Durante 24 años, Fernando Botero pasó sus veranos en Pietrasanta, una pequeña ciudad italiana
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En el escenario de las majestuosas elevaciones de los Alpes Apuanos, en Italia, que se alzan como gigantes de piedra en medio del paisaje, donde las brisas marinas acarician sus cumbres, se encuentra el refugio predilecto de una leyenda del arte: Fernando Botero. La pequeña ciudad de Pietrasanta, ubicada cerca de la costa de la Toscana, a unos 100 kilómetros de Florencia, alberga la residencia que fue su refugio y el epicentro de su creatividad.
Pietrasanta, conocida por su legado histórico y su contribución al arte del mármol, atrajo a Botero de manera similar a como había atraído a Miguel Ángel en el pasado. El maestro colombiano, famoso por sus exuberantes figuras y formas voluminosas, encontró inspiración en esta ciudad, que aún conserva parte de la muralla que protegía a sus ciudadanos durante el Imperio Romano.
En sus primeras visitas a la Versilia, Fernando Botero y su esposa, Sophia Vari, optaron por hospedarse en un hotel. Sin embargo, su amor por la región los llevó a tomar una decisión trascendental: adquirir una villa rústica en una colina entre olivos, en las cercanías de la céntrica Piazza del Duomo de Pietrasanta.
Después de que el arquitecto Tiziano Lera renovara la casa, Fernando y Sophia regresaron año tras año a principios de verano, pasando toda la temporada estival en este rincón de la Toscana. A pesar de que la pareja poseía cuatro casas en todo el mundo, Sophia afirmó que la que más querían estaba en Pietrasanta.
La casa de Botero cuenta con dos pisos con fachada color terracota y un bosque de olivos adyacente. Los jardines albergan la escultura de bronce de Botero, “Venus”, que se alza majestuosamente junto a la residencia. El interior, según su hijo Juan Carlos Botero, era un mundo de cuadernos abiertos repletos de bocetos, yeso y faxes de todas partes del mundo, característicos del artista.
Botero vivió los mejores días de su vida en Pietrasanta, donde pasaba horas eternas en su taller, esculpiendo y dando vida a sus obras maestras. La casa del artista era inconfundible gracias a un gallo de bronce en el tejado, cuyas alas se extendían hacia el alba.
Botero mantenía un contacto cercano con la comunidad local. Sin embargo, en 2007, la ciudad sufrió un robo que conmocionó a todos: siete estatuas de bronce de Botero, valoradas en €4 millones, desaparecieron. Aunque tres de las estatuas fueron recuperadas al año siguiente, el incidente dejó una marca en el corazón del artista.
En 2020, Botero demostró su amor por Pietrasanta donando una pintura para ayudar a las personas afectadas por la pandemia de COVID-19. Hoy en día, esta ciudad se convirtió en un museo al aire libre conocido como el Parque Internacional de Escultura Contemporánea.
Este fascinante lugar, donde Botero pasó los veranos durante 24 años, será el lugar de descanso eterno para el legendario artista. Tras su fallecimiento a los 91 años debido a complicaciones de salud por una neumonía, su hija Lina confirmó que sus restos descansarán en un pequeño cementerio del pueblo junto a los de su amada esposa, Sophia Vari.
Botero, conocido por su humildad y generosidad, no solicitó ningún epitafio especial en su tumba. Su legado perdurará en sus obras, que se exhiben en museos y lugares emblemáticos de todo el mundo.
LA NACIONTemas
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