En un mundo en el que la extravagancia y el estilo han determinado durante mucho tiempo cómo un arquitecto se convierte en una estrella, este enfoque, sin hacer nada, es un acto de resistencia
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Comencé como arquitecto en la década del 90. Estaba tan ansioso por trabajar y entusiasmado con las posibilidades creativas que rechazar un proyecto me parecía inconcebible. Fue emocionante, entonces, en una conferencia hace unos años, escuchar a los arquitectos franceses Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal explicar cómo habían hecho precisamente eso.
Cuando la ciudad de Burdeos, en Francia, encargó al dúo -los ganadores del Premio Pritzker de este año- que rediseñaran una de las plazas de la ciudad, comenzaron por observar el espacio de cerca. Su conclusión fue que la Place Léon Aucoc era un sitio comunitario que no necesitaba cambios.
Las autoridades de la ciudad quisieron embellecer el lugar, pero los arquitectos dijeron: “ya es hermosa”. Estaba bien construida; era auténtica y sencilla. Tenía sentido. No se le podía pedir nada más. La gente que vivía en esa urbe se sentía cómoda en ella.
Los profesionales sólo propusieron hacer nada más que trabajos de mantenimiento que satisficieran a los habitantes: limpieza más regular, mejor cuidado de los tilos de los bordes y la sustitución de la grava.
En un mundo en el que la extravagancia y el estilo han determinado durante mucho tiempo cómo un arquitecto se convierte en una estrella, este enfoque es un acto de resistencia. El hecho de que, 30 años después de su carrera, Lacaton y Vassal hayan sido galardonados con el equivalente al premio Nobel del mundo arquitectónico es toda una revolución.
Como dijo el jurado al informar el galardón: “Lacaton y Vassal no sólo han renovado el legado del Modernismo sino que están redefiniendo la arquitectura misma”.
Esto representa un cambio institucional hacia lo que he llamado un enfoque de la arquitectura “centrado en Gaia”. En mi libro, Architectural Materialisms: Nonhuman Creativity, analizo cómo esta idea de arquitectura coloca al diseño y a la construcción dentro de una ecología más amplia que incluye todo lo que la rodea, desde la flora y la fauna hasta cuestiones de género. No centra a los humanos sino que los reformula simplemente como uno de los muchos agentes.
Algo de historia
Lanzado hace 42 años, el Premio Pritzker tenía como objetivo inicial fomentar una mayor conciencia de cómo percibimos e interactuamos con nuestro entorno. Sin embargo, ha elogiado principalmente a lo que ahora conocemos como arquitectos estrella: casi siempre hombres. Zaha Hadid fue la primera mujer en ganarlo, en 2004; Lacaton es sólo la sexta.
Sin embargo, a medida que la industria en general cambia para responder a emergencias sociales, climáticas y ambientales, parece que el Pritzker también está modificando su marcha. En 2020, las arquitectas irlandesas Yvonne Farrell y Shelley McNamara ganaron por su constante servicio a la humanidad. Ellas hacían edificios -según el jurado- que eran “buenos vecinos” y ambientalmente responsables.
Hasta ahora, la conciencia ecológica en la arquitectura ha sido reconocida a través de certificaciones y no con premios. Y los edificios (y no los arquitectos que los diseñan) han sido los destinatarios de tales reconocimientos. En otras palabras, trabajar de esta manera ha recibido pocos elogios.
Certificar un edificio tiene sentido y sirve para realzar un proceso o un tipo de método constructivo. Existen dos certificaciones reconocidas internacionalmente, BREEAM y LEED, que están diseñadas para evaluar la sostenibilidad (desde la eficiencia energética y del agua hasta las emisiones de CO2) de cualquier proyecto.
Sin embargo, juzgar todo el proceso de un arquitecto es más complicado. El arquitecto alemán Thomas Herzog es considerado como el pionero de la arquitectura sostenible. Pero son muy pocos los profesionales que pueden demostrar sus credenciales de sostenibilidad en todo lo que emprenden.
Redefiniendo el valor
He observado que no hay mucha superposición entre estos dos marcadores de excelencia: los arquitectos premiados con un Pritzker frente a los arquitectos que diseñan edificios con certificación BREEAM o LEED. Esto plantea una pregunta importante sobre lo que realmente valoramos en arquitectura. Hasta ahora se ha establecido una conexión directa entre la icónica arquitectura estrella y el capitalismo global. La práctica de Lacaton y Vassal ofrece una alternativa audaz.
El lema del dúo francés es “nunca demoler”. Este principio se trata de prestar atención y valorar lo que existe. Cuando la pareja encuentra árboles en un sitio, construye alrededor de ellos (Cap Ferret House , Arcachon). Cuando se les encarga demoler y reconstruir (la torre Bois le Prêtre de París de la década de 1960), declina o sugiere intervenciones más ligeras. Cuando rehabilitan viviendas sociales (las torres de viviendas sociales Cité du Grand Parc en Burdeos), lo hace sin desplazar a la comunidad que vive allí.
La suya es una arquitectura basada en una conciencia política profundamente arraigada que excluye la belleza por la belleza misma. Para ellos, lo bello proviene de la forma en que se concibe, diseña y construye, teniendo en cuenta a las personas y al planeta.
Tales ideas no son nuevas. En 2014, como comisario de la Bienal de Venecia, el arquitecto holandés Rem Koolhaas abogó por un regreso a los fundamentos. Él desafió a los participantes de ese encuentro a pensar en lo que hace la arquitectura en contraposición a lo que son los arquitectos.
Mientras que el tema de Koolhaas era la reconexión con la historia de la arquitectura, el enfoque de Lacaton y Vassal es mirar las estructuras y redes reales en el terreno y cómo se pueden retener y reutilizar.
El jurado de Pritzker se centró en la forma en que los proyectos de vivienda urbana de la pareja francesa, en particular, responden a las crisis que enfrentamos. He descubierto que tanto los arquitectos como los clientes, por el contrario, se dejan seducir con demasiada frecuencia por formas excéntricas y caras y por las promesas de la tecnología experimental. No se dan cuenta de que la función principal de la arquitectura es realizar exactamente lo que están haciendo Lacaton y Vassal y también, responder al contexto social, político y ambiental en el que se construye.
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