Al sur de Santa Rosa, en el departamento de Toay, a unos 32 kilómetros sobre la ruta nacional 35 se encuentra un área protegida de 7600 hectáreas donde Pedro Luro -a quien no hay que confundir con su padre, Pedro Luro Oficialdegui, inmigrante vasco francés y promotor de la ciudad de Mar Del Plata- fundó lo que hoy es una reserva natural en donde se encuentra este emblemático castillo. Luro había nacido en Buenos Aires, fue médico, político, empresario y uno de los emprendedores más destacados de la Argentina de principios de siglo XX.
Al pensar en esta casona, Luro soñó en grande, pero nunca finalizó su proyecto que hoy es un ícono turístico de La Pampa. En 1968 se transformó en reserva y en 1996 se proclamó Reserva Provincial mediante la ley 1689, más tarde “el castillo” fue declarado Monumento Histórico Nacional y Provincial. Luro heredó las tierras -unas 23.000 hectáreas- donde hoy se asienta el parque que lleva su nombre tras haberse casado con la hija de Ataliva Roca, hermano de Julio Argentino Roca, expresidente de la Argentina.
En un principio, hacia 1907, Luro construyó un chalet de madera de estilo pintoresquista y años después empezó con una construcción en mampostería. “En realidad, la primera construcción es un volumen de planta cuadrada, es una de las alas del proyecto del arquitecto francés Alberto Favre. Luro empezó por un ala y eso fue a lo que llegó, la hizo en dos pisos cuando en realidad el proyecto original era de tres. Tenía un techo de chapa y el estilo viene del clasicismo francés”, cuenta Liliana Eva Steibel, arquitecta de la Dirección Provincial de Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura de La Pampa. En su interior, se destacan los pisos de madera de pinotea y los pisos calcáreos en los baños, mientras que, en la sala principal, el hogar tallado en madera adquiere protagonismo. “Luro pertenecía a una clase pudiente y viajaba frecuentemente a Europa, él había visto en un restaurante en París con un hogar trabajado en madera que le gustaba mucho, pero el dueño no se lo quiso vender. La historia cuenta que Luro compra todo el restaurante y hace traer el hogar para instalar en la planta baja de la casona”, relata Adriana Romero, secretaria de Turismo de La Pampa. También hace instalar una caldera y un sistema de cañerías, algo avanzado para la época, para disponer de agua caliente.
Un castillo de ensueño
Pedro Luro murió en 1927, fue entonces que la propiedad entró en sucesión y pasó a manos del Banco Hipotecario Nacional. Más de diez años después el banco la remató y fue adquirida por quien sería su segundo dueño, Antonio Maura. El aristócrata inicia una nueva etapa en la construcción del castillo que hoy tiene 760 metros cuadrados.
“Maura desarma el chalet de madera, lo dona y construye las dos alas laterales, el proyecto es entonces muy parecido al que se encuentra hoy”, dice Steibel. Maura completa la construcción, pero la que originalmente en el plano de Favre era el ala lateral que construyó Luro, pasa a ser el volumen central. “Maura tiene que hacer una serie de operaciones forzadas para respetar la simetría, mantiene la grandilocuencia de la arquitectura, sin embargo, la cambia, no es igual al proyecto original. Cuando uno entra ve fácilmente cómo la construcción está muy marcada por la época de los diferentes propietarios. En el volumen central hay pisos de madera y calcáreos en los baños, mientras que en la sala que es de la época de Maura se ven pisos graníticos, otras terminaciones, explanadas o terrazas de salida, que no estaban en la época de Luro”, cuenta la arquitecta especializada en patrimonio. Maura fue uno de los fundadores del Tortugas Country Club. Tras su muerte en 1964, su hija, Inés Maura de Roviralta, vendió la propiedad a la provincia de La Pampa.
Para los curiosos, hoy se hacen visitas guiadas al castillo en grupos de 15 personas y el recorrido tiene una duración aproximada de 50 minutos.