Para algunos, la propiedad merece ser salvada y restaurada; para otros, es un edificio en ruinas que ya no cumple con la seguridad y debe ser reemplazado por una construcción moderna
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En uno de los barrios con más historia de la ciudad de Buenos Aires, una casa construida a principios del siglo XX, conocida por algunos como “El Mirador del Ahorcado”, está en el centro de una controversia que podría decidir su destino: la preservación de su valor patrimonial o la demolición para dar paso a un nuevo desarrollo inmobiliario.
Esta emblemática casona de San Cristóbal, ubicada en Entre Ríos al 1000 y construida en 1913 por el arquitecto milanés Virginio Colombo, es un testimonio del esplendor del Art Nouveau en Buenos Aires, pero su historia y la amenaza de su desaparición la convirtieron en un símbolo de la lucha entre el patrimonio cultural y la especulación inmobiliaria.
La historia de la casona “embrujada”
Leandro Anda, un empresario de zapatos, encargó a Colombo, el mismo arquitecto de su fábrica ubicada a tres cuadras, la construcción de una propiedad que reflejara tanto su estatus como su amor por la arquitectura. El resultado fue una edificación de tres cuerpos y tres plantas, con vitrales y balcones. Los materiales, traídos íntegramente de Europa, incluían pisos de roble, frescos y bronces, que adornaban cada rincón de esta mansión. La propiedad es también conocida como “Casa Anda”, justamente por el apellido del zapatero que mandó a construirla.
Sin embargo, más allá de su esplendor arquitectónico, la casa está marcada por una tragedia que dio lugar a numerosas leyendas urbanas. En 1926, la familia Roccatagliatta de inmigrantes italianos, se instaló en el primer piso de la vivienda. Lo que debía ser un hogar lleno de vida, pronto se convirtió en el escenario de un drama familiar. Los mellizos Emmanuel y Vittorio, de 17 años, se enamoraron de la misma joven, llamada Celina Amparo, hija de un matrimonio húngaro que vivía en la planta baja.
Un beso inocente desencadenó una serie de eventos fatales: el asesinato de uno de los hermanos por el otro, seguido del suicidio del homicida y la muerte por un infarto de su padre al presenciar la tragedia. La madre, devastada, enloqueció y quedó sola en la casa que, desde entonces, se dice que está “embrujada” porque se la asocia con apariciones y fenómenos paranormales, especialmente durante noches de tormentas: un mito urbano asegura que en su mirador se puede ver la figura ahorcada del hijo que se suicidó.
De una casa en ruinas a un “patrimonio en peligro”
Hoy, la casa de la calle Entre Ríos está en ruinas y abandonada desde hace más de 15 años. “Los actuales propietarios la dejaron en el abandono para que el tiempo la deteriore, argumentando su peligro de derrumbe como justificación para su descatalogación como edificio protegido y eventual demolición”, cuenta Fabio Márquez, director de proyectos de Cultura Abasto, una asociación dedicada al fomento de la cultura, la identidad y el patrimonio de los barrios porteños.
Además, la diputada María del Pilar Ramírez, de La Libertad Avanza, presentó a mediados de julio en la Legislatura porteña un proyecto para descatalogar la casa, un paso necesario antes de su demolición. Según la legisladora, el estado del inmueble representa un riesgo para la seguridad pública por su supuesto peligro de derrumbe. Sin embargo, especialistas en patrimonio, sostienen que la casa, a pesar de su deterioro, aún podría ser restaurada y recuperar su esplendor original. Pero, claro, tiene que aparecer un inversor que quiera embarcarse en ese proyecto.
Esta situación generó un malestar entre los vecinos y la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal, quienes se encuentran en plena discusión contra la desaparición de este bien patrimonial.
“Casa Anda es un claro ejemplo de cómo un bien patrimonial puede ser víctima de la especulación inmobiliaria. Los propietarios la dejaron en el abandono con la esperanza de que se deteriore lo suficiente para justificar su demolición y la construcción de un edificio más grande y rentable en su lugar. Esto no solo sería una pérdida irreparable para el barrio, sino que también sentaría un precedente peligroso para otras edificaciones de valor cultural en la ciudad”, advierte Márquez.
Tanto Cultura Abasto como otros grupos patrimonialistas solicitaron que se envíe un equipo de expertos para evaluar el estado real de la estructura y proponer un plan de restauración. Argumentan que, con el apoyo técnico y financiero adecuado, es posible devolverle a la casa su antiguo esplendor.
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