La Colorada, una particular e histórica construcción inglesa entre medio del Botánico y el antiguo Zoológico de Buenos Aires, fue propiedad de los Mitre y hoy muy pocos pueden acceder a una de sus 20 unidades.
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Buenos Aires fue nombrada como la “París de Sudamérica” en más de una ocasión debido a su belleza arquitectónica y cultural. Sin embargo, la ciudad también muestra influencias de otras ciudades europeas, como Londres. Un claro ejemplo de ello se encuentra en la esquina de Cabello y República Árabe Siria, donde se encuentra La Colorada, una obra arquitectónica que debe su nombre al distintivo color de su fachada, completamente revestida en ladrillo a la vista. Tiene puntos de contacto con las viviendas colectivas construidas en Inglaterra entre 1850 y 1910, a diferencia de Buenos Aires, donde era más común encontrar arquitectura académica francesa o Art Nouveau.
Ubicado en la microzona recientemente bautizada como Palermo Zoo, rodeada por el Ecoparque y el Botánico, esta impresionante construcción británica se levanta en uno de los muchos sub-barrios de Palermo delimitado por las avenidas Del Libertador y Las Heras, y las calles Scalabrini Ortiz y República de la India. Aunque se percibe una atmósfera de elegancia y tradición en la zona, también es un barrio en constante movimiento y lleno de vida. Su carácter ecléctico y cosmopolita lo asemeja a lugares como Soho, pero su arquitectura patrimonial y su ubicación en la prestigiosa Avenida del Libertador lo hacen evocar a Recoleta.
“Sus calles contienen algunos de los edificios más imponentes de la ciudad, como El Palacio de los Gansos y Los Patos, así como propuestas gastronómicas desde Cabello a Juan María Gutiérrez y locales comerciales”, comenta Martin Pinus, dueño de la inmobiliaria homónima. Otra calle importante es el boulevard Cerviño, que desde hace un tiempo es una de las más importantes de la ciudad con su gran variedad de restaurantes, bares y cafeterías, así como tiendas de ropa y decoración. “Está a tan solo 300 metros de Libertador y a 200 de Las Heras, todo rodeado de verde. Es un barrio superjoven que a pesar de estar en una zona muy concurrida no se escucha el ruido de las avenidas”, señala Pinus.
Una joya de Buenos Aires
Todo esto crea el escenario perfecto para este edificio de película que se levanta imponente en una de las esquinas más fotografiadas de la ciudad. Obra del arquitecto Regis Pigeon, un misterio para cualquier persona que busque información sobre él, este ingeniero británico es el responsable de uno de los edificios más bellos y singulares del estilo neoclásico inglés en las calles de la ciudad porteña. También participó en la construcción de la estación Retiro, inaugurada cuatro años después de La Colorada, obra de Eustace Lauriston Conder, colega y coterráneo de Pigeon.
Los ladrillos utilizados en La Colorada fueron importados de las islas británicas en los barcos que regresaban de llevar granos a Londres desde Buenos Aires, al igual que las aberturas de madera, la pinotea de los pisos y todos los hierros utilizados para ensamblar la estructura portante (otra característica única del edificio), así como los puentes y pasillos internos, las barandas y las rejas de puertas y balcones, incluyendo la marquesina ubicada sobre la entrada principal en Cabello 3791.
El edificio se encuentra en una superficie total de 680 m² (25,90 metros de frente por 26,26 de fondo) y se completó el 17 de junio de 1911, en una época en la que la calle Cabello se llamaba Las Heras Segunda y la zona se encontraba casi vacía, incluso marginal. En el pasado, no contaba con una red de cloacas o infraestructura urbana, y carecía del rococó que luce en la actualidad. Para hacerse una idea de cómo se veía el barrio, la Penitenciaría de Las Heras se levantaba en el lugar donde hoy se encuentra Parque Las Heras: una unidad carcelaria erigida como modelo para la reinserción de los delincuentes y demolida en 1968 cuando el desarrollo del barrio se hizo imparable. También se encontraba el hospital de tuberculosos (ahora el Hospital General de Agudos Dr. Juan A. Fernández) y los galpones y fábricas de la marca cerveza Palermo en Scalabrini Ortíz.
Sus inicios y primeros usos
Fue concebida como una casa de alquiler para los empleados jerárquicos del incipiente Ferrocarril Central Argentino, que en ese momento estaba en manos de los británicos. Pigeon era el único dueño, junto con José L. Barabino, quien no aparece en la placa de mármol blanco que cuelga en la ochava del edificio donde figura la fecha de terminación, presentó los planos del proyecto. Directores y gerentes, con sus familias, vivieron allí alrededor de dos décadas. Luego fue adquirido en block por la familia Mitre (por lo que durante un tiempo se lo llamó palacio Mitre), quienes la habían adquirido después de la crisis del 30 y lo subdividieron bajo el régimen de propiedad horizontal en 1953. Incluso el edificio guarda una reliquia que documenta la transferencia de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires a los miembros de la familia, María Helena Mitre de Noble y Bartolomé Mitre, en un papel amarillento y enmarcado que data de 1945.
Sin embargo, no todo son elogios por parte de los especialistas. El arquitecto y arqueólogo Daniel Schávelzon cuestionó en un artículo publicado por la revista especializada Summa en abril de 1989 el hecho de que los departamentos en el subsuelo tuvieran ventanas que dan a patios de ventilación mínima e iluminación escasa, lo que resultaba en condiciones infrahumanas para el personal doméstico y el encargado, que estaban confinados a vivir en habitaciones ubicadas en el sótano de apenas 4,50x5 metros, con una única puerta como abertura. Actualmente funcionan como bauleras y se accede por una puerta minúscula debajo de la escalera principal del edificio.
De únicos dueños a pocos dueños
Sorprendentemente, costaría entender que un edificio de estas características ubicado en un barrio predilecto vendiera únicamente dos departamentos en los últimos 10 años. Hay una explicación: por un lado, casi todos están ocupados por locales comerciales. Cuenta solamente con 20 unidades, de las cuales 18 están ocupadas por empresas de moda, arquitectura y/o servicios, mientras que dos son ocupadas por particulares. Por el otro, uno de los dueños aprovecha la oportunidad para comprar cada vez que salen a la venta. Como es propietario de la mitad de los departamentos, en La Colorada solo hay 10 dueños en total, ya que otra persona cuenta con la potestad de otros dos departamentos.
Cabe aclarar que es un edificio muy exclusivo y quienes logran tenerlo en sus manos no quieren soltarlo. Su ubicación también es parte de la combinación que lo vuelve atractivo, ya que el barrio creció y se convirtió en una zona trendy con mucha oferta comercial. “El edificio en sí mismo es muy particular, además de que el barrio aún mantiene su esencia a pesar de que se volvió muy popular”, agrega el inmobiliario. “Son departamentos caros. Una pareja joven podría conseguir por la misma cantidad de dinero muchos más metros”, asegura. Además, no a todo el mundo le agrada la idea de vivir en un edificio con más de 100 años.
Quienes anhelan tener su lugar en esta construcción centenaria admiran su estilo neoclásico inglés, que bien sirvió para que el edificio fuera locación de varias publicidades y al menos tres películas argentinas: El vampiro negro (Román Viñoly Barreto, 1953), Sentimientos (Jorge Coscia y Guillermo Saura, 1987) y Apartment Zero o Conviviendo con la muerte, una película de suspenso psicológico británico-argentina dirigida en 1988 por el guionista argentino Martin Donovan y protagonizada por Colin Firth, que se encuentra disponible para ver en YouTube.
Por si no hubiese suficientes datos históricos que le dan a La Colorada su categoría de trascendental, otro de los elementos destacados del edificio es el hermoso y único ascensor para tres personas, fabricado por la empresa francesa Roux-Combaluzier en hierro y madera, la misma empresa que dotó de elevadores a la Torre Eiffel. Este ascensor permite acercarse a la lucarna central de vidrio, que brinda luz solar casi todo el día. En el techo del pasillo del último piso se encuentra una escalera rebatible de madera que lleva a la terraza, aunque actualmente se encuentra en desuso.
Cada unidad del edificio cuenta con chimenea, aunque ya no se utilizan, y los cielorrasos son de ladrillo a la vista, pero de tipo recto en lugar de bovedilla. En las cocinas, hay una pequeña puerta que solía incluir un acceso a los dos ascensores de servicio, también conocidos como zorras, que van directo a los sótanos. Sin embargo, estos ascensores se encuentran en desuso debido a que son antiguos y no se consiguen repuestos. Aún se los puede ver, ambos frenados en el cuarto piso, desde una abertura que se encuentra en el subsuelo, espacio que aún conserva sus pisos originales y la entrada a los antiguos ascensores de servicio, aunque muy descuidado.
El edificio fue reconocido con la categoría de edificio representativo de la ciudad de Buenos Aires desde 2007, gozando de la Promoción Especial de Protección Patrimonial. Un diploma enmarcado y colgado en la recepción testimonial que fue consagrado como “testimonio vivo de la memoria ciudadana” el 12 de noviembre de 1987.
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