La empresa tecnológica aspira a conseguir con su nueva sede una certificación que solo tienen otros cuatro edificios en el país y éste sería el primero fuera del AMBA en obtenerla
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Cuando la empresa de software Globant desembarcó en Tandil 16 años atrás, solamente había 300 trabajadores del sector IT. Hoy, ese mercado creció exponencialmente y casi supera los 2000. En una ciudad que atrae gente de todas partes del país para vivir y evoluciona día a día, la compañía unicornio decidió sumarle un nuevo diferencial. Esta semana inauguraron el primer edificio de oficinas del mundo que construye la compañía desde cero y tiene un ADN inteligente y sustentable.
La novedad no termina allí. El edificio fue construido para conseguir la certificación LEED Platinum, la más alta que existe para regular la sostenibilidad de las construcciones. “Esto solo lo obtienen los edificios que cumplen con más del 80% de los requisitos”, especifica Gustavo Llambías, director de Obra y socio de Real Estate Developers SA (RED), firma a cargo de la Dirección de Obra y Gerenciamiento Técnico del proyecto. De aprobarse la última auditoría que queda pendiente, se convertiría en el primer edificio fuera del Área Metropolitana de Buenos Aires y dentro del país en obtener este título.
Son contados los edificios que lograron certificar este nivel en la Argentina: el edificio porteño de oficinas Altman Eco Office -el primero en lograrlo-, el edificio Tango de SC Johnson & Son Argentina en San Isidro, el centro de distribución de L’Oréal Argentina en Tigre y el edificio corporativo de Coca Cola en Saavedra.
Cómo es el edificio
Con cuatro niveles, un total de 4500 m² y fachada de vidrio está distribuido en un subsuelo, planta baja y tres pisos. “El proyecto original contemplaba ocho niveles pero se redujo a cuatro. De todas formas, las fundaciones y columnas principales están pensadas para continuarse si se decide ampliarlo”, comenta Llambías. La pandemia demoró la realización del proyecto, y su construcción se extendió durante dos años y 10 meses.
El edificio. que tiene capacidad para hasta 300 trabajadores y donde hoy en día acuden 260 de ellos, puede recorrerse por las escaleras de doble circulación -ubicados en los laterales- o por los ascensores de vidrio. De una u otra manera, se aprecia desde ellos vistas panorámicas a la ciudad de Tandil.
El diseño fue elegido a partir de un concurso internacional organizado por la Sociedad Central de Arquitectos, del cual entre 113 propuestas salió seleccionado el proyecto del estudio Alric Galindez. Según Eduardo Oppenheimer - Corporate Real Estate Director. La propuesta hacía hincapié en la sustentabilidad y en la innovación. En esa línea en cada piso de trabajo se repite la misma fórmula: un espacio de coworking, baños, una cocina, un espacio de esparcimiento con mesas para comer, una barra de IT Experience donde especialistas reparan dispositivos en caso de mal funcionamiento, salas de reunión cerradas y phone booths o cabinas individuales para tomar llamadas.
Cada edificio de Globant tiene espacio para el esparcimiento. Los globers, como la empresa llama a sus colaboradores, pueden distenderse en las mesas de pool, metegol, Playstation, sala de música y, en este caso, simuladores de fórmula uno. En otros edificios, la compañía instaló pistas de bowling, toros mecánicos y canchas de básquet, por mencionar algunos ejemplos.
En los tres niveles también hay invernaderos de simple o doble altura. Estos cuentan con tomacorrientes para trabajar al aire libre, riego automático y gracias al efecto invernadero están cálidas en invierno y frescas en verano. Fueron pensados para alinearse con la “premisa de la biofilia, que es el contacto con la naturaleza entendido como algo que nos hace sentir mejor, más en casa y como una forma de atraer gente”, dice Oppenheimer. Es así como en las oficinas de Globant suele haber fuentes de agua, cascadas y plantas naturales. Se trata de una decisión disruptiva si se tiene en cuenta que el edificio fue diseñado antes de la pandemia, cuando esta tendencia no había cobrado tanta fuerza como tiene hoy en día.
Además, en la planta baja del edificio hay dos composteras eléctricas en las que se ponen los residuos orgánicos. Así, una vez por semana los colaboradores se llevan compost a sus casas y el sobrante se dona a huertas locales.
La sustentabilidad en el edificio también se aborda desde el foco energético. En la terraza hay instalados 42 paneles fotovoltaicos que generan hasta el 20% de la energía que se consume. “Los fines de semana, cuando no hay nadie trabajando, el excedente de energía producido puede inyectarse al sistema con medidores bidireccionales”, cuenta Oppenheimer y agrega que “el edificio tiene en su fachada parasoles en cuatro orientaciones distintas para evitar que entre tanto el sol y trabaje menos el sistema de acondicionamiento”.
En la sala de máquinas, Oppenheimer cuenta que entre los artefactos se encuentra instalado un sistema de aprovechamiento de aguas grises. “Cuando llueve cae agua por canaletas que conducen a tanques, luego pasan por un filtro de arena y al final alimentan el agua que no es de consumo como la de los inodoros y el riego”, explica.
A nivel materiales también lo utilizado es amigable con el medio ambiente. Por un lado, la estructura fue construida con acero en lugar de hormigón, algo que a la vez marcó un hecho disruptivo en la ciudad. Por el otro, se rastreó el ciclo de vida de cada material utilizado con el fin de disminuir la huella de carbono, conseguir dentro de lo posible proveedores locales, que los residuos contaminen lo mínimo indispensable y hasta se usó un pegamento específico para los pisos para reducir el nivel de contaminación.
El proyecto también está preparado para obtener la certificación WELL, que busca medir el impacto en la salud y conseguir el bienestar de los empleados que trabajan en el edificio. Por ejemplo, los espacios de cowork incluyen escritorios móviles que se elevan a medida, las salas de reunión tienen sensores de dióxido de carbono para procurar una buena circulación del aire, entre otras medidas.
En ese sentido, en el subsuelo se encuentran los vestuarios, una sala wellness donde los trabajadores pueden reservar sesiones de masajes, cortarse el pelo y atenderse con el médico y nutricionista de la planta, vestuarios, un lactario, 26 cocheras, tableros eléctricos y la sala de máquinas.
El camino para conseguir certificaciones
Los proyectos que buscan cumplir con el máximo estándar de construcción como es el platinum tienen que seguir protocolos estrictos desde los planos hasta la ejecución y funcionamiento de la obra.
Para lograr realizar una obra más limpia, Llambías cuenta que entre las medidas que se tomaron se pueden señalar “que se evitó que vuele polvo cuando sale el camión a la calle, que las ruedas no marquen la calle con hormigón”. Además, para el revestimiento de la escalera se usaron 27 kilómetros de varillas. Explica que para cortar cada una de ellas, los trabajadores debieron refugiarse en una carpa de naylon con su sierra con aspiradora para que cuando cortasen no volase polvo. Cuando pintaron se procedió de forma similar, ya que se pintó con soplete y como no puede haber nubes de pintura en el aire se cerró todo con naylon también.
Según Llambías, entre realizar un edificio tradicional y uno que cumpla con las normas básicas de EDGE o LEED no hay una gran diferencia en los costos de obra. “Antes de la pandemia, construir un edificio con certificación LEED Oro costaba alrededor de un 7% más que un edificio convencional”, detalla, y considera que el salto de Oro a Platinum es de una diferencia considerable.
Hacer un edificio de este nivel “tiene un sobrecosto apreciable respecto de un edificio convencional pero tiene un funcionamiento más eficiente. Este edificio si no funcionara 24 horas, entre la energía solar que toma y lo que genera internamente sería neutro”, concluye.
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