El departamento restaurado en una de las dos cúpulas del edificio “La Inmobiliaria” tiene seis ambientes en siete niveles con 150 metros cuadrados y una terraza privada
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En frente del Congreso de la Nación, en uno de los barrios históricos de Buenos Aires, se alza majestuoso el emblemático edificio conocido como “La Inmobiliaria”. Esta construcción histórica, ex Palacio Heinlein, funcionó como la primera compañía de seguros generales de capital argentino. Su construcción en 1910 fue a pedido de Antonio Devoto, dueño de la compañía, y fruto del talento del arquitecto italiano Luigi Broggi.
Las cúpulas gemelas de tono rojizo, ubicadas en cada esquina del edificio, dialoga con otras dos cúpulas notables del perímetro de la plaza: la de la confitería El Molino y el imponente remate cupular del edificio de Paraná y avenida Rivadavia. Las tres cúpulas custodian la plaza como centinelas de la que es la mayor cúpula de Buenos Aires: la del Palacio del Congreso Nacional. Sus esculturas de Venus y Apolo, como guardianes mitológicos, decoran las ochavas y añaden un toque clásico a su fachada. En sus galerías sostenidas por columnas, la influencia del renacimiento italiano se hace evidente. Un cartel dorado en mosaico proclama su nombre, “La Inmobiliaria”, en medio de la cuadra.
Dentro del edificio, se encuentran locales comerciales en la planta baja, así como 51 departamentos residenciales y ocho locales adicionales en los pisos superiores. Sin embargo, son las torres las que capturan la atención, destacadas por sus inconfundibles cúpulas de color cobre. Fue en 1993 que una de estas cúpulas estuvo en boca de todos los porteños. El 8 de junio, entre las 3 y las 4 de la tarde, un rayo impactó en la aguja de la linterna en la cúpula, lo que causó su caída y la dejó colgando de la base. Quedó suspendida en el aire, llevándose consigo parte de la estructura en su caída. En este contexto de incertidumbre, apareció un comprador para el departamento con la cúpula en ruinas dos años después del incidente. Con la convicción de restaurar la cúpula y devolverle su antigua gloria, cuatro años después de su caída fue reconstruida. Se dejó la estructura existente como elemento decorativo, mientras que una nueva fue erigida utilizando hierro de barcos y madera rescatada de la ciudad. Su linterna, erguida en el cielo nuevamente, hoy se encuentra iluminada.
En el 2021 comenzó otra fase de restauración impulsada por los vecinos del edificio que buscaron preservar su integridad arquitectónica y valor histórico. La mampostería, los revoques y las ornamentaciones fueron recuperados para asegurar su posteridad.
Cuánto cuesta vivir en esta cúpula
Una oportunidad única se presenta para aquellos que sueñan con ser los dueños de una de las estructuras más particulares de la ciudad. Y es que se vende uno de los departamentos que incluyen una de las cúpulas. “El antiguo dueño se lo vendió una pareja encargada de renovar las ventanas de la torre, con una vista panorámica completa de 360° grados”, cuenta Candelaria Frías, de Isabel Frías Propiedades y agrega: “También resolvieron en forma definitiva los problemas de filtración en el techo de la cúpula, que antes dejaba pasar agua cada vez que llovía”. Esta cúpula única cuenta con una terraza que ofrece una vista privilegiada del Congreso. En contraste con su hermana gemela, esta estructura se encuentra en un estado inmejorable.
El departamento cuenta con seis ambientes, 170 metros cuadrados totales y 150 cubiertos. Hace menos de un año que también funciona como un alquiler temporario que se gestiona a través de la página de Instagram de la cúpula: cupula.bsas. En el momento, el departamento cuenta con tres habitaciones disponibles para los huéspedes, camas dobles, biblioteca y escritorio.
Esta unidad podría distinguirse en dos sectores: por un lado está la torre donde se encuentra la cúpula, la cual tiene siete niveles totales de los cuales tres de ellos comprenden habitaciones principales, otros tres son entrepisos y luego está el cupulín semicubierto. Estos pisos están interconectados mediante una antigua escalera de caracol que va hilando los cuartos en una colección de espacios anecdóticos. Aunque la torre con su cúpula es la característica más destacada de la unidad, el área que tuvo mayor uso históricamente es la planta baja del departamento. Para acceder a este nivel, se utiliza un ascensor de reja desde el palier común, que atraviesa una escalera perimetral, un diseño típico de los edificios de alquiler en la Buenos Aires de principios del siglo XX.
En este piso se encuentra un amplio living con una moderna cocina abierta y un lavadero. Una terraza de 20 metros cuadrados con vista al Congreso ilumina todo el espacio. Desde aquí se puede acceder a una de las habitaciones principales con vestidor y salida a la terraza. En este nivel también se accede a un pequeño baño con un vitreaux elíptico con el escudo nacional que ilumina el espacio.
Unos escalones conducen a una de las habitaciones principales de la torre, a la cual se accede a través de una puerta de madera original. Esta deja pasar la luz a través del vidrio repartido y su ventana superior tipo banderola, muy típica de la Buenos Aires de principios del siglo XX. Como ocurre con el vitral del baño, aquí nuevamente los colores vivos del vidrio llaman la atención, pero esta vez con un motivo abstracto.
Por su conformación, se trata del espacio más tradicional del departamento, de forma rectangular. De todos los detalles de esta habitación, el más imponente se ve apenas se ingresa: un ventanal en forma de arco, la cual se encuentra en la esquina del edificio y es visible desde la fachada exterior. Si uno se asoma, tiene una imponente vista hacia la Plaza de los Dos Congresos. Por la derecha, otro gran ventanal de similares características, pero rectangular, permite visuales hacia la Avenida de Mayo y el ingreso de la luz por el este, lo que hace de este cuarto uno de los espacios con mayor iluminación del departamento. El piso de entablonado de madera original combina con las carpinterías de madera. El resto del espacio es austero y pintado de blanco.
Si uno comienza a subir por la escalera de caracol, lo primero que se encuentra es una habitación con una espacialidad muy particular, el primero de los entrepisos. Aquí la iluminación proviene de las pequeñas ventanas cuadrangulares que quedan casi al ras del suelo, lo que provoca un efecto lumínico muy particular, ya que hace relucir el entablonado de madera del piso, del mismo material que el resto de los ambientes de la torre. Por otro lado, el techo queda en sombra. Al no haber cielorraso, cuando se levanta la vista se descubre todo el entramado estructural de la torre. La mirada se pierde en los diferentes dibujos que conforman la multiplicidad de uniones, todas remachadas. Si observamos con atención los perfiles más largos, podemos advertir cada tanto la firma de la compañía que los elaboró. Un dato interesante es que son los mismos perfiles que se pueden encontrar en la recientemente restaurada Confitería del Molino, vecina geográfica y cronológica de La Inmobiliaria.
Si se continúa el recorrido por la escalera, se llega al segundo entrepiso, que en ese caso tiene una altura superior al anterior. Otra diferencia fundamental es que aquí la iluminación es cenital, a través de pequeñas ventanas rectangulares que corresponden a las balaustradas -barandillas- del exterior, lo que hace que la luz entre tamizada entre los barrotes. Un dormitorio con un baño completo ocupa el espacio.
A medida que se van subiendo los peldaños de la escalera caracol, la luz se incrementa cada vez más hasta el punto de resultar enceguecedora: es aquí cuando se llega al faro. Un hermoso dormitorio donde todas las paredes están compuestas de ventanales del piso al techo, con vidrio repartido y una ventana superior con forma de arco de medio punto. Un cortinado blanco permite a su vez el efecto opuesto: la oscuridad total. Estos ventanales permiten una visual de toda la ciudad. Si miramos hacia arriba, se ve un techo tipo bovedilla con ladrillos comunes sostenidos por perfiles metálicos.
Durante la restauración, se reemplazaron por completo las ventanas de hierro galvanizado pintadas de blanco. Se mantuvo la forma original de madera pero se agregaron mejoras para mayor comodidad, como la apertura batiente y el doble vidrio hermético. Algunas ventanas incluso se pueden abrir completamente para facilitar la limpieza y el mantenimiento de las salientes de la torre.
Si se asciende por el corto tramo de escalera que queda, se llega al espacio culmine de este recorrido, que por su singular espacialidad y enorme carga emocional da nombre al conjunto de la torre y el departamento: la cúpula. La base de este espacio todavía es octogonal, con una pequeña ventana que permite recordar la importante altura en la que se encuentra. Se puede utilizar como sala de descanso o sala de lectura. Una escalera de hierro sube a lo que sería un mirador donde se encuentra el cupulín.
La historia del edificio se entrelaza con la experiencia habitacional, creando un conjunto arquitectónico inigualable. Este espacio, que se presenta como un oasis en medio de la ciudad, tiene un valor de más de US$600.000, un costo de expensas de $37.050 y es apto profesional como residencial. Además, se puede alquilar el espacio para realizar eventos o visitas guiadas, todo a través de sus redes. Tanto esta experiencia como la posibilidad de habitar un departamento de estas características es gracias al arduo esfuerzo de restauración llevado a cabo en los últimos años. En definitiva, este lugar trasciende su valor material y se convierte en un espacio donde la historia cobra vida.
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