Sofisticados, elegantes, con una arquitectura única, detalles y materiales que ya no se consiguen en las construcciones modernas, vivir en ellos es toda una experiencia
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La elegancia se respira en cada uno de sus rincones. Mármol de carrara en las escaleras, pisos de roble de Eslavonia, herrajes de bronce franceses, techos altos y paredes gruesas que guardan infinidad de secretos de la Belle Époque argentina. Bioy Casares, Victoria Ocampo y Marcelo T. de Alvear son algunas de las figuras ilustres que vivieron en los palacios de la Ciudad de Buenos Aires, inmuebles que aportan un sello único al glamour porteño. ¿Cómo es y cuánto cuesta vivir en un edificio emblemático de la ciudad y qué pasa con la demanda de este tipo de propiedades?
Su impronta tan especial hace que este mercado de nicho sea buscado por un público interesado en la arquitectura. “Hay algo de romanticismo: es como vivir en otra época y esto siempre es atractivo para un grupo de clientes que valora la calidad de la edificación, los detalles arquitectónicos y la historia que envuelve a estos lugares”, relata Mateo García, Gerente Residencial de la inmobiliaria Toribio Achával.
Encontrar unidades de este tipo en venta o alquiler es tarea complicada pero hay quienes están al acecho de estas joyitas, sobre todo hoy, que los valores son una oportunidad respecto a lo que significaba acceder a este tipo de propiedades tiempo atrás. “En el Kavanagh, por ejemplo, el metro cuadrado oscila entre US$2500 y los US$3500 según la ubicación, tipología, estado de conservación y puesta en valor del departamento. Pero en estos momentos hay unidades ofrecidas por debajo de este rango”, explica Analía Greco, gerente de Palermo de L. J. Ramos Brokers Inmobiliarios.
Hoy, por un piso de dos dormitorios y 280 m² en este inigualable edificio de plaza San Martín se piden alrededor de US$840.000, mientras que uno de seis ambientes reciclado con 360 m² en el Estrugamou está publicado a la venta en U$S1.100.000.
A la hora de hacer un recorrido, las propiedades en el Palacio de Los Patos en el Botánico y en el Palacio Atucha sobre la avenida Alvear defienden más su valor y la oferta es menor que en el Estrugamou y en el Kavanagh. Por caso, el valor del metro cuadrado de un departamento en los Patos oscila entre los US$3.600 y los US$4500, mientras que en el edificio de Arroyo y Avenida Alvear la variación es entre los US$3.800 y los US$4500.
“Este tipo de inmueble ha perdido valor como todos los inmuebles en la Argentina en los últimos años y se vieron un poco más afectados debido a que hubo un cambio de estilo de vida. Notamos que la demanda está muy focalizada en unidades con cocheras -que este tipo de Palacio no posee-, espacios verdes, balcones aterrazados y hay una descentralización de la zona centro hacia el Norte”, reflexiona la especialista de L. J. Ramos.
No obstante, hay un público que sacrifica la cochera y el verde y elige la sofisticación de los cinco palacios residenciales más exclusivos de la ciudad. Entremos en ese mundo de antaño…
Palacio Estrugamou
El Palacio Estrugamou en Retiro, que se empezó a construir en 1924, es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura señorial de la primera mitad del siglo XX. La historia cuenta que Alejandro Estrugamou, un terrateniente, hijo de vascos franceses, encargó el proyecto a los arquitectos Eduardo Sauze (argentino graduado en la Ecole des Beaux Arts de Francia) y Auguste Huguier (un francés que llegó al país en 1910). Su idea fue invertir en este edificio de renta, con materiales de calidad y un diseño con gran confort para captar a familias de buenos ingresos. La construcción se compone de cuatro cuerpos de ocho pisos cada uno. A las propiedades más grandes se ingresa por Esmeralda 1319 y tienen cinco dormitorios, 380 m² y se destacan por su recepción. El Licenciado en Relaciones Públicas Juan Maurette tuvo la suerte de vivir 20 años en el sexto piso del cuerpo 2 y sólo tiene buenos y entrañables recuerdos: “Recién cuando me fui a vivir solo a un departamento de 40 m² tomé dimensión del privilegio que tuve. Mi padre, arquitecto, convirtió las cinco grandes habitaciones en siete ya que tenía siete hijos varones. Living y comedor con boiserie, chimenea de mármol, parqué de roble de Eslavonia, ambientes altos y espaciosos, balcones grandes, ventanas y picaportes con sistema francés y un montón de detalles que hoy me asombran y a los que en aquellos años no les prestaba demasiada atención. Incluso recuerdo una gran puerta cóncava de madera en una de las habitaciones. Todo el sector de servicio era igual de amplio: cuarto de lavado, planchado, cocina, office y dependencias. Cada unidad contaba con anexos tanto en la azotea como en el subsuelo. Mi padre había hecho en la azotea un gimnasio para nosotros y un microcine para él, que era fanático del super 8. En el subsuelo la mayoría tenía bodegas”.
Los pisos más chicos tienen tres dormitorios y a ellos se ingresa por Esmeralda 1355, mientras que sobre Juncal 721 se encuentran las plantas de 260 m² con entre tres y cuatro dormitorios y cochera. Un atractivo es el gran patio donde luce la réplica de la Victoria de Samotracia que se asemeja más a los recintos abiertos de los viejos palacios europeos que a la simple entrada de un edificio de departamentos.
“En todos los casos se trata de unidades de excelente nivel de modo que la oferta y la demanda responde a una franja selecta. El target: personas que buscan calidad, nobleza de materiales, generosidad de diseño y lugares amplios”, aclara Gladys Romero Areco, gerenta de Ventas de la inmobiliaria Kantai. También, por su cercanía con la Cancillería, es muy buscado por diplomáticos, como es el caso de Juan Archibaldo Lanús. Los valores varían según su ubicación, estado, metraje y altura pero los pisos más grandes, refaccionados y luminosos, llegan a defender valores de hasta US$4000 por metro cuadrado.
Palacio Atucha
Sobre la calle Arroyo 1099, en la esquina con Avenida Alvear se encuentra el Palacio Atucha, otro de los ejemplares únicos de la ciudad que fue proyectado en 1924 por el arquitecto francés René Sergent como residencia para el estanciero Jorge Atucha y su familia y en la actualidad es un edificio de viviendas. Fue declarado Patrimonio Histórico junto al Palacio Pereda ubicado en Arroyo 1130, y Palacio Ortiz Basualdo, en Cerrito 1399, hoy embajadas de Brasil y Francia, respectivamente. “Su ubicación privilegiada con una inmejorable perspectiva a la plaza Carlos Pellegrini hace que estos pisos sean muy exclusivos e irremplazables”, añade la especialista de Kantai.
Se trata de un edificio con sólo seis unidades: dos en la planta baja, una en el primero y otra en el segundo piso y dos en la mansarda. Si bien todas sus plantas tienen distintos metrajes, se destaca el Piano Nobile en el primer piso con 585 m² y 69 m² de terraza. Sus dueños son personas de bajísimo perfil que cuidan mucho su privacidad y prefieren no exponerse.
Quienes se interesan por este Palacio buscan piezas únicas e irrepetibles, diseño, calidad y nobleza de materiales y el valor del metro cuadrado de las propiedades oscila entre los US$3800 y los US$4500.
Palacio Devoto
Otro edificio emblemático es el legado del arquitecto Alejandro Bustillo en la esquina de Avenida Libertador y Ugarteche. Una obra levantada en piedra y mármol en 1926 como residencia para la familia Devoto. La construcción ocupa casi media manzana y tiene un patio de entrada de 24 metros de profundidad delimitado por una enorme reja que da exclusividad y seguridad al predio y causa la intriga de los vecinos que pasan por allí y se preguntan quién vivirá en esta mansión. Llama la atención la planta del quinto piso –que la inmobiliaria Emily Salzmann tiene en venta- con una superficie cubierta de 862 m² y los 360 m² que suman sus dos terrazas, una con vistas fabulosas a la Plaza Alemania, Jardín Japonés y al río, y la otra sobre la calle Seguí.
Palacio de los Patos
A pocas cuadras de éste, también sobre la calle Ugarteche en Palermo, está el Palacio de los Patos, que tuvo un destino distinto. Debió haber pasado a la historia con el nombre de quien lo encargó, y fue su propietario original, Alfredo Miguel Chopitea, pero la crisis económica de finales de la década del ’20 le jugó una mala pasada. Son encontradas las opiniones acerca del nombre del edificio pero la más aceptada relata que se llama así porque estuvo habitado por los “venidos a menos” de la crisis de 1929, año en que se construyó el edificio. El arquitecto francés Henri Aziere diseñó los planos pero nunca estuvo en Buenos Aires y fue el argentino Juan Senillosa quien modificó y dirigió su construcción a gusto de Alfredo Chopitea. Fue declarado Patrimonio Histórico de la Ciudad y ocupa la mitad de la manzana limitada por las calles: Ugarteche, Juan María Gutierrez, República Árabe Siria y Cabello. Posee 144 apartamentos que tienen entre 70, 140 y 180 m², agrupados en seis pisos de seis cuerpos separados por nueve patios y siete jardines que están muy bien mantenidos según relatan sus moradores.
Paula Giannangeli es una de ellas y vive en el edificio hace 28 años. Arrancó de soltera y ya se mudó tres veces dentro del mismo predio a medida que se agrandaba su familia y necesitaba más espacio. Hoy habita uno de los departamentos más grandes de 190 m² con dos hijos jóvenes y su marido. “Siempre buscábamos en otras partes pero me costaba muchísimo abandonar Los Patos. Más allá de que son 144 departamentos, la vida acá es muy tranquila gracias a la circulación de los patios internos”, cuenta Giannangeli. No obstante, asegura que es un poco más ruidoso que cuando se mudó en 1993 porque en ese entonces la mayoría de los propietarios eran adultos mayores que habían vivido toda su vida allí. “Los vecinos más grandes fueron falleciendo y llegaron matrimonios jóvenes y ahora hay muchos niños que le dan otra vida. Los departamentos se van arreglando y modernizando pero se mantienen sus elementos de valor: paredes, molduras, pisos y chimeneas. El encanto de vivir acá versus una torre es justamente esto: la diferencia de materiales nobles, propios de un edificio antiguo pero a la vez sin ser ostentosos que lo hacen más relajado y permite que cada uno pueda darle su propia impronta. Conozco algunos departamentos que son súper minimalistas y otros muy barrocos”, relata.
La gerenta de Kantai asegura que en Los Patos “siempre hay más demanda que oferta”. María Laura di Ciancia, quien alquila un departamento en el edificio desde hace 4 años, cuenta cómo encontró el suyo: “Una amiga alquilaba el de ella y como yo vivía en los Gansos y estaba buscando achicarme, me calzó justo. Cuando atravieso la puerta de hierro negra me siento fuera de la ciudad: es como estar en París. Además, en los últimos años, el barrio tiene cada vez más onda”. Destaca el excelente mantenimiento de los canteros, prolijamente conservados, en los patios y jardines y el encanto que tiene retirar la correspondencia del buzón de hierro con detalles en bronce que posee 144 divisiones, una por cada propietario. En el patio principal de 386 m², que originalmente estaba cubierto por adoquines de madera, se destaca el reloj de cuatro caras de hierro negro.
Un beneficio son las expensas relativamente bajas. van desde los $8000 hasta los $20.000 según el tamaño del departamento. El perfil de gente que habita en Los Patos es un mix de adultos y jóvenes. “Hay diseñadores, arquitectos, artistas y todos se caracterizan por la buena energía. Se respira un aire fresco y alegre. Me da tranquilidad y seguridad vivir aquí”, concluye di Ciancia haciendo referencia al edificio en donde vivieron desde políticos y miembros de familias tradicionales hasta científicos, artistas e intelectuales. Algunos nombres: Carlos Holmberg, Luisa Vehil, Carlos Latorre, Daniel Rabinovich, Marta Peluffo, Ricardo Mosquera, Luis Benedit, Charly García, Ginette Reynal y Julieta Ortega (quien vive allí desde hace muchos años)
Según pudo saber La NACION, hay un departamento en venta y otro para venta o alquiler.
Los moradores coinciden en que “la contra” es la falta de cochera. “Son cosas que uno pone en la balanza. Para mí no es un tema, te vas acostumbrando y no me iría por eso”, enfatiza Giannangeli.
Edificio Kavanagh
Por último, el Edificio Kavanagh, símbolo arquitectónico de la ciudad, merece un párrafo aparte. Se inauguró en 1936 y llegó a ser el rascacielos más alto de Sudamérica. En 1999 fue declarado Monumento Histórico Nacional y Patrimonio Mundial de la Modernidad. Los arquitectos Gregorio Sánchez, Ernesto Lagos y Luis María de la Torre fueron los responsables de esta obra que es una síntesis del estilo racionalista y art decó: líneas rectas y escalonadas con vistas únicas. La idea de proa o de mirador urbano hacia el río resaltan la maestría de composición y el ingenio para haber aprovechado la topografía ascendente de la ciudad.
A pesar de que son 31 pisos con siete cuerpos, cada unidad tiene características distintas.
Una tercera parte cuenta con terrazas exteriores y algunas plantas hasta poseen jardines. Algo inusual para la época es que sus habitaciones son en suite y las plantas tienen la particularidad de tener palier individual por lo que funcionan como pisos únicos. “Si bien todas sus unidades tienen su impronta podría destacar dos: el piso 14° que perteneció a Corina Kavanagh, único que ocupa todo un piso y consta de 700 m² con tres terrazas (y está en venta por US$3.400.000 con opción de alquiler por US$5000) y uno de los más chicos de 80 m² en la parte más alta de la Torre llamada ¨el anillo¨. Ambas ubicaciones con vistas excepcionales al Río, Plaza San Martín y Ciudad”, resume Gladys Romero Areco.
Eduardo, un arquitecto marplatense, dueño de uno de las unidades medianas durante 10 años entre 1999 y 2006 recuerda: “Vivimos muy bien en el Kavanagh. El servicio de seguridad era excelente. Los propietarios ni teníamos llave de la puerta de entrada. Hoy eso cambió: la plaza San Martín es tierra de nadie”.
Como buen arquitecto, siempre le gustó vivir en lugares especiales y reciclar los interiores a su gusto de acuerdo a las necesidades de su familia. “Está muy bien construido desde sus orígenes y tiene la particularidad de estar revocado con piedra París, algo impensable hoy, pues se perdió la mano de obra”, detalla Eduardo. Para él, la magia del Kavanagh está en el proyecto: “cada departamento tiene su propio palier, algo que es difícil de lograr. Las instalaciones son espectaculares: las cañerías de calefacción y agua son de bronce y fue el primer edificio en Buenos Aires en tener calefacción central”.
Si bien nunca pensó en su hogar como un negocio especulativo, asegura que con esta adquisición no perdió plata. El valor de una unidad de 128 m² oscila entre los US$3000 y los US$3500 por metro cuadrado reciclado y en el caso de 283 m² o más entre U$S 2500 y 3300/m². “Hace varios años que los valores caen porque la zona ha desmejorado con la proliferación y el crecimiento del barrio 31 y por el alto costo de las expensas producto de los servicios que dispone. El Palacio Estrugamou, por contraste, ha bajado pero en una proporción menor. Con una demanda sostenida ha defendido mejor el valor de las unidades”, reflexiona García.
Para tener una idea, las expensas de un departamento de tres ambientes rondan los $50.000 y de un cuatro, los $70.000. La gran cantidad de personal que tiene el Kavanagh es un factor importante para el costo de las mismas.
Los alquileres
El prestigio de vivir en un Palacio del siglo pasado se refleja en los valores de los alquileres.
Como referencia, en el Kavanagh y Estrugamou un departamento de 300 m² se alquila por US$3000 al mes mientras que en el Palacio de los Patos, tres ambientes, pueden rondar los US$2000.
Para no clavarse a la hora de firmar el boleto, es clave mirar todos los detalles ya que en los edificios antiguos el mantenimiento es fundamental para garantizar el correcto funcionamiento de todos los servicios. Generalmente, los propietarios de estos edificios tienen clara la importancia de cuidar este aspecto para mantener el valor. Un valor que sólo los que saben discernir aprecian en esas perlitas únicas de la Ciudad, que ni las más modernas tecnologías podrán replicar.
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