La mansión está en Los Ángeles y es propiedad del inversor inmobiliario Joseph Englanoff, quien a compró hace ocho años por US$5 millones
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Las mansiones más grandes del mundo no dejan de sorprender con las salas que tienen dentro. Semejantes a parques enteros de diversiones, están preparadas para casi cualquier tipo de actividad e invitado. En Los Ángeles, hogar de muchas estrellas de Hollywood y de construcciones increíbles (y repletas de excentricidades), una de las casas se destaca por su variada oferta de salas y su exorbitante precio en aumento. Si bien el inversionista inmobiliario y médico de Los Ángeles Joseph Englanoff la compró en 2014 por US$5 millones, hoy se vende por US$139 millones.
Ubicada en el lujoso barrio de Bel Air, la propiedad lleva el nombre francés de “La Fin”, que se traduce como “El final”. El origen del nombre nace de la ostentosa intención de dar a entender que no existe nada más grande que esa casa, que el comprador llegaría a la cima una vez que desembolsara la millonaria suma.
Semejante presupuesto se respalda en la monstruosa dimensión de la propiedad. Los agentes inmobiliarios estiman que las 12 habitaciones y más de 16 baños suman entre 2780 y 3716 metros cuadrados. El lujo atraviesa cada detalle de su construcción, como el candelabro de 13 metros que lleva 50.000 cristales y apenas ilumina la escalera de caracol que conecta los tres pisos de la casa.
Los materiales que componen cada cuarto son de altísima calidad. Por ejemplo, el dormitorio principal en suite tiene paredes enteramente cubiertas con roble italiano, una chimenea de mármol importada de Portugal y una terraza con vistas panorámicas al centro de Los Ángeles. El nivel de opulencia continúa en el baño incorporado en este espacio, el cual cuenta con 24 losas de mármol dorado Calacatta en las paredes, además de vestidores estilo sala de exposición.
Excenticidades y salas especiales
Las mansiones de esta escala suelen tener espacios que otros propietarios ni siquiera sueñan con poder habitar alguna vez. Como por ejemplo la que hay en esta casa: una sala de degustación de vodka mantenida a temperaturas bajo cero, algo parecido a los bares que simulan ser iglús, y está equipada con prendas de piel sintética para que se abriguen sus visitantes.
Los enófilos o sommeliers apreciarían la sala de vinos acristalada, que a su vez luce una instalación de arte de cristal de Murano personalizada. El diseño toma la inspiración de un vestido que lució la ex primera dama Jacqueline Onassis, quien estuvo casada con el ex presidente John F. Kennedy.
En una propiedad de estas dimensiones también suele haber espacios de reunión y diversión, como un boliche con lámparas de cristal giratorias que tiene hasta un ascensor para autos de alta gama. Pero las excentricidades no se terminan ahí, sino que quienes vivan en esta casa además van a poder distenderse en una sala de cigarros con ventilación.
La sala de cine está disponible las 24 horas con asientos motorizados de cuero belga importado. Quienes buscan otro tipo de adrenalina pueden optar por ir al gimnasio que tiene desde un muro para escalar hasta múltiples bicicletas de la popular marca Peloton.
Si se quieren combinar ambas actividades, en el exterior hay una pileta donde se puede nadar mientras disfruta de una película proyectada en la pantalla de cine de siete metros. en esa zona también hay instalada una barra donde se pueden preparar unos tragos mientras se sientan en hamacas iluminadas que reemplazan a los tradicionales bancos altos.
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