Cinco meses después de ser puesta en el mercado, la casa aún no ha encontrado un comprador, lo que ha despertado la curiosidad y una variedad de teorías entre los expertos de bienes raíces
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Ivana Trump era mejor conocida por su enfoque de la vida de más es más. Ella y su ex esposo más famoso, Donald Trump, tuvieron sus diferencias a lo largo de los años, pero en ese frente estaban unidos.
Los vestidos estaban cubiertos de cristales, las pieles estaban confeccionadas en casi todos los colores del arco íris, y su peinado batido que la caracterizaba ascendía lo suficientemente alto como para adornar los techos de muchas habitaciones de Nueva York, pero no las de su casa en el Upper East Side de Nueva York. Una mansión de cinco pisos y 810 metros cuadrados. La casa adosada, que ella convirtió en su propio paraíso rococó, ahora cotiza en el mercado por US$26,5 millones . La señora Trump murió allí después de caerse por las escaleras a mediados del año pasado.
La casa está a menos de una cuadra de Central Park y se convirtió, según Nikki Haskell, una amiga cercana desde fines de la década de 1970, en una metáfora de piedra caliza de cinco dormitorios y cinco baños por la negativa de Trump a achicarse después de que en 1990 implosionara de su matrimonio con Donald J. Trump. Sus hijos mayores se criaron allí, y las ganancias de la casa se dividirán entre ellos cuando se venda.
Sin embargo, cinco meses después de haber sido incluida en la lista de Douglas Elliman (inmobiliaria de propiedades de lujo en Estados Unidos), la casa todavía está disponible. ¿Es simplemente otra indicación de que el mercado ha retrocedido desde que las tasas de interés se dispararon y las carteras del mercado de valores se redujeron? ¿Es una extensión del hecho de que las propiedades de la marca Trump en esta ciudad se han negociado con descuento desde 2015 , cuando el exesposo de Ivana lanzó la campaña política divisiva que lo llevó a la Casa Blanca? ¿O el problema es que la estética anacrónica de la casa es el polo opuesto del modernismo minimalista que es estándar en las casas de lujo de hoy?
La señora Trump compró su casa en East 64th Street entre Madison y Fifth Avenues en 1992, cuando estaba finalizando los términos de su divorcio.
El vendedor fue Francois de Menil, quien lo compró en 1979 por US$1 millón pero nunca se mudó. Después de eso, se convirtió en “un consultorio de dentista con muchos cuartos pequeños”, dijo más tarde Trump al adquirir la propiedad.
Dennis Basso, el diseñador de los muchos tapados de visón de Ivana, afirmó en una entrevista que pensaba que se parecía más a una embajada que a una casa. “Ivana quería que su casa fuera glamorosa, o su idea de ella”, dijo Basso. “Y ella fue lo suficientemente inteligente como para conseguirlo en una de las mejores ubicaciones de la ciudad”.
Su lucha contra Trump para comprar la casa
El acuerdo de divorcio firmado entre los abogados de la ex pareja le dio derecho a Trump al departamento que él y su esposa habían compartido en la parte superior de la Torre Trump. Al mudarse de allí, Ivana recibiría US$4 millones para gastar en un nuevo hogar para sus tres hijos, Ivanka, Donald Jr. y Eric.
Pero cuando Ivana escribió una novela, Solo por amor, que describía el estallido de un matrimonio de alto perfil, Donald Trump la demandó, alegando que había violado una cláusula de confidencialidad en el acuerdo. Incluso sugirió que la Sra. Trump buscara la ayuda de su novio en ese momento, Riccardo Mazzucchelli, un industrial italiano que construyó carreteras en África, Arabia Saudita y el Reino Unido
“Ahora quiere comprar una casa adosada”, dijo Trump. “Bueno, no le voy a dar el dinero para que ella y su amante puedan tener una casa. Que lo pague. Escuché que tiene algo de dinero.
Los abogados de Ivana presionaron a la jueza de la Corte Suprema del estado, Phyllis Gangel-Jacob, para obligar a Trump a pagar la cuota inicial de US$282.500. Finalmente consiguió el dinero que necesitaba. Los registros públicos muestran que el precio de venta total fue de poco menos de US$2,47 millones.
Después de eso, la exseñoraTrump trajo a George Gregorian, un diseñador que había colaborado con ella en el cambio de marca del Hotel Plaza de los Trump, y se puso a trabajar. “La plomería estaba podrida”, dijo a la revista People. “Puse, como, una excavadora a través de las habitaciones y lo rehice por completo”.
Cuando los contratistas terminaron, el piso del salón sirvió como entrada y tenía un tocador y una oficina para Dorothy Curry, quien trabajaba como asistente de la Sra. Trump y ayudaba a cuidar a los niños. El segundo piso era el sitio de una enorme sala de estar y una sala para el piano. En la tercera planta había una sala de estar con estampado de leopardo, un baño de mármol rosa y un dormitorio principal con una chimenea dorada y murales chinos que, según escribió Ivana en el libro “Raising Trump: Family Values From America’s First Mother”, eran " restaurado por artistas referidos a mí por el Museo Metropolitano de Arte.”
Las habitaciones de los niños estaban en el cuarto piso, y gran parte del quinto estaba ocupado por un armario al que Trump se refirió como “Indochina” porque, como dijo más tarde, “para cuando llegues al final, también podrías estar en otro continente”. Abundaban las alfombras con estampado animal, los espejos gigantes y otros detalles estilo Luis XIV.
“No había nada moderno en la casa, pero era fabulosa, todo el glamour del Viejo Mundo”, dijo Marc Bouwer, un diseñador cuya ropa usó Trump con frecuencia a lo largo de los años. Él era un elemento fijo en las fiestas que organizaba la exesposa de Trump para una lista de invitados que se ajustaba a su personalidad.
Aquí estaban Bárbara Walters, Joan Collins y una variedad de miembros de la alta sociedad del Upper East Side, del tipo que vestía de manera conservadora pero “le gustaba la publicidad, le gustaba estar en los periódicos”, dijo Bouwer.
Hubo un plan para poner una piscina en el sótano, pero no funcionó. En el sexto piso había un gimnasio. Y, debido a que la caminadora daba a la calle, la Sra. Trump saludaba a Donatella Versace, quien en 1997 se mudó a la casa de su hermano Gianni en 5 East 64th Street, después de su muerte.
Para entonces, Ivana estaba terminando su siguiente matrimonio con Mazzucchelli, quien había dividido su tiempo entre Londres y la casa de Ivana en Nueva York, pero no podía lidiar con lo que Haskell describió como vivir a la sombra de Ivana.
A principios de la década de 2000, después de que los hijos se graduaron de la escuela secundaria, Ivana comenzó a pasar más tiempo en el sur de Florida y Saint-Tropez, donde también tenía casas. Se lanzó a las citas e incluso presentó un programa de telerrealidad, Ivana Young Man, en el que ayudó a una mujer divorciada de 40 años a encontrar una pareja más joven.
En 2008, la exseñora Trump se casó con un hombre joven, Rossano Rubicondi, un actor de unos 30 años que apareció en su programa. El matrimonio fue turbulento y duró menos de un año. En 2009, Ivana fue escoltada fuera de un avión después de discutir con un grupo de niños que corrían en primera clase.
En 2016, ofreció su pleno apoyo a la exitosa campaña presidencial de Trump. Pero después quedó devastada porque no era la primera dama y porque los hijos que había criado vivían en su mayoría en Washington. Fue abordada en la calle por anti-Trump, pero rechazó la seguridad que podría haberla hecho sentir más segura. “Le dije: ‘Consiga un buen guardia de seguridad’”, contó Haskell. Pero ella no quería. Toda la presidencia de Donald le afectó muchísimo”.
Según Haskell, Ivana nunca superó por completo a Donald Trump. Pero Rubicondi siguió apareciendo. Haskell siempre pensó que estaba detrás del dinero de Ivana. La preocupación por el estado mental de la señora Trump creció, y la casa que alguna vez había sido un símbolo de la resiliencia de Ivana comenzó a parecer más una señal de que las cosas iban mal. “Le rogué que se deshiciera de él y se mudara a una residencia de servicio completo en Pierre”, dijo Haskell, refiriéndose a un hotel de lujo cercano. “Pero Ivana era Ivana. Ella hizo exactamente lo que quería hacer”.
Haskell habló repetidamente con Ivana sobre las escaleras, lo que no podía soportar de ellas era que “fuesen angostas hacia la baranda y anchas hacia las paredes”. Pero lo que le asustaba a Ivana no era caerse por las escaleras, sino quedarse atascada en un ascensor. Así que ella nunca tomó el consejo de murdese a un edificio de departamentos.
En 2020, poco después de que comenzara la pandemia, Rubicondi fue diagnosticado con cáncer de piel en etapa cuatro. Ivana lo llevó de Italia a Nueva York y le consiguió un departamento cerca de la casa para que pudiera recibir tratamiento ahí, según New York Magazine. Pero murió en octubre de 2021.
Cuando las vacunas relajaron las restricciones de Covid-19, los amigos pensaron que a Ivana le encantaría resurgir. En cambio, se retiró, “encerrada en su casa por su propio deseo”, como dijo Haskell.
En retrospectiva, dijo Basso, debería haber quedado perfectamente claro que ella nunca se iba a ir. “¿A dónde iba a ir?” contó Basso. “¿De esa casa a un departamento de dos dormitorios? A ella le gustaba su entorno y estaba contenta con la forma en que se veía”.
Pero Haskell dijo que cuando escuchó en julio que Ivana había muerto, las primeras palabras que salieron de su boca fueron: “¿Las escaleras?”
El condominio de la exesposa deTrump en el sur de Florida, cerca del Mar-a-Lago de Trump, quedó en manos de Curry, su asistente de mucho tiempo. Eric se hizo cargo de la venta de la casa adosada, según una persona que estuvo involucrada en la lista y se negó a comentar porque Eric les pidió a todos los involucrados que no hicieran entrevistas al respecto.
Para manejar la venta, la familia seleccionó a Adam Modlin de The Modlin Group y Roger Erickson de Douglas Elliman. No hay duda de que el valor de las residencias en las propiedades de la marca Trump en Nueva York se vio afectado después de que lanzó su campaña presidencial de 2016. Pero otro obstáculo, quizás más importante para los hijos adultos de Trump, dijo Basso, es que la propiedad es enorme y el diseño no es del gusto de todos. “Es una bonita fachada”, dijo. “Pero nadie está interesado en comprarla. Puede que la haya reformado el mejor diseñador de su época, pero hoy nadie con tanto dinero quiere un baño de hace 30 años”.
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