El emprendedor argentino que lleva 35 años en el mundo de los desarrollos inmobiliarios cuenta su historia a LA NACION
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Los puentes son sinónimo de conexión, crecimiento e innovación. La construcción de un camino o corredor es muchas veces la clave para que el mercado inmobiliario de una zona empiece a despuntar y a tener un efecto derrame en sus alrededores. Jorge Urruti, el fundador de la desarrolladora que lleva su apellido, es un convencido de esto y en el año 1997 ideó el camino Bancalari, cuando nadie se animaba a poner un peso en ese lugar de la Provincia de Buenos Aires. “Ni siquiera existía Nordelta”, recuerda el emprendedor, un apasionado que descubre submercados y también fue uno de los primeros empresarios que compró una tierra en Buenavista en el año 1992 y que creó el reconocido country Laguna del Sol, en hectáreas que no eran más que “un bañado”.
La historia de Jorge Urruti empezó cuando se trasladó a vivir a España en 1988, con su esposa y tres hijos y, con la mirada observadora, propia de los visionarios, detectó un fenómeno que estaba emergiendo en el Viejo Continente: “Las grandes ciudades de España estaban explotadas y me di cuenta que crecían hacia las afueras”. En sus cartas que mandaba en ese entonces a la Argentina animaba a instalar oficinas en los alrededores de la capital, para imitar ese modelo que se venía gestando en el país europeo.
Al año siguiente, Urruti decidió volver junto con su familia a la Argentina y se encontró con una situación caótica en el país: la hiperinflación había dado paso a la inseguridad, las tomas de supermercados y el copamiento del cuartel de La Tablada, entre otros sucesos. En ese contexto, y con la inquietud de migrar fuera de las grandes urbes que había detectado en España, se lanzó a hacer su primer emprendimiento de barrio cerrado, llamado La Posta San Isidro. “Compramos un terreno de 4 hectáreas, para armar 36 lotes de 800 m² por vivienda, cuando todavía no existían Santa Bárbara, Talar del Lago, ni Nordelta”, recuerda el desarrollador quien también fue el ideólogo de los mini barrios cerrados en zona norte.
Luego de ese primer proyecto, se lanzó atrás del siguiente objetivo: crear el country Laguna del Sol, un barrio cerrado de 100 hectáreas, ubicado en una zona en la que, en ese entonces, no había más que un terreno baldío, bordeado por el Río de la Reconquista y las vías del tren, y sólo existía el country Pacheco Golf. Empezó a buscar colegas que se animaran a invertir en el proyecto, pero ninguno estaba convencido de apostar por esa zona. Sin embargo, el desarrollador se lanzó igual a la aventura. “Cuanto más me dicen que no, sé que estoy en el camino certero”, afirma con ese mismo espíritu osado que lo acompañó en sus primeros pasos.
Urruti compró la tierra, pero antes de avanzar con el proyecto, descubrió que existía un gran impedimento para construirlo y que el emprendimiento funcionara: no había un acceso al terreno, necesitaban una vía que uniera Laguna del Sol con el “resto del mundo”, de manera ágil y rápida. La creatividad explosiva y la vocación de conectar y generar nuevas zonas donde nadie las divisa estaba naciendo en este emprendedor.
“Recuerdo que un conocido se apiadó de mí y, aunque no invirtió, ofreció contactarme con Ricardo Ubieto, quien entonces era el intendente de Tigre. Luego de una reunión con él, en la que le detalló sus planes, este le respondió: ‘Te apoyo en todo lo que hagas, pero no me pidas que expropie un metro’”, comenta.
Ese fue el impulso para emprender la construcción del camino Bancalari-Benavídez.
“Compramos un burdel”
Con el objetivo en su mira, Urruti se empezó a mover para buscar quien lo ayude a financiar la nueva autovía. Así, obtuvo el apoyo de Eidico, la desarrolladora que, en ese momento avanzaba con el barrio Santa Bárbara, cerca de Laguna del Sol. Al poco tiempo apareció Eduardo Costantini, con la idea de crear Nordelta, y se sumó también a la apuesta del camino.
Todo estaba puesto en el tablero para avanzar, pero surgió un pequeño impedimento: había un burdel activo sobre la ruta 202, que frenaba cualquier posibilidad de construir el nuevo acceso. A los pocos días de pasar por ahí y detectarlo, Jorge se encontró con una sorpresa: habían colocado un cartel de venta sobre la puerta. Esta vez no encontró aliados que lo ayudaran a adquirirlo y se lanzó él sólo a comprar el prostíbulo por el que recuerda haber pagado US$100.000. Al día siguiente lo desmantelaron y continuaron con el camino Bancalari-Benavídez por el que hoy transitan cientos de autos cada día. Aunque fue bautizado con ese nombre, el emprendedor revela que desde hace algunos años insiste en que pase a llamarse Fernando Robirosa, arquitecto que diseñó gran parte de los barrios que hoy existen en la zona.
Las tierras y construcciones que se fueron levantando y a las que se acceden hoy a través de este corredor suman un total de 4600 hectáreas. “Desde el 2001 hasta ahora se han invertido US$10.000 millones, entre casas y terrenos en la zona”, revela el emprendedor que ahora va por más y sueña con desarrollar un cable carril que permita unir la zona de Buenavista con la del shopping Soleil. “Lo voy a hacer”, asegura convencido.
Luego de edificar y vender en menos de siete meses Laguna del Sol (un terreno que adquirió por US$6.500.000), Urruti emprendió El Encuentro, Talar del Lago 1 y 2, tres countries vecinos de Nordelta que hoy están totalmente consolidados. “Es muy fuerte sentir que hemos impactado de manera directa a cerca de 11.000 familias de la zona”, comenta .
Nuevos proyectos
Inquieto como pocos, Urruti no se conformó con ser uno de los referentes inmobiliarios que transformó la fisionomía de Tigre. Años más tarde, también puso el ojo en zonas como Escobar y Costa Esmeralda, además de otros emprendimientos. Entre 2003 y 2007, creó el barrio El Cantón en Escobar, donde vendió 2335 lotes que se levantan en un predio de 450 hectáreas.
Urruti también es el hombre que descubrió que un emprendimiento en la playa podía convertirse en un destino en sí mismo: hace 20 años compró 1000 hectáreas para desarrollar Costa Esmeralda en la costa atlántica que hoy cuenta con 17 barrios, con un total de 4500 lotes que defienden valores de venta que oscilan entre los US$90.000 y US$500.000, de acuerdo a su ubicación. “En Costa Esmeralda, se construyeron más casas que en Cariló, que suman US$800 millones en inversiones”, revela el emprendedor y señala que se trata de un terreno en el que todavía resta desarrollar 100 hectáreas destinadas a edificios de media densidad.
Por último, adelanta a LA NACION que realizará un proyecto en Bariloche, en la base del cerro Catedral. Se trata de un barrio privado que se levantará próximamente en un predio de alrededor de 35 hectáreas, y que se destinará a la construcción de viviendas unifamiliares permanentes.
El emprendedor cuenta también con una una veta solidaria: construyó un club para chicos de bajos recursos llamado Virreyes, en un predio de tres hectáreas en Victoria, que le cedió la municipalidad. También se alió con EIDICO en la fundación Oficios, una organización que busca la inserción sociolaboral de los sectores de la comunidad de menores recursos, a través de procesos educativos y formativos integrales.
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