbono un 3% y, además, al dejar el concreto expuesto recupera la energía. Se trata de buscar la forma de hacer las cosas en forma inteligente y consciente.
Tenemos un gran potencial para mirar a nuestra industria y al mundo con ojos nuevos. Creo que tiene un poco que ver con la frase “te convertís en lo que medís”. Si querés perder unos kilos te pesás todos los días, porque así tenés más información y esa información te ayuda a tomar mejores decisiones. Si hacemos lo que podemos para medir nuestra huella de carbono hay un montón de ideas disponibles para descubrir y nos van a permitir inventar nuevas tipologías de edificios porque de repente nuestros edificios tienen que hacer más de lo que solían estar diseñados para hacer antes.
¿De dónde sacás la inspiración para tus proyectos? ¿Cómo es el proceso creativo?
Cada ciudad, cada proyecto, tiene algo propio, algo inusual o una dificultad. Pienso que puede ser parecido al proceso de un periodista. Tenés algo que parece ser de una forma y después de hacer muchas preguntas a veces podes imaginar o inclusive saber las respuestas que te van a dar, pero a medida que hacés más preguntas en alguna respuesta encontrás ese algo interesante que estabas buscando y descubrís la relación entre esa pregunta y la respuesta, que están extrañamente relacionadas. Del mismo modo, si tratás de abarcar un problema desde diferentes ángulos para buscar pensar desde el lugar del cliente, del vecino, del trabajador o del residente, o el que va a mantener el edificio o los historiadores o urbanistas que entienden el barrio. Todo eso te va a dar muchas perspectivas diferentes y esta idea de dar un relato y dar forma al futuro preguntándote a vos mismo: ¿Qué es lo que nos pidieron que hagamos? Y ver si hay algo más que podemos hacer. Esas preguntas te invitan a pensar cuál es la más fundamental que podamos responder y hacés el proyecto a partir de intentar resolver esa pregunta fundamental para resolver un problema.
Entonces, podes escribir muchas palabras pero si no identificás la pregunta crítica va a ser solo un reporte, una nota más. Pero si profundizás va a ser ese periodismo trascendental que te invita a pensar. En arquitectura es lo mismo: creo que si encontrás esa pregunta crítica podés dar con una idea de una forma en la que no habías pensado.
¿Cuánto de esto de dar más al futuro y al mundo está relacionado con esta experiencia de diseñar un edificio en el metaverso?
El metaverso es como un espejo del mundo en la virtualidad, ver qué rol puede jugar. En la Argentina con varios referentes de distintas áreas (como Santiago Siri) estamos envueltos en el proceso de un proyecto llamado Arret, que significa Terra a la inversa, que podría representar un lugar al que vas si querés experimentar el futuro o los planes que existen para nuestro mundo para el futuro. Cuando salió Google Earth tenías una línea del tiempo que te llevaba de vuelta al pasado. A partir de fotos podés ver calles y fotos del pasado. Acceder a lo más reciente pero también ver cómo era diez o quince años atrás y ver cómo el mundo cambió.
Con Arret pensamos que puede ser ese lugar al que podés ir a experimentar cómo va a ser el mundo en 2050. Todos los que estén trabajando en un masterplan o proyectos para el futuro pueden plasmarlos y hacerlos realidad ahí y experimentar el futuro; ver el impacto de una idea de la forma más real posible. También estamos trabajando con la ciudad de Miami para crear una ciudad digital melliza para Miami como un puente entre lo real y lo virtual. Eso puede ayudar a que los proyectos se materialicen y no mueran en el proceso. Yo llevo practicando la arquitectura desde el 2000, durante casi un cuarto de siglo y en el proceso me entristece decir que sólo un 5% de los proyectos que diseñamos logré hacerlos realidad.
¿Cuál de los proyectos lamentas más no haber podido concretar?
Los proyectos mueren por todo tipo de razones. Durante el colapso de la economía en 2008 perdimos todos los proyectos en los que estábamos trabajando. Un mes antes del colapso habíamos ganado el concurso para hacer el Banco Nacional de Islandia y por supuesto eso nunca pasó.
Quizás uno de los diseños más lindos que hicimos fue una filarmónica y cuando estábamos subiendo el trabajo para presentarnos en la competencia, la plataforma se derrumbó y nunca más pudimos recuperarlo. En vez de aceptar que fue un error técnico de la página, insistieron que fue nuestra culpa y no pudimos subirlo. Ese fue quizás el momento más triste de mi vida, en lo que respecta a la arquitectura.
Con el metaverso encontramos la posibilidad de dar vida en la realidad virtual a cosas difíciles de lograr en la vida real. Hay una convergencia entre lo real y lo virtual como sucede con la criptomoneda. Esta idea de la tecnología descentralizada que permite organizaciones alternativas a los estados o los gobiernos. Es definitivamente algo interesante y creo que los arquitectos tenemos un rol importante que jugar para entender de qué se trata, porque aunque es virtual y digital tiene que ver también con el espacio. Creo que aún nadie sabe qué se va a poder sacar de esto pero vale la pena intentar descubrirlo.
Contame un poco más sobre este masterplan para la tierra del que viniste a hablar a Buenos Aires
Al masterplan llegamos cuando nos dimos cuenta del impacto a gran escala que pueden tener las cosas pequeñas que hacemos. Cuando llegó la pandemia cerramos todas las oficinas a principios de marzo, excepto nuestro workshop en Londres, porque nos dimos cuenta que teníamos mucho material para manufacturar tubos de ventilación y máscaras para proteger del Covid. En Nueva York hicieron 25.000 máscaras en seis semanas y enviamos tubos de ventilación a todos los hospitales de los cuatro países donde operamos. Eso nos dio un sentimiento de empoderamiento y responsabilidad, ya que nos dimos cuenta que teníamos las herramientas para enfrentar uno de los desafíos más grandes del mundo en ese momento, que era relacionado al equipamiento médico para enfrentar la pandemia. Eso nos inspiró a buscar una visión más integral de las cosas: el hacer algo en pequeña escala para un problema mayor nos inspiró a pensar en hacer lo mismo respecto a otro de los grandes desafíos que enfrentamos, que es el cambio climático. Encontramos que cuando hacés un pequeño edificio podés buscar formas de hacerlo más sustentable y colaborar con el planeta. Cada vez hay más problemas para resolver pero también hay más sinergias para explorar y abarcar más asuntos a la vez. ¿Por qué no parar un momento para mirar la Tierra? Muchas veces las discusiones de las cosas se hacen tan abstractas que se vuelven meros discursos políticos o se vuelven diferencias de opiniones. Si queremos tener la posibilidad de vivir en el planeta en 50 años tenemos que empezar a hacer más. Hacer los headquarters de Google llevó nueve años; la planta de reducción de residuos con la pista de esquí, nueve años también. Por eso necesitamos planes reales, prácticos y cuantificables que se implementen ya mismo. Cuando hacés un masterplan no es algo que hacés en cinco minutos y ya está. Hay un proceso en el que mirás todo: hacés una propuesta, la compartís con el mundo, se debate políticamente y recibe críticas y puntos de vista de distintos sectores; y en forma similar quizás lo que necesita el mundo es un masterplan para todo el planeta. Hay información en todos lados de las emisiones de carbono, del agua que usamos, de la energía, del gas y sabemos de dónde vienen los problemas. Obvio que va a ser mucho trabajo y más vale que nosotros no tenemos ninguna autoridad sobre el planeta, nadie la tiene. Pero lo que sí podemos es ofrecer las perspectivas y reflexiones y llevarlas a la práctica y pragmáticamente organizar el modo para que sea viable la vida en los próximos 30 años.
¿Cuál es tu proyecto preferido, o que refleje tu identidad como arquitecto?
No se le pregunta a alguien cuál es el hijo favorito. Pero puedo decir que siempre quise hacer un puente. Y el puente que hicimos donde el techo es a la vez un parque y cada pata tiene lugares donde la gente vive, y puede ver los barcos, creo que es una fantasía muy hermosa.
¿Un arquitecto que admires?
Bueno, es gracioso que la primera vez que vine a Buenos Aires fue para ver a dos arquitectos que quizás son de los más interesantes de Sudamérica. Uno de ellos es Clorindo Testa, que hizo el Banco de Londres. Creo que Testa en muchas formas logra como una fantasía en la segregación de los distintos pisos, los distintos espacios. Creo que es una referencia que todos los arquitectos tomamos. Uno de esos edificios en Copenhague está inspirado en este concepto del espacio. El otro arquitecto es el uruguayo Eladio Dieste (ingeniero devenido en arquitecto), que trabajaba con ladrillo y techos ondulados con curvas y creó formas expandibles.
¿Qué llamó tu atención durante tu visita a Buenos Aires?
En Buenos Aires noté que hay una energía muy importante en el campo de la tecnología, especialmente en lo relacionado a cripto y potencialmente al metaverso hay una energía increíble y una movilización. Por otro lado, he venido a Buenos Aires con bastante regularidad en los últimos cinco años y creo que en la realización de la ciudad hay muchas cosas que me han recordado a los grandes desarrollos que ha tenido Barcelona en los 90 y en la estrategia de cómo usar el espacio público. Esto de insertar espacios públicos en las arterias más importantes de la ciudad inyecta aire y cualidades de naturaleza orgánica. También algunos de los proyectos en las villas, poniendo oficinas públicas ahí o creando parques. No condenas la villa sino que invertís y la sumás como un punto de partida para un futuro vecindario. Veo un acercamiento interesante en la reconfiguración de la ciudad.
Una ciudad que admires desde el urbanismo y la arquitectura…
Desde el punto de vista arquitectónico Buenos Aires está haciendo un gran trabajo. Creo que el mundo estaba mirando al Barcelona en los 90 y del mismo modo puede mirar hoy a Buenos Aires.
Por otra parte, en lo que se refiere al urbanismo está teniendo un momento poco interesante porque hacer planes ambiciosos se ha vuelto sospechoso. Creo que es importante recordar que cuando se hacen planes para un vecindario o una ciudad le debés al futuro hacer un experimento en el que intentas hacer algo más de lo que ya tenemos. Creo que hay una suburbanización de la mayoría de las ciudades como resultado de que todos están asustados de crear algo ahora y lo interesante de Buenos Aires es que el sector público y privado parece que colaboran bien y desde el sector público hay iniciativas.
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