Si bien es más una aspiración que una realidad, Caba puede ser considerada una smart city; detrás se ubican Rosario, Mendoza y más lejos Córdoba
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CORDOBA.- Con la pandemia el concepto de “ciudades inteligentes” que hace tiempo se viene debatiendo se reactualizó y vuelve a debatirse para analizar si aquellas que eran consideradas bajo ese paraguas, superaron la prueba de un problema sanitario. El eje de la idea pasa por ciudades sostenibles, conectadas y optimizadas gracias al empleo de la tecnología. En la Argentina, según los expertos, la que más se ajusta es Buenos Aires (Caba), seguida por Rosario pero a una distancia considerable. Para el resto, todos son desafíos.
Latinoamérica es la región más urbanizada del mundo, ocho de cada diez personas viven en ciudades y la Argentina y Venezuela, son los países con más densidad urbana del globo, 92% y 94%, respectivamente. Encontrar respuestas para mejorar la calidad de vida urge más en ese contexto.
Para el consultor en smart cities Carlos Sicchar, todo el mundo está inmerso en este debate y, desde hace varios años, se viene trabajando en diferentes tipos de soluciones que abarcan la movilidad, la gestión digital de los trámites, la reducción de la contaminación: “La pandemia adelantó la aplicación de algunas de estas alternativas entre 10 y 15 años. Las soluciones validadas se llevaron a otros lados para colaborar en respuestas”. A su entender, Medellín y Bogotá, en Colombia, son “buenas referencias” a nivel regional; la brasileña Curitiba también está en la lista. Para la Argentina, dice, encontrar formas de financiar transformaciones es uno de los aspectos cruciales.
El urbanista y arquitecto Marcelo Corti, integrante de red de consultores La Ciudad Posible y director de la maestría en Urbanismo de la Universidad Nacional de Córdoba, apela al catalán Jordi Borja quien ironizaba preguntándose si algunas vez hubo ciudades “tontas”.
“No puede haber desacuerdo sobre aplicar la inteligencia artificial para una mejor gestión, pero la verdadera inteligencia está antes de esos sistemas tecnológicos –dice Corti–. Lo inteligente es diseñar y planificar correctamente. En la Argentina, en promedio, no hemos planificado; las ciudades crecieron al ritmo del mercado o de la necesidad de la gente que ocupó donde pudo. Esa es una falla general en toda la región y sumar inteligencia artificial es un paliativo a lo que ya está en problemas”.
En la Argentina está la Red de Ciudades Inteligentes (Recia), un espacio de intercambio de experiencias y conocimientos para promover las llamadas smart cities y la mejora de la gestión de gobierno; la integran referentes de municipios inteligentes de todo el país y cuenta con asesores del sector privado y estatal, de la academia y de la sociedad civil. La red debate y capacita sobre el uso apropiado de las nuevas tecnologías en aspectos como el ahorro energético, la movilidad sustentable, la seguridad, el gobierno digital y el gobierno abierto, entre otros. Por el momento, la etiqueta de “ciudad inteligente” es más aspiracional que real.
Uso de datos, una clave
El uso de datos es un aspecto cuya discusión es creciente en los últimos años y que, con la pandemia, se disparó. Denise San Martin, quien trabaja el área de Cooperación Internacional en la utilización de nuevas tecnologías e información, apunta que hay dos líneas fundamentales, una que es “pensar la tecnología de la ciudad de abajo para arriba en la sociedad, ampliando la participación y las formas de encontrarse” y la otra, que es la inversa.
“Hay tensión y un debate grande porque hay prácticas vinculadas con la seguridad que, en el fondo, tienen que ver con el perfilamiento de las personas –agrega–. La regulación está en construcción, el debate de fondo es la transparencia de los datos”. Sobre la participación, San Martín señala que deben existir la infraestructura, la motivación y el tiempo. “Sino el que no se pudo conectar queda afuera, entonces, dónde están los grupos que lo representan… eso no está resuelto”.
Agustín Materi, Funcionario de Medio Ambiente de Naciones Unidas, suma el aspecto ecológico: “Una ciudad inteligente debe buscar soluciones basadas en la naturaleza, en la infraestructura verde, entender en qué ecosistema verde está y aplicar alternativas viables que son más económicas que la infraestructura gris o tradicional que, además es poco flexible al impacto del cambio climático”. Grafica, por ejemplo, que las canalizaciones tradicionales de los ríos quedan “obsoletas” rápidamente y que la respuesta verde tiene “mejor costo efectivo” y, además, brinda beneficios “culturales, en salud y en calidad de vida”. El concepto de “ciudades esponjas” va en línea con estos conceptos, algo importante para la Argentina donde el mayor riesgo de las grandes ciudades son las inundaciones.
Aunque en el país hay varios proyectos de ley para la creación de ciudades sostenibles, uno de los ejes pasa por los incentivos para la relocalización en ciudades más pequeñas; sin embargo todavía no hay nada concreto en materia de política pública. “El desafío es muy grande; hay ciertas barreras que tienen que ver con la planificación urbana que deben resolverse con acciones coordinadas”, indica Materi.
Transporte y gestión de residuos son dos ítems en los que el país también debe buscar respuestas; los expertos plantean la necesidad de avanzar hacia esquemas de microtransporte. En el caso de los residuos, Sicchar sostiene que el foco no debe estar sólo en la deposición final sino en la forma en que se recoge.
¿Por qué la Ciudad de Buenos Aires está entre las más avanzadas? Para el consultor se unen varios factores: empezó a buscar alternativas en urbanizaciones, en la integración de todos los estratos sociales en la misma ciudad; en alternativas de transporte (ciclo vías y metro bus); en apuntalar la seguridad a través de cámaras. Admite el debate sobre el uso de datos, pero también destaca que son insumos claves para instrumentar soluciones. “Rosario avanzó de manera interesante en algunos aspectos, como Mendoza, y Córdoba quedó muy atrasada en los últimos años”, sintetiza.
¿Fracaso?
Luis Castiella es consultor en el tema en varios gobiernos de Latinoamérica, director de la Escuela de Ciudades de la Universidad de la Ciudad de Buenos Aires y de los posgrado de la UNC y de la Universidad de Uruguay. Está persuadido de que la pandemia puso en crisis el concepto de ciudad inteligente porque, por ejemplo, Nueva York no pudo gestionar bien el problema mientras que Seúl sí lo hizo y con buenos resultados.
Insiste en que uno de los pilares de la idea es la movilidad que es la que “trajo el contagio del coronavirus”; el otro es la “densidad: urbes compactas porque mejoran la productividad, pero con el Covid-19 eso fue un problema. Lo que hace inteligente a las ciudades en este contexto las hizo vulnerables; el 95% de los contagios del mundo fueron en 1500 ciudades”.
“Este presente es una oportunidad para analizar, para buscar el modelo más cercano a la perfección, para ver qué emerge, cuál es el estilo de ciudad que resulta”, añade. Castiella entiende que el urbanismo “tradicional” también debe “repensarse” y avanzar hacia “diseños ágiles, trabajo coordinado, son las capacidades las que hay que planificar, como la conectividad y la inclusión tecnológica de cada uno en su segmento; debe ser una planificación que trabaje para la incertidumbre”.
Coincide con los otros expertos en que Caba es una ciudad inteligente, “en un país que es muy dispar” y subraya que falta política urbana y eso quedó expuesto en una crisis como la del coronavirus.
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