Se convirtió en una de las primeras iniciativas de co-housing en España
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En el 2002, un grupo de amigos españoles empezó a hablar de la idea de “vivir de una manera distinta”. Era solo un proyecto hasta que, en 2011, formaron una cooperativa, ya con el objetivo firme de buscar un lugar en el que asentarse con sus familias. En el 2016, compraron un terreno en el barrio madrileño de Alto de Extremadura y comenzaron a construir. Finalmente, a fines del año pasado y en plena pandemia, inauguró la primera cooperativa de viviendas bajo la modalidad de derecho de uso de la capital española: Entrepatios.
Se trata de un edificio sustentable en el que viven 16 familias, con 23 chicos en total. Cada familia tiene su propio departamento, pero el foco está puesto en un estilo de vida totalmente comunitario, en el que todo, incluso el tiempo, puede compartirse. Hasta el edificio mismo fue diseñado por los cooperativistas junto con los arquitectos. Tienen una huerta urbana, un lavadero común, un comedor comunitario, un co-working y un espacio de juegos para los chicos. Los departamentos se agrupan alrededor de una larga área común, llamada “la corrala”. Es un gran pasillo, o patio, en el que todo sucede. Típico del diseño arquitectónico tradicional de España, el patio es el lugar en el que se vive afuera y adentro al mismo tiempo. Allí hay mesas, juegos y, sobre todo, es donde se lleva a cabo la vida común entre los miembros, particularmente entre sus hijos. Todas las puertas de los departamentos dan a la corrala, y algunos de sus ocupantes incluso pusieron puertas transparentes, maximizando la entrada de la luz y enfatizando la idea de “transparencia y comunidad”.
Si fuera cierto que “se necesita una aldea para criar a un chico”, Entrepatios seguramente sea el lugar indicado. Hay una idea de “gran familia”, en la que todos los padres de la comunidad participan en la crianza de los chicos, y estos viven en contacto con sus amigos, compartiendo espacios comunes y actividades que se dan de forma espontánea y natural por estar todos en el mismo lugar. Los lunes, los niños tienen todos juntos una clase de Inglés. Los jueves participan de una clase común de yoga. Muchas veces se organizan noches de juegos, y los padres siempre se turnan para cuidar a los más chicos en horario laboral o cuando es necesario. La ropa pasa de los más grandes a los más pequeños, los trabajos prácticos del colegio se imprimen en la impresora del vecino. Hasta hay mascotas comunes. Todo en el centro de una de las principales capitales europeas.
Además, Entrepatios tiene su propia peluquería, un bar-comedor, y hasta las compras se hacen de forma comunitaria. Mucho de lo que se consume viene de la huerta que, obviamente, cuidan entre varios.
La sustentabilidad es uno de los grandes pilares del proyecto. El edificio está construido con mucha madera y equipado con diversos atributos eco-friendly, como paneles solares, generación de compost, aislación energéticamente eficiente o un sistema de reciclaje de agua. Aunque, algunos de sus habitantes reconocen, no es fácil balancear la sustentabilidad con otro de los pilares: la accesibilidad financiera.
Asegurar que el estilo de vida sea económico y por lo tanto atraer a todo tipo de familias es una de las prioridades. Por eso, en Entrepatios rige el sistema de “cooperativa de viviendas bajo la modalidad de derecho de uso”. ¿Qué es? El sistema es simple y permite la ocupación de una vivienda sin tener que comprarla ni alquilarla. Es decir, los habitantes no tienen la posesión del inmueble, y por lo tanto no pueden venderlo. Tienen derecho de ocupación de por vida, pero si quieren irse del proyecto, la cooperativa les devuelve el dinero que señaron por el derecho de uso de la tierra. La hipoteca de los departamentos, por su lado, sale la mitad de lo que sale para un departamento promedio en esa zona de Madrid.
La vida comunitaria, sin embargo, puede ser cansadora. Todas las decisiones se toman de manera colectiva, por lo que suele haber largas horas de deliberaciones y consensos. En diálogo con el diario Bloomberg, uno de las cooperativistas, Marta González Reyes, maestra de primaria y una de las fundadoras del proyecto, afirmó que de todas maneras no lo cambiaría por nada. “Esto cuesta y son tiempos largos. Pero lo pensamos como un modelo a ser replicado. Queremos que sea un ejemplo que demuestre que se puede vivir de una manera nueva. Esto es real”.
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