Los requisitos para que un destino atraiga turistas suelen ir acumulándose con el tiempo, como consecuencia de años en que primero aparece un atractivo, llegan los visitantes y aparece otra atracción, y así se va instalando y posicionando como destino elegido por muchos para sus vacaciones. Alojamientos, servicios, entretenimiento, vecinos amigos para compartir el verano. El entusiasmo colectivo suele ser consecuencia de un proceso de crecimiento que se construye a través de muchos años, de temporadas que atraen gente y más gente que demanda servicios. De a poco, pasa de ser lugar inhóspito, solitario y poco concurrido a ser un sitio que se conoce, del que se habla y se desarrolla paulatinamente.
Hay lugares que nacen preparados para ser, desde un inicio, un imán para familias y viajeros. Son apuestas comerciales fuertes, concebidas para ser destinos autosuficientes. La sensación de “todo en un mismo lugar” seduce a quienes buscan una estadía cómoda, sin necesidad de recorrer largas distancias ni usar el auto constantemente, pero también en un ambiente semi recluido, con seguridad, caras conocidas y libertad para los más chicos. Durante los últimos años fueron apareciendo tales emprendimientos en la costa argentina.
Uno que viene pisando fuer pero fue, sin dudas, la estrella de este enero especial es el proyecto de Costa Esmeralda. Empujados por las restricciones para viajar al exterior y la voluntad de estar cerca de la ciudad ante cualquier imprevisto (emergencia médica, cuarentena lejos de casa, impedimento para circular), miles de personas llegaron hasta este megaproyecto junto al mar, a solo 13 kilómetros de Pinamar. Está ubicado en el kilómetro 380 de la Ruta 8 y, a pesar de llevar ya varios años de crecimiento (la primera casa se construyó en el 2006 y al momento hay casi 1700 viviendas), este verano cobró especial relevancia y tiene una ocupación casi del cien por ciento, llegando a unos 12.000 habitantes temporales. De todos ellos, aproximadamente el 70% son propietarios y el resto, inquilinos. La particularidad de este año es que lo eligieron muchas familias que usualmente viajaban a Punta del Este.
Costa Esmeralda es un complejo de 1000 hectáreas dividido en 16 barrios. Además de los 3,2 kilómetros de playa y sus tres paradores, el desarrollo se caracteriza por la extensa actividad deportiva disponible. Tiene 27 hoyos de golf, una zona ecuestre con dos canchas de polo y caballerizas (llegaron a haber 190 caballos), 12 canchas de tenis, cuatro de pádel y una de fútbol con pasto sintético. Además de contar con su propio sistema de recolección de residuos, cuenta con sistema de transporte interno, una ambulancia y un centro sanitario. También se inauguró un centro comercial en el que ya hay funcionando unos 20 locales con servicios variados. En el lote aledaño, apuntan a expandir dicha zona comercial y construir departamentos, un híbrido que en la desarrolladora Eidico, fundadora del emprendimiento, llaman “zona de media densidad”. El acceso al área comercial es por un bulevar público. En el predio hay entre 200 y 300 viviendas en construcción, lo que llevaría el número total de casas a cerca de 2000, y restan unos 1800 terrenos por construirse. Los valores de los terrenos varían mucho según la ubicación: los hay desde alrededor de US$20.000 hasta los US$300.000 por aquellos ubicados frente al mar.
Pegado a Costa Esmeralda se encuentra otro megadesarrollo, aún incipiente, llamado Northbeach. Es un predio de casi 300 hectáreas con 1200 metros de playa, bosque y lagunas para el que se proyectan, en el largo plazo, más de 70 edificios con 30 departamentos cada uno. Con una fuerte impronta en la conservación de la flora y la fauna (se plantaron, por ejemplo, 15.000 árboles), en el predio ya hay casi 150 departamentos entregados, inaugurados este verano. “Apuntamos a imitar e incluso mejorar el modelo de vacacionar que hay en el mundo: departamentos y no tanto casas. Las ventajas son servicios mejores, costos menores y, sobre todo, menos trabajo de mantenimiento en el día a día”, explica Martín Boquete, director de emprendimientos de Toribio Achával, empresa a cargo de la comercialización. Northbeach, y al igual que Costa Esmeralda, pone el énfasis en la actividad al aire libre. Tiene un área deportiva con canchas de fútbol, tenis, pádel y básquet, entre otros, además de club house, pileta y cancha de golf de 9 hoyos. Todo en el marco de un espíritu y una cuidada estética natural. Para darse una idea, el 60% de su superficie está destinada a los espacios verdes y las áreas comunes. El valor promedio de las unidades ya finalizadas ronda los US$3250 por m². Para un departamento en un edificio en pozo, en primera línea frente al mar, los valores son US$2200 por m². Por un alquiler de quincena, esta temporada se pagaron alrededor de US$3000 por un departamento de dos ambientes. Por ahora, todas las propiedades están frente al mar.
Como su vecino al sur, Northbeach también pone fichas en la actividad comercial. Este año se inaugurará un open mall con 70 locales. Contará en su primera etapa con supermercado, farmacia, cine, variedad de restaurantes, cafetería y juegos infantiles, y también tendrá acceso directo desde la ruta 11.
Low cost y bajo perfil
Además de los emprendimientos de gran escala, existen en la costa destinos de perfil más bajo y con ritmo sumamente relajado. Alejados de las multitudes y no necesariamente cargados de amenities y servicios, pero con una identidad y personalidad propias. Al norte de Costa Esmeralda y Northbeach, también sobre la Ruta 11, se encuentra la estancia Rincón de Cobo. Está en el kilómetro 358, a unos 15 kilómetros de Mar de Ajó. Se trata de un destino premium poco convencional: es una vieja estancia sobre el mar que ofrece en alquiler seis chacras, cada una con un mínimo de seis hectáreas. Rincón de Cobo es parte de un campo de 500 hectáreas que perteneció a los Ramos Mejía, y en el 2003 Matías Montoreano y Paula Delledera comenzaron a ofrecer, en su parte de la propiedad, dos casas en alquiler. Hoy están las seis existentes y hay una séptima en construcción (a cargo del estudio Alric-Galíndez, que ya diseñó otras dos). Todas se ubican frente al mar (tiene 3km de costa), y son construcciones de gran calidad con un diseño de interiores sumamente cuidado, a medio camino entre el contexto rural y el marítimo. En el verano, la estadía mínima es de una semana, y durante el año suelen alquilarse los fines de semana, aunque Delledera afirma que, durante la pandemia, la demanda se incrementó con huéspedes buscando un destino recluido y a la vez cercano desde el que se puede trabajar a distancia. Además, ofrecen servicio de mucama diario e incluyen televisión satelital y wi-fi.
A fuerza de escala e inversión, en algunos casos, o mero encanto, en otros, hay proyectos que se convierten en destinos particulares y lo hacen en poco tiempo. Pueden atraer multitudes o veraneantes de perfil bajo, pueden apuntar al público premium o al de mediana escala, pero lo que es seguro es que se consolidan como opciones firmes e ingresan en el radar de muchos. Nombres propios que no precisan adjetivos. Destinos en sí mismos.
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