Desde su práctica y conocimientos dio forma a una idea sustentable y con conciencia ambiental
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Ocurrió durante la pandemia cuando una tarde, mientras caminaba por la ciudad, levantó la vista y su ojo de diseñador se posó sobre un grupo de aves que volaban hacia lo alto para refugiarse. Acababa de publicar su libro -ABC del Diseño Industrial Latinoamericano, Caligrama Editorial, 2019- y quizás, con más tiempo para enfocarse en nuevas ideas, pudo dedicarse a varios proyectos de diseño en simultáneo. “No es que sea especialista en el tema, simplemente que mi ojo de diseñador se posó sobre esta problemática: seres vivos que se ven afectados con el avance desmedido, no planificado y sin límites de urbanizaciones. Y lo que aquel avance trae consigo, esto es contaminación, ruidos, automóviles, pérdida de espacios verdes, alejamiento de especies, entre otros aspectos”, reflexiona Pablo Díaz, Diseñador Industrial por la Universidad de Buenos Aires (UBA), con un máster en diseño estratégico por la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES).
Por eso inmediatamente pensó que era necesario hacer algo para remediar aquella situación. Y comenzó a dar forma a una casita para aves, el primer proyecto de una lista que tiene pensado para otros seres vivos, cada vez más vulnerables en las grandes ciudades. “Estimo que la pandemia nos hizo más sensibles y reflexivos, sin dudas”. Y justamente había sido aquella reflexión sobre su profesión y su aporte a la sociedad lo que lo llevó a redefinir su trabajo.
“La perspectiva original y de base con la que salimos a trabajar los diseñadores al mercado -al menos ese fue mi caso- es la de un diseñador muy vinculado a lo industrial y al producto seriado. Además, en muchos de nosotros prima ser habitantes de una gran urbe. Sin embargo, todo eso, esa perspectiva, ese modelo profesional de pronto entró en crisis. La pandemia, el cambio climático, la escasez de recursos, el declive en términos de calidad de vida, el medio hostil hacia los seres vivos, y todo ese tipo de cuestiones, me llevaron a comprender y asimilar los nuevos tiempos. Y también la necesidad de que el sujeto diseñador salga de su mundo específico (algo idealizado) y comience a aportar con aquello que contribuya a frenar o paliar situaciones de afectación a lo natural y el entorno”.
Las aves: un público especial
Cuando Díaz encaró el desafío se le hizo necesario investigar, conocer y convertirse en un conocedor lo más exhaustivo posible de todo lo relacionado al producto que pensaba proyectar. Materiales, procesos productivos, consumidor, mercado, competencia, entorno social. Pero esta vez fue diferente ya que tenía que tener en cuenta a dos públicos y satisfacerlos por igual: un consumidor primario, es decir, las aves, y uno secundario, en este caso, la persona que compraría la casita.
Para el primero -y principal usuario-, había que dejar de lado lo puramente estético. Los pájaros tienen necesidades específicas: hábitos, nidación, cría, vigilancia, actitudes de defensa y captura, limpieza, entre otras, con lo cual todo tuvo que enfocarse a lo puramente funcional. Para el segundo público, Díaz trabajó más lo estético y amigable en términos de interfase producto-persona. Lo pensó como un objeto práctico, robusto, fácil de instalar, duradero en el tiempo, reconocible y llamativo a la vez.
Trabajó en colaboración con Juan José Bonanno de la organización nacional Aves Argentinas para comprender y poder llevar al diseño una serie de aspectos fundamentales para su proyecto: colores, medidas, fácil acceso y limpieza, por ejemplo. Le facilitaron un dossier con consideraciones a tener en cuenta y planos de otras iniciativas similares que sirvieron como perspectiva y anclaje para su propuesta. “Fueron meses de idas y vueltas con consultas, intercambio de opiniones y dudas, bocetos y cuestiones específicas. Esto no terminó en un co-diseño, se trató más bien de un diseño original de mi creación, pero con asesoría específica y fundamental en aspectos claves, relativos a las necesidades y comportamiento de las aves, y lo que no podía dejar de ser una casita, algo en lo que ellos me enfatizaron, porque son claramente los especialistas”.
Un refugio nido
De aquella enriquecedora experiencia surgió Birdie Haus, una casa nido que contribuye con la preservación de especies amenazadas que han perdido su hábitat y están en situación de riesgo. Sirve como refugio tanto para anidar como para pernoctar parcial o permanentemente.
La casita para aves está fabricada en madera de pino y chapa zincada, ambos de reciclado. Como sujetadores para que la casita pueda colgarse, se usaron tiradores reutilizados de las latas de aluminio. Está pensada para ser instalada o ubicada en lugares seguros, tranquilos y discretos. Idealmente, deben estar alejadas de ruidos como zumbidos, timbres y campanas, colgadas o fijadas a no menos de dos metros de altura, cerca de techos, aleros o troncos y ramas de árboles, por ejemplo.
“El mayor desafío fue adentrarme en un mundo absolutamente nuevo y desconocido, donde tuve que aprender de actitudes, comportamientos, rutinas y hasta cierta psicología de los pájaros, despojándome de todo un preconcepto que tenía, y subordinando absolutamente la forma a la función. Solo en Argentina más de cien especies de aves silvestres se encuentran en peligro de extinción. Por eso creo firmemente que hoy el diseño debe contribuir más que nunca a promover las buenas prácticas ambientales. Bajo esta premisa, la casa nido fue desarrollada con el asesoramiento de especialistas en aves, y diseñada bajo el concepto de diseño sustentable. Este es mi primer proyecto con conciencia ambiental de una serie que espero poder continuar”.
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