El emprendimiento de US$120 millones de inversión es un Oceana, la marca que Eduardo Costantini estrenó con dos emprendimientos en Miami; uno en Bal Harbour y el otro, en Key Biscaine
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Oceana Puerto Madero es la nueva apuesta de Consultatio, la firma de Eduardo Costantini. El emprendimiento ocupa una manzana del dique dos del barrio más joven de la ciudad, a pocos metros del agua. Es un terreno que el empresario le compró a Alan Faena en 2016.
Son dos edificios gemelos de ocho pisos –con lobbies idénticos y obras de arte de los mismos artistas- que se espejan en una equidistancia perfecta y se integran a través de una plaza interna de 7500 metros cuadrados intervenida por artistas argentinos y latinoamericanos que funciona como punto de unión.. “Mirá la expansión de este lugar”, se enorgullece Eduardo Costantini, fundador de Consultatio en una entrevista mano a mano con LA NACION. “Los departamentos son todos importados. No hay producto similar en el mercado local. Es un proyecto único que raja la tierra. Tiene mejores terminaciones que el de Bal Harbour en donde el metro cuadrado vale US$25.000 mientras que acá se vende a US$5100″, compara. Los primeros Oceana los construyó en Miami y generó US$2000 millones en ventas de departamentos.
Es el primer Oceana terminado en la Argentina (el segundo está en construcción en Nordelta y balconea al lago principal). El proyecto ocupa un predio de 11.382 metros cuadrados, entre las calles Juana Manso, Petrona Eyle, Martha Salotti y Pierina Dealessi, frente al Hotel Faena. El empresario invirtió US$50 millones en el terreno y luego US$70 millones más. Hasta ahora lleva vendido el 60%, 50% antes de la crisis de abril de 2018 y el resto durante la vida del proyecto. “Logramos recuperar el cash flow y nos resta recuperar parte de la inversión del terreno. Es decir, pudimos construir todo el edificio y nos sobró algo de caja y con el resto de las ventas vamos a terminar de pagar parte del terreno y se generarán las utilidades del proyecto”, detalla.
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Los departamentos que se venden a un promedio de US$5100/m² tienen entre 82 m² y 650 m² en el caso de los penthouses que tienen terraza y piscina privadas.
Sorprende lo simétrico y cada detalle de construcción: en tonos dorados, los edificios rectangulares se perciben como dos piezas arquitectónicas que se diferencian en la zona por su simpleza y estilo despojado. Esta estética se complementa con el brillo espejado del dique en el que se reflejan los balcones curvos con vidrio trabajado en serigrafía.
Entre los amenities se destacan el espacio de coworking y la sala virtual de golf. Además el complejo tiene un área de recreación y cada edificio dos piscinas, una exterior en la terraza y otra climatizada en el subsuelo, gimnasio y parrillas cubiertas.
Las amenities y los espacios comunes están en línea con el concepto del proyecto: el arte y el agua en primer plano. El amplio parque que conecta los dos edificios se caracteriza por el verde y el agua en un diseño paisajístico único, con árboles, plantas y flores que abren nuevas perspectivas de interacción visual entre los espacios interiores y exteriores.
Se espera que el proyecto obtenga la certificación EDGE, que otorga el sistema de innovación de la Corporación Financiera Internacional (IFC), entidad miembro del Grupo Banco Mundial, a las construcciones sostenibles y a los edificios eficientes energéticamente.
El emprendimiento también promete locales comerciales. Son en total diez, cinco en cada edificio, con salida al dique, Juana Manso, Martha Salotti o Petrona Eyle, de acuerdo a su orientación, que van desde los 100 a los 558 m² distribuidos entre planta baja y subsuelo.
Para el diseño, el empresario contrató a Brandon Haw Architecture y al estudio local Minond. “Es un emprendimiento de baja densidad con pocos metros cuadrados en relación al espacio que ocupa”, marca el diferencial el propio Eduardo Costantini y agrega que busca captar a las familias que ya viven en el barrio y buscan un upgrade, además de otros perfiles. “Es un proyecto que está muy alineado con lo que se busca tras la pandemia en la ciudad: edificios, verde y baja densidad”, agrega.
Además, opina que “es un edificio que no es pretencioso ni estridente pero la calidad habla por sí misma”.
Los departamentos tienen equipamiento 100% importado, como por ejemplo inodoros japoneses de la marca Toto y appliances de la marca alemana Miele, algo que con las dificultades de importaciones que tiene la Argentina hoy en día sería imposible de replicar. Por dentro, los departamentos tienen mármol y detalles bañados en cobre.
El desarrollador afirma que lo sedujo el tamaño del terreno y las posibilidades que generaba. Para lograr un efecto distinto, modificó las entradas del proyecto: a los lobbies de cada uno de los edificios no se ingresa desde la calle, sino desde la plaza central.
El arte también es protagonista en el emprendimiento: fue intervenido por obras de arte especialmente concebidas. Los ocho artistas convocados realizaron piezas diseñadas para cada espacio y se tuvo en cuenta el mobiliario, la orientación y las características estilísticas de los edificios que componen el complejo.
Las piezas seleccionadas para la plaza central vinculan la arquitectura de los dos edificios con el gran espejo de agua. Allí, sobre un basamento de piedra, el espejo de agua con las constelaciones estelares diseñadas en su interior del artista Leo Battistelli es el soporte para desarrollar la integración exterior entre los dos edificios. Según su antigüedad, las piedras pintadas en oro representan las constelaciones más añejas y las de plata las últimas en ser descubiertas. Dialogan con esta obra las esculturas doradas de Elba Bairon, mientras que en el ingreso a las torres se aprecian los móviles de Daniel Joglar. La propuesta artística se complementa con las pinturas de Federico Lanzi, Lola Goldstein, Alejandra Seeber, Karina Peisajovich y la video instalación de Juan Solanas en los corredores.
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