Sede de importantes hechos históricos y de un asesinato legendario, la casa también contó con un adelanto tecnológico pionero para la época
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En la provincia de Entre Ríos se levanta una casa conocida por haber sido habitada por quien fue el primer presidente constitucional de la Argentina. El Palacio San José fue la residencia del general Justo José de Urquiza y su familia durante los últimos 20 años de su vida y, además de haber sido la vivienda del conocido caudillo y gobernador entrerriano, se trata de la primera casa del país que contó con agua corriente.
En el año 1856 se estaba llevando adelante la segunda de las tres etapas de construcción con las que contó la casa y, entre los cambios y ampliaciones que se hicieron a cargo de Paul Doutre, se llevaron adelante los primeros trabajos para instalar agua corriente en la residencia. Las cañerías que se colocaron llevaban agua a la cocina, la sala de baños ubicada en el Patio de Honor y otra habitación de la casa. “Esta circunstancia denota la presencia de adelantos tecnológicos en la residencia que no eran comunes en esa época”, asegura el Dr. Luis Ángel Cerrudo en el libro El Palacio San José, casa del general Urquiza.
Cerrudo, quien fue director del Palacio y decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación y de la Educación de la Universidad de Concepción del Uruguay, aclara que la obra que la casa se servía también de otros recursos para poder garantizar la provisión de agua, tales como diversos aljibes, sistemas de recolección de agua de lluvia en los patios, cañerías, bombas y malacates.
Según datos de Agua y Saneamientos Argentinos (AYSA), recién 13 años después, el 4 de abril de 1869, se habilitó el primer sistema de agua corriente del continente americano en Buenos Aires. Se trataba de un sistema primitivo que se iniciaba en el bajo de Recoleta y consistía en dos caños que se internaban 600 metros en el Río de La Plata y transportaban el agua, que luego era purificada y se distribuía a través de máquinas de impulsión. El sistema contaba con 20.000 metros de cañerías y abastecía al 8% de la población. Con esta incorporación, “Buenos Aires se convierte en la primera ciudad de América con instalaciones de filtros de purificación”, agregan desde AYSA.
Este gran emprendimiento nace como consecuencia de la epidemia de cólera que asoló el país. En 1685 Buenos Aires sufre la primera epidemia de sarampión. Por ese entones, Buenos Aires estaba atravesada por arroyos que desembocaban en la barranca del Río de La Plata y no contaba con medidas de higienización o saneamiento, por lo que eran focos de infección y propagación de epidemias. Más adelante, a mediados del siglo XIX, tuvo lugar una epidemia de cólera y de fiebre amarilla, la cual mató al 8% de la población porteña en sólo seis meses. La epidemia de cólera motivó a encarar el proyecto de saneamiento. Sin embargo, años antes, en la casa del caudillo entrerriano ya se había incorporado este adelanto tecnológico en algunas partes de la vivienda, que contribuyeron a hacer del lugar una monumental obra arquitectónica.
Una casa llena de historia
La residencia del general Urquiza fue declarada Monumento Histórico Nacional el 30 agosto de 1935 y un año después se convirtió en museo, por lo que se conserva gran parte de los objetos y mobiliario de la época. La casa es conocida también por haber sido el lugar donde asesinaron al caudillo, un 11 de abril de 1870, cuando estalló el movimiento revolucionario jordanista, y en que todavía se conserva la mancha de sangre de la víctima en una de sus puertas. Además, fue visitada por importantes personalidades de la Argentina, tales como Domingo F. Sarmiento y Bartolomé Mitre.
En 1853 se redactó entre sus paredes la primera Constitución Nacional y, 141 años después, un 24 de agosto de 1994, fue jurada la Constitución Nacional reformada ese mismo año, por 305 convencionales constituyentes.
La residencia, ubicada en la Ruta Provincial Nro 39, a 30 km de la ciudad de Concepción del Uruguay, Entre Ríos, se empezó a construir en el medio del monte entrerriano en 1848 por los arquitectos italianos Jacinto Dellepiane y Pietro Fosatti. Cuenta con 38 habitaciones, siete antiguas dependencias de servicio, dos jardines, 40 hectáreas de parque, dos patios (Patio de Honor y Patio del Parral), un lago artificial y una capilla con una cúpula decorada por el pintor Juan Manuel Blanes.
La casa luce una arquitectura poscolonial, con una construcción que se levantaba en torno a un patio cuadrado, alrededor del cual se iban conformando las habitaciones principales, contando con una galería que marcaba la transición entre el adentro y el afuera. Un zaguán marca el ingreso a la casa, con una puerta grande y sólida. Desde lejos se vislumbran las dos torres de la vivienda que se levantan en los extremos de la casa.
El libro asegura que las formas de acceder y recorrer la casa se pueden hacer teniendo en cuenta qué haría quien llegara a la vivienda: una entrada lateral, ubicada entre la capilla de la casa y la pulpería, que da acceso a la avenida del Patio Posterior, era la más cotidiana y se vinculaba con las actividades diarias de una residencia familiar. El otro ingreso a la casa, por el frente principal, se relaciona más con la actividad política y social del caudillo: se entra por el portón principal y por la imponente fachada, que otorga una visión que nos pone en contexto de la monumental obra arquitectónica y de quien presidía y era dueño de casa. “Son dos dimensiones diferentes del espacio y de las lecturas y textos subyacentes del mensaje que nos marca el monumento, hito fundamental en la articulación discursiva del mensaje histórico del Museo”, asegura Cerrudo en el libro del museo.
Otros adelantos tecnológicos de la época
Otra construcción colosal del palacio San José fue el lago artificial. Ubicado en el parque posterior de la residencia, cuenta con una extensión de 180 por 120 metros y cinco de profundidad. “Un sistema de bombeo extraía el agua de una laguna cercana, a los efectos de mantener el nivel del lago”, agrega Cerrudo.
Durante la tercera etapa de construcción que atravesó la casa, Urquiza encargó una nueva cocina, que fue realizada en 1864 por el herrero Tomás Benvenuto, quien también construyó el parral en hierro de uno de los patios. La cocina cuenta con tres hornos y cuatro hornallas; con tapas en los hornos que son reguladores de la entrada de aire, lo que permitía graduar la temperatura necesaria para cada tipo de cocción. “De forma octogonal, construida en hierro con aplicaciones de bronce, su ubicación central facilita el aprovechamiento integral del espacio”, sostiene Cerrudo.
Entre las esculturas que sobresalen en la casa, se encuentra la pila de mármol de Carrara para agua bendita. En el Vaticano, en la Basílica de San Pedro, existe una igual, con 2,7 metros y coronada con una escultura que representa el bautismo de Jesús por San Juan Bautista. Fue hecha en Italia y llegó a la residencia entrerriana en 1857.
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