En el norte de la Patagonia argentina, algunas casas sobre la primera línea de mar tienen la suerte de avistar el paso de los cetáceos
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Cada año, miles de turistas viajan a Puerto Madryn, en Chubut, para practicar el avistaje de ballenas. Si bien en este destino hay una multiplicidad de empresas que ofrecen paseos cerca de los cetáceos, no es el único lugar donde se puede tener contacto visual con estos animales.
Al sur de la provincia sobre la línea de mar se encuentra la localidad de Comodoro Rivadavia, cuna de un sinfín de negocios y emprendimientos. Allí, los vecinos a menudo tratan mano a mano con la fauna local. “Hay zorrinos, zorros, guanacos, algunos pumas y hasta he visto un lobo marino meterse en mi pileta. Vivir frente al mar es como vivir en un mini zoológico”, dice Daniel Yagüe, dueño de la inmobiliaria Yagüe.
Pero esto no es lo más espectacular que ha visto desde su casa. “Desde la ventana se puede sentir cómo respiran las ballenas”, dice sobre la exhalación que en los dibujos suele graficarse como un chorro de agua que sale de su lomo, pero que en realidad se trata de la exhalación del cetáceo. En los meses de mayo y junio miles de ballenas francas australes se dirigen a la Península de Valdés y pasan por esta zona hasta diciembre. En enero, emprenden la vuelta hacia la Antártida y se las puede ver pasar con la cola suspendida en el aire.
Cuánto cuesta una propiedad con vista a las ballenas
Los amantes del mundo marino tienen para elegir entre un abanico de opciones de vivienda para vivir en contacto con el mismo. El público que se inclina más por barrios cerrados puede ser vecino de Yagüe en el barrio La Herradura. Se trata de un predio de 137 hectáreas, con aproximadamente 90 lotes en venta, de los cuales hay opciones de 1300 m² sobre la playa ubicada entre dos acantilados y con vista al mar.
“El barrio que tiene más de 15 años hoy en día está explotando en proyectos, hay muchas casas nuevas de no más de cinco años”, observa Yagüe. Sostiene que éstas son de importantes dimensiones, específicamente de 400 a 600 metros cuadrados en promedio y que alcanzan hasta los 1000 m².
De los 28 terrenos que tienen vista al mar, actualmente hay cuatro publicados a la venta por la desarrolladora y dos lotes de reventa. “La desarrolladora vende los terrenos en un promedio de US$550.000, mientras que los de reventa se comercializan a la mitad de esos valores, entre US$250.000 y US$300.000″, afirma Yagüe. Mientras tanto, las casas ya habitadas de no más de 10 años de antigüedad, con estilo moderno, se venden a un promedio de entre US$1500 y US$2000 el metro cuadrado.
Sin embargo, observa que no hay compradores que traccionen la demanda. “El inversor no está dispuesto en invertir porque además del terreno después tiene que sumar US$1 millón en la propiedad para justificar el valor del lote y con esta situación económica no es viable”, analiza.
En la periferia del barrio, lejos de la playa, hay construcciones que adoptan un nuevo sistema de construcción industrializado que permiten llevar a cabo la obra en plazos mucho más cortos a los tradicionales y con un menor presupuesto, aunque tengan otra calidad de construcción.
El pueblo más demandado en la zona
A su vez, el barrio está a 20 kilómetros del centro de Comodoro Rivadavia y a seis minutos en auto de Rada Tilly, uno de los pueblos más demandados de la zona donde viven aproximadamente 20 mil habitantes. “Es uno de los lugares más cotizados: hemos vendido terrenos de 600 m² a US$1 millón en el mejor momento de Comodoro Rivadavia y departamentos en la primera línea del mar a US$5000 el metro cuadrado, como en Puerto Madero”, sostiene el especialista.
Sin embargo, quienes deseen comprar hoy en el barrio una casa desde donde avistar el paso de las ballenas se encuentran con un catálogo limitado, casi inexistente. En el portal inmobiliario Zonaprop, solamente hay dos casas publicadas: una de cuatro dormitorios en un terreno de 700 m² que se vende a US$950.000 y un chalet de 400 m² cubiertos publicado a US$1,5 millones.
Yagüe señala que hay escasez de emprendimientos nuevos aunque hay varios en ejecución. “A pesar de que el valor del metro cuadrado cayó entre un 30% y 40% no hay interés manifiesto, más cuando son proyectos a los que les queda más de un año de ejecución”, observa Yagüe.
En cuanto a los ya terminados, admite que la venta se dificulta “porque los propietarios no convalidan resignar la caída del precio frente a los montos que han invertido”.
La popularidad del barrio sí alienta el mercado de alquileres. “Este se ha sostenido bastante y hay más operaciones de renta que de alquiler”, sostiene, y a continuación ejemplifica que una casa de 350 m² con tres dormitorios, quincho y garage se alquila entre los $250.000 y $300.000 por mes, ubicada a tres o cuatro cuadras de la playa. Las propiedades ubicadas sobre el mar se cotizan en dólares.
Por otro lado, Yagüe sí encuentra que hay un mercado que continúa en marcha. Dice que desde la inmobiliaria detectan mayor interés en propiedades rurales antes que las urbanas, y lo adjudica a que “dentro del PBI el campo es el mayor aportante y los inversores entienden que en algún momento eso va a reflotarse. Entonces, la gente piensa que es un buen momento para comprar ahora con un precio bajo para cuando se revalorice”. En ese marco, cuenta que realizan un promedio de una operación por mes por encima del millón de dólares en el caso de campos que se usen para plantación y no requieran de la construcción de infraestructura.
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