El criminal fue condenado por asesinar a dos mujeres y se lo catalogó como sospechoso por otros tres casos similares
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Steven Brian Pennell, popularmente conocido como “El asesino de la Ruta 40″, fue uno de los asesinos seriales más escalofriantes del siglo pasado. Antes de fallecer a los 34 años en 1992, se convirtió en el criminal más famoso del estado de Delaware, Estados Unidos, luego de ser condenado por el asesinato de dos mujeres y considerarse sospechoso de otros tres más.
Como si fuera tierra maldita, la casa en la que vivió hasta su arresto se mantiene intacta y nadie quiere entrar. Las fotografías de la propiedad son una más espeluznante que la otra.
Casi como sacada de una película de terror, la propiedad se esconde entre el abandono y deterioro. Se destaca una habitación llena de muñecas de porcelana viejas con los rostros manchados por los hongos que aparecieron por las décadas de abandono.
Intacta, la habitación principal se mantiene igual que como la habitó su dueño anterior: con una cama matrimonial prolijamente tendida, cortinas amarillas floreadas cerradas, una mesita de luz con una radio vieja y otra mesa de apoyo con una televisión antigua. Es probable que, por ser la habitación principal, haya sido la elegida para dormir todas las noches por el único asesino en serie en solicitar la pena de muerte.
En cambio, la sala de estar lleva las marcas del tiempo y el descuido. Donde podría haber una habitación limpia, con gran iluminación gracias al ventanal que la enmarca, hay cuatro paredes totalmente deterioradas y el empapelado arruinado por la humedad, cortinas manchadas, algunos muebles olvidados y un piso cubierto de basura.
En la casa permanecen la mayoría de los objetos que pertenecieron a Pennell. Así como debajo de las muñecas hay revistas de la década del 80, también se pueden hallar cuadros, libros, una máquina de escribir y peluches que invitan a viajar al pasado.
El asesino solía secuestrar a sus víctimas en la ruta 40 y el modus operandi marcaba su firma en el delito: las ataba y les pegaba con un martillo. Los casos de Pennell fueron los primeros en utilizar el ADN como evidencia absoluta, ya que los rastros de las mujeres atacadas se encontraron en las fibras de la alfombra de su auto. Finalmente, fue ejecutado en 1992, aunque su propiedad abandonada mantiene presente su figura en la ciudad de New Castle.