En pleno verano del hemisferio Norte, algunos dueños compartieron sus espacios exteriores con otra gente poniendo precio por hora, ¿llegará esa tendencia a nuestro país?
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¿Tenés una pileta espectacular en tu casa? ¿Un jardín secreto? ¿Un quincho con parrilla? ¿Y si pudieras alquilarlos? Eso sucedió en los Estados Unidos, con diversas apps que permiten alquilar espacios exteriores por hora.
Carmen Sanchez ha estado alquilando su pileta de agua salada en su jardín de Queens (Nueva York) hasta tres veces por día a través de una app “piletera” llamada Swimply. En Sherman Oaks (California), Vassil Ananiev generó unos US$25.000 mensuales alquilando su propiedad de 185 m² con pileta y quincho en Splacer, una app en la que se alquilan lugares para eventos. Y en Los Feliz, cerca de Los Angeles, Danny O’Brien responde a consultas diarias por Peerspace, otra app. Su jardín frondoso y selvático puede ser alquilado para cumpleaños, casamientos, despedidas de solteros y hasta funerales.
“Los meses de verano fueron una locura”, dice Ananiev, que cobró entre US$150 y US$200 por horapara dar acceso a su casa de tres habitaciones que tiene jacuzzi, chimenea exterior y unas vistas espectaculares del valle de San Fernando. “La gente está cansada de estar en sus casas. Quieren salir”.
A lo largo y ancho de los Estados Unidos, los propietarios empezaron a ver sus piletas, jacuzzis, canchas de tenis y jardines como una fuente de ingresos, en un momento en el que la gente quería volver a juntarse con amigos en lugares seguros al aire libre.
Muchos propietarios recurren a aplicaciones de nicho, que funcionan igual que Airbnb pero que sirven para alquilar para eventos o momentos puntuales, en vez de noches. Con las comodidades adecuadas, prácticamente cualquier lugar se convierte en una buena ubicación para una fiesta. Los dueños publican su propiedad en la app, la alquilan por hora, y las empresas se llevan un porcentaje.
May Choi-Steele ha alquilado la pileta en Queens de Carmen Sanchez ya cinco veces desde que empezó el verano norteamericano, con el objetivo de que su hijo de 11 años tenga un lugar seguro y privado para nadar solo o con amigos. “No me siento muy cómoda con las piletas públicas. El agua suele estar helada y hay demasiada gente”, explica Choi-Steele, que vive a cinco minutos de lo de Sanchez. La primera vez que alquiló la pileta se quedó muy entusiasmada con la ducha exterior y el baño, e inmediatamente reservó de nuevo. “Me cierra por todos lados”, dijo.
Sanchez, una asistente legal de 52 años, dice que en verano cobró unos US$75 por hora para las primeras cinco personas, y después unos US$10 adicionales por cada persona extra. Otros cobraban más todavía. Pero Choi-Steele afirma que vale la pena. “Podés festejar un cumpleaños, por ejemplo, en un restorán. Probablemente sea por un monto parecido, pero es otra experiencia. En una pileta privada podés pedir comida y tenés un ambiente mucho más íntimo”.
En la app Peerspace, que está disponible en todo Estados Unidos, los espacios exteriores son el segmento que más rápido crece. Las búsquedas en junio aumentaron 360% en comparación con mayo, y un 550% desde el 2019. En el verano, Swimply, que está en 125 ciudades, concretó unas 61.000 reservas a través de su plataforma, en comparación con las 36.981 de todo el 2019. La app planea empezar a incluir canchas de tenis, básquet y hasta gimnasios privados. En Splacer, los espacios exteriores conforman el 30% de los alquileres.
“Se pide estar afuera, en jardines o terrazas; la demanda se duplicó con respecto al 2019”, explica Adi Biran, director ejecutivo de Splacer, que está basada en Nueva York y tiene listadas 5000 propiedades entre esa ciudad, Miami, Chicago, San Francisco y Atlanta.
El rol de los anfitriones
Convertir tu jardín en un espacio para eventos constantes puede ser muy lucrativo. Algunos anfitriones de Peerspace han ganado US$60.000 desde abril, según la compañía. Sanchez dice que ha generado unos US$2500 por semana alquilando su pileta. Hasta contrató una asistente que ayuda con la limpieza y desinfección entre cada evento o alquiler.
Es cierto que los anfitriones tienen que encontrar un equilibrio entre hacer dinero y el descontento de sus vecinos, que no tienen la más mínima gana de vivir al lado de un salón de eventos o un club social. Suele suceder que, si se alquila para veinte personas, terminan apareciendo cuarenta.
“La gente puede mentir sobre la cantidad de gente o decirte que van a hacer algo tranquilo y después no es así”, dice Ananiev, que tiene como política conocer personalmente antes de alquilar. “Te dicen ‘vendrán veinte personas’, después van apareciendo los amigos de sus amigos y antes de que te des cuenta son cuarenta personas. Hubo veces que dije: ‘Entran veinte, el primero que está de más se va para su casa’”.
Ananiev pasa esas tardes o noches de inquilinos en su cuarto, mientras un grupo de desconocidos toman el control del resto de su propiedad. Su hija de 7 años, que vive con él la mitad del tiempo, no está contenta con este nuevo arreglo. “Últimamente le parece demasiado, no le gusta. Pregunta todo el tiempo si el baño esta limpio o cuándo se van”, confiesa.
Como solución, Ananiev, que obtiene buena parte de sus ingresos con los alquileres, empezó a construir un dormitorio en suite arriba del garage, en donde pretende instalarse con su hija cuando haya inquilinos.
La señora Sanchez, por su lado, establece reglas claras a partir de la experiencia del verano pasado, cuando la policía apareció varias veces.
“Hablé con los vecinos, y las pocas cosas de las que se quejaban era la música fuerte, el estacionamiento en doble fila y la gente sentada en jardines delanteros o canteros”, explica. Incluso invirtió en parlantes para exteriores que suenen más bajo, y corta todos los eventos a las 19 en vez de las 21.
También hay riesgos legales que deben ser considerados. Los municipios o consorcios pueden tener reglas en lo que respecta al uso comercial de zonas o propiedades residenciales. O las compañías de seguros podrían no responder ante reclamos que teóricamente no cubren.
“Existe la posibilidad de que, si por ejemplo una pileta no está en regla con habilitaciones municipales, la empresa de seguros desoiga un reclamo”, explica Steven Sladkus, un abogado neoyorquino especializado en real estate, quien también señaló que un propietario podría enfrentar una demanda por molestias de algún vecino descontento.
Las apps brindan un seguro de responsabilidad limitada para los anfitriones, pero los dejan para que naveguen por los asuntos legales y las ordenanzas locales por su cuenta.
“Les pedimos a los anfitriones que sean respetuosos y cuidadosos con las leyes locales y las reglas de las asociaciones de propietarios”, dice Matt Bendett, fundador de Peerspace, basada en San Francisco y con más de 20.000 propiedades en su plataforma. “Es muy difícil manejarlo nosotros sin la cooperación de los dueños”.
O’Brien, en Los Feliz, sigue a la página de Facebook del intendente local para estar al tanto de cualquier cambio de normativa, y además usa un medidor de decibeles para asegurarse de que el ruido no se vaya de las manos en su jardín de 560 m², el cual transformó en un refugio imponente, envuelto en un dosel de robles, olivos, nueces, higueras y cítricos. El espacio, al que nombró The WithInn, tiene una cocina completa, un área de estar, un escenario y un bar. O’Brien se queda en su casa durante los eventos, manteniendo todo bajo control desde adentro. Los invitados solo entran al interior de la casa por una puerta lateral para usar el baño. En el verano tuvo su parque alquilado una vez por semana y el evento más grande hasta ahora ha sido un casamiento con 60 invitados. “Lo que me encanta es ver las caras de sorpresa. Entran, miran y dicen ‘por favor, ¿qué es este lugar? ¿De donde salió?’”, se entusiasma. “En pleno Hollywood, llegás al jardín y sentís que estás en otro país”. Claro, por US$145 la hora.