El alquiler medio en esta ciudad europea es ahora de unos US$2140, mientras que el salario mínimo ronda los US$814
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“La casera me persigue desde 2018, dice que necesita mi departamento y ya recibí una orden de desalojo”.
Georgina Simões es cuidadora en una residencia de ancianos en la capital portuguesa, Lisboa. Ella gana justo por encima del salario mínimo. Su alquiler, de €300 (US$321) al mes, es bajo para los estándares actuales de la ciudad, pero aún así necesita tener dos trabajos para pagarlo. Y las condiciones en la propiedad son malas: no puede ducharse porque el agua se filtra en el apartamento de los vecinos.
“No me voy porque cuando busco otras casas mi sueldo no alcanza, ni siquiera para pagar el alquiler. Los alquileres están por encima de los salarios que tenemos en Portugal”, comentó.
Las circunstancias de Simões están lejos de ser únicas. El alquiler medio en Lisboa es ahora de unos US$2140, mientras que el salario mínimo ronda los US$814.
Las causas de la crisis
Portugal enfrenta actualmente una grave crisis de la vivienda, causada en parte por un aumento de la inversión extranjera en propiedades y la falta de nuevas viviendas asequibles.
Pero no es simplemente una cuestión de oferta. La investigadora y activista Rita Silva, que ayudó a crear el movimiento de vivienda Habita, aseveró que hay “más casas que personas, pero los precios no bajan”.
La experta añadió que la coyuntura actual, que ha propiciado numerosas campañas que exigen viviendas más asequibles, se ha extendido por todo el país durante varios años después de la crisis financiera de 2008.
El caso de Simões, la cuidadora, ya está en los tribunales y espera permanecer en su propiedad durante otros seis meses. Su abogado está tratando de hacerle ganar ese tiempo.
¿Qué pasa si pierde?, le preguntó la BBC. “Estaré en la calle”, respondió. “No tengo ninguna posibilidad, no sé qué pasará. Solo necesito un techo bajo el que dormir; me paso la vida en el trabajo”, agregó.
Sacrificios extremos
Joelsy Pacheco, por su parte, hace malabarismos con dos trabajos que consumen 16 horas de su día. Uno de ellos está en una unidad de cuidados intensivos de uno de los principales hospitales de Lisboa y el otro en una ONG.
“La mayor parte de mi salario se destina al alquiler, sin mencionar las facturas, la comida y el transporte. Con un solo trabajo, sería casi imposible”, narró.
El contrato de arrendamiento de Pacheco termina a finales de este año y le preocupa que su alquiler suba. “¿Adónde iría después? Es probable que tenga que volver a vivir con mi madre, lejos del trabajo, y tendré que reestructurar toda mi vida”, admitió.
A principios de este año, el comediante y activista portugués Diogo Faro se convirtió sin querer en una de las caras del movimiento de viviendas asequibles, después de publicar un video en las redes sociales sobre el aumento de los precios de alquiler en Lisboa.
Pronto, su bandeja de entrada se inundó de mensajes.
“Hay parejas divorciadas que no pueden mudarse porque no pueden pagarlo, lo que me parece brutal. Personas mayores que están eligiendo entre pagar el alquiler o la medicación, por lo que acortan sus vidas para tener un techo”, dijo.
A medida que recibía más y más historias como estas, el cómico se reunió con algunos amigos y comenzó el movimiento Casa é um Direito (“La vivienda es un derecho”). El suyo y otros movimientos planearon una manifestación que atrajo a más de 30.000 personas a las calles de Lisboa el pasado abril. Las protestas luego se extendieron a otras ciudades, como Oporto y Braga.
“A las protestas las hemos llamado ‘Una casa para vivir’, porque la gente está desesperada. La gente quiere una casa para descansar, jugar con sus hijos, para vivir”, comentó Faro, quien ve esto como solo el comienzo de la lucha.
El turismo es uno de los culpables
El alcalde de Lisboa, Carlos Moedas, ha descrito el problema de la vivienda como “la mayor crisis de nuestra generación”.
Hizo el comentario en abril, mientras se iniciaba la construcción de una nueva promoción de alquiler asequible en Entrecampos, una céntrica zona de la capital lusa, que proporcionará 152 nuevas viviendas.
También se han establecido programas para ayudar a quienes no pueden pagar los altos precios de los alquileres, y las autoridades locales se ofrecen a pagar un tercio del costo, aseveró la concejala de Vivienda y Desarrollo de Lisboa, Filipa Roseta.
Un tercio del centro histórico de Lisboa está desocupado, según el geógrafo e investigador de vivienda Luís Mendes, y casos recientes sugieren que el Estado está empeorando la situación.
Cuando se destruyeron algunas casas precarias en marzo, ocho familias quedaron sin hogar y tuvieron que ser enviadas a un alojamiento de emergencia.
“Estamos hablando de precios de alquiler en Lisboa que son más altos que en algunas de las zonas más ricas de Berlín, por ejemplo, donde ha habido un tope de alquiler. Por no hablar de la diferencia de salarios”, afirmó Mendes.
“En Lisboa hay zonas donde una casa de 80 metros cuadrados cuesta US$1285 al mes. Bueno, ese es el salario medio de un lisboeta. Así que estamos hablando de cantidades prohibitivas, incluso diría obscenas”, agregó el experto.
Mendes aseveró que uno de los factores para la actual crisis de viviendas que padece el país es lo que él llama “turistificación” y que ocurre cuando, debido al aumento del turismo, se destinan casas diseñadas para el uso residencial a acoger visitantes temporales. Áreas como el barrio histórico de Alfama, conocido como el hogar del Fado, ahora tienen el 60% de sus casas en alquiler a corto plazo. “¿Qué van a ver los turistas? ¿El uno al otro?”, bromeó Faro.
Los inversores especulativos
Luego están las medidas gubernamentales destinadas a atraer inversiones extranjeras a través de programas libres de impuestos para fondos de inversión, nómadas digitales y, sobre todo, las visas doradas.
“Las visas doradas permiten a los inversores de fuera de la Unión Europea (UE) obtener una visa para residir en Portugal por invertir, y eso les permite ingresar al Área Schengen (los países de la UE que no tienen fronteras entre ellos)”, explicó Mendes.
“A menudo, [los beneficiarios de las visas doradas] remodelan una casa, pero no la ocupan. Muchas veces esas propiedades se venden una y otra vez, y eso crea una distorsión en el mercado inmobiliario y es una de las causas de la crisis de la vivienda”, dijo el experto.
Como parte de un nuevo programa de vivienda, el gobierno está poniendo fin a las visas doradas y los permisos de alquiler a corto plazo, además de limitar los aumentos de alquiler al 2%.
Sin embargo, para la mayoría de los ciudadanos estas medidas son pocas y llegan demasiado tarde.
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