Como consecuencia de la pandemia de Covid-19, las autoridades de Nueva Orleans, en Estados Unidos, anunciaron que este 2021 no habrá carrozas luciéndose por sus calles, ni vecinos disfrazados con los más estridentes colores y collares durante el Carnaval de Mardi Gras. Sin embargo, lejos de aceptar las restricciones y resignarse a que este febrero no se celebrara la tradicional fiesta, los residentes de la ciudad decidieron no perder el espíritu carnavalesco: en un año atípico, sus casas se convertirán en la principal atracción.
La iniciativa nació en las redes sociales. Frustrada por las noticias, Megan Boudreaux no se dejó vencer. “Está decidido. Estamos haciendo esto: convertí tu casa en una carroza y arrojale todos los collares con cuentas de plástico que tengas guardados en tu sótano a los vecinos que pasen por ahí”, escribió en Twitter. Pronto, la idea caló hondo y la iniciativa Krewe of House Floats (comparsas de casas-carrozas, en español) llegó a imitarse en 40 barrios de toda la región de Nueva Orleans.
Una mansión con dinosaurios en su jardín, una residencia que desprende tentáculos de pulpo de sus ventanas, una casa con luces de neón que recrea el fondo del océano y hasta un homenaje a los trabajadores de la salud por su labor durante la pandemia, son algunas de las propuestas más creativas, que desafiaron a la imaginación de sus propietarios y deslumbran a quienes pasean por sus alrededores.
La propuesta no solo llenó de vida y colores a un festival que parecía que no se iba a realizar, sino que también generó trabajo. A través de la iniciativa Hire a Mardi Gras Artist (contratá a un artista de Mardi Gras), los vecinos emplearon para que decoren sus casas a todas aquellas personas que viven del Carnaval y que, por la cancelación del desfile, sus ingresos se veían amenazados. Los precios fueron entre US$1500 y US$3000, y la oferta se vio saturada en poco tiempo.
Algunos afirman que este nuevo fenómeno marcará un antecedente y que llegó para quedarse. Pero, por lo pronto, lo que es seguro es que se convirtió en un acto de resistencia: aunque la pandemia aceche, la fiesta -con distanciamiento y mucho ingenio- continúa.