Los aumentos de precio de los alquileres, la caída del ingreso y la ausencia de créditos hipotecarios dificultan cada vez más el acceso a la vivienda
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Irse de la casa de los padres es un sueño que empieza a quedar lejos para los argentinos de entre 18 y 30 años. Los aumentos de los precios de los alquileres, la caída del ingreso real en términos de compra inmobiliaria y la ausencia de créditos hipotecarios hace que el camino hacia el acceso a la vivienda sea cuesta arriba, sobre todo para los más jóvenes, que hoy ya ni se atreven a proyectarse como propietarios. En diálogo con LA NACION, varios contaron sus experiencias y se explayaron sobre las distintas posibilidades que encontraron en busca de la independencia.
Mudarse en grupo, el primer paso para irse del hogar familiar
Ante el deseo de mudarse pero con las dificultades económicas que lo impiden, vivir con amigos es una tendencia que cobra peso entre los jóvenes argentinos. Aunque es bajo el porcentaje de quienes efectivamente lo practican actualmente, más de la mitad afirma que lo haría. Es que, en lo que va de 2021, los precios de los alquileres se incrementaron en un 27,8%, según el Index que todos los meses realiza ZonaProp. Así, un departamento de dos ambientes en la ciudad de Buenos Aires cuesta en promedio $39.211 por mes, a lo que hay que sumarle el pago de servicios y gastos generales.
Según se desprende de un estudio regional realizado por ZonaProp, el 9% de los argentinos vive con un amigo. Sin embargo, si se observa lo que sucede en el grupo de jóvenes de entre 18 y 30 años, ese porcentaje asciende al 17%. De esa población, el 52% asegura que se mudaría con uno y el 48% restante mantiene la decisión de no residir bajo el mismo techo con quien comparte una relación de este tipo.
Durante más de cuatro meses, Federico, de 23 años, buscó activamente un departamento en Capital Federal. Inicialmente, el plan era mudarse solo, pero pese a que tiene una jornada laboral de tiempo completo en una agencia de publicidad, concluyó que no podría afrontar todos los gastos por su cuenta y decidió irse a vivir con su primo, de 22 años. “Ante la falta de opciones que nos cerraran, empezamos a averiguar por alquileres temporarios para irnos mientras esperábamos que apareciera algo definitivo”, explica el joven a LA NACION.
En sus pocos momentos libres y durante los fines de semana, investigaba todos los portales. “Además, difundimos la búsqueda en redes sociales y a través de mensajes a conocidos”, agrega. “Nada de lo que veíamos se ajustaba a nuestro bolsillo. No nos cerraba el precio al sumar alquiler, expensas, servicios y tener en cuenta los gastos diarios”, sostiene. “Se hizo cuesta arriba. Hoy es muy difícil mudarse solo, incluso teniendo un sueldo que supera el salario mínimo”, lamenta el joven.
Joaquín, de 23 años, vive con su primo y la novia, que a la vez es su amiga. Hace un par de meses se mudaron a un PH en la zona de Villa Crespo, impulsados por las ganas de irse del hogar familiar y la necesidad de compartir los costos con otras personas. “Tenemos un papel en el que anotamos lo que gastó cada uno y, a fin de mes, hacemos el cálculo para ver que haya sido equitativo. La diferencia de lo que no aportó uno va a un fondo común que usamos para compras de almacén y verdulería”, explica a LA NACION.
¿Cómo es convivir con amigos?
Según la encuesta de ZonaProp, el 31% de quienes viven actualmente junto a un amigo considera primordial poder definir las pautas de convivencia desde el comienzo. En tanto, el 21% destaca la confianza y la buena comunicación por encima de las reglas explícitas. Es el caso de Marcos, de 28 años, que alquila junto a tres amigos una casa en Temperley, en el sur del conurbano bonaerense. Se mudaron hace tres años, con la convicción de que sería una linda experiencia compartida y, además, con la certeza de que sería más fácil costear los gastos entre varios.
En la casa no hay pautas a seguir. “Todo se conversa a medida que va surgiendo. Quizás la única condición que hay es implícita e implica que el que cocina no tiene que lavar los platos. El resto se va hablando”, cuenta este medio. Por su parte, Andrea, de 24 años, vive con una amiga de la misma edad en un departamento en Caballito, adonde se mudaron en diciembre de 2020. “Hay reglas porque sino no funcionaría”, dice la joven entre risas. “Algunas son explícitas, pero también somos flexibles y, además, estamos en la misma etapa de la vida”, agrega.
Consultado sobre la posibilidad de que la amistad se rompa como consecuencia de la convivencia, Joaquín reflexiona: “No creo. Lo que sí sucede es que cambia la dinámica de la relación, porque ahora hay otro vínculo, otra atadura. Uno empieza a entender otras cosas, ya que deja de ver a la persona solo en situaciones lúdicas”. Por último, asegura que la peor parte de vivir con amigos es a su vez la mejor y tiene que ver con que suelen ser pocas las oportunidades para estar en soledad.
En el mismo sentido se manifiestan Eduardo y Guido, de 25 años. El primero vive con dos amigos en un departamento de tres ambientes ubicado en Recoleta y el segundo en una casa en zona Norte, también con amigos. En ambos casas, usan la misma aplicación para dividir equitativamente los gastos. Y consideran que ninguna situación hogareña lograría romper la amistad.
“Compartimos muchos códigos y todo se resuelve hablando. Cada uno pensará de una manera distinta, pero un problema en la casa jamás rompería la amistad”, asegura Eduardo. Al igual que para Joaquín y Guido, lo mejor de vivir con amigos es que “siempre hay movimiento”, lo que es, a su vez, lo más complejo. “Hay momentos en los que uno quiere estar solo y hacer las cosas como le gustan, pero en una casa compartida no se puede”, indica.
La utopía de la casa propia
Los créditos hipotecarios son una de las herramientas más comunes y extendidas en la mayoría de los países del mundo para promover el acceso a la vivienda propia. En la Argentina, las crisis, devaluaciones y la alta inflación estructural hicieron inviable la financiación a largo plazo. Según un informe de Reporte Inmobiliario, en la ciudad de Buenos Aires, la cuota a pagar por un crédito por la financiación del 80% del precio de un departamento usado de dos ambientes es más alta que el ingreso total de un trabajador registrado, considerando incluso el proporcional de adicionales, vacaciones y aguinaldo.
Los datos corresponden a mayo y arrojan que, acceder a un crédito de $10,35 millones para la compra de una unidad de 42 m² exige el pago de una cuota inicial de $87.364. A su vez, el valor de la hipoteca sobrepasa en $1415 la remuneración bruta promedio registrada (tomando un sueldo de $85.949) y requiere contar, además, con otros $2,6 millones de pesos -como mínimo- para sumar el 20% que el banco no financia y alrededor de otro millón adicional para cubrir honorarios de comercialización y escrituras.
Según resalta Germán Gómez Picasso, fundador de Reporte Inmobiliario, la mayor parte de la población joven ingresa al mercado de compraventa cuando “lo que pagan de alquiler se parece a una cuota hipotecaria”, pero cuando no existe esa posibilidad, las opciones se reducen a ahorros, una herencia o la ayuda de los padres. Eso es lo que arrojan los testimonios de la mayoría de los jóvenes consultados por LA NACION.
¿Acceder a una casa propia?
Manuel, de 29 años, trabaja en una empresa nacional y vive junto a su mamá en una casa de la que son dueños. A futuro, no proyecta adquirir un inmueble porque imagina que eso sería “imposible”. Nunca averiguó por la posibilidad de obtener un crédito hipotecario y considera que la única manera de acceder a una vivienda propia es por herencia.
Algo parecido piensa Clara, de 24 años, estudiante de psicología que trabaja como investigadora en una ONG. “No me planteo acceder a una casa propia por ahora, pero sé que si lo hago, será una herencia. Por esfuerzo propio no creo llegar. Tal vez en algún momento surjan créditos, pero creo que será difícil acceder”, asegura. En su caso, se imagina viviendo con amigos o en pareja.
También Delfina, de 23 años, se imagina que, cuando se vaya del hogar familiar, lo hará para vivir con amigos. “Dentro de 10 o 15 años me veo alquilando, pero nunca sola. Proyecto acceder a una casa propia, pero soy consciente de las dificultades financieras para llegar a esto”, plantea la joven estudiante de arquitectura. “Si llego a ser propietaria algún día es porque mis papás me ayudarían bastante para comprar”, agrega y dice que nunca averiguó sobre la posibilidad de acceder a un crédito porque le genera “desconfianza”.
Bárbara, de 32 años, es profesora de yoga y vive en una casa alquilada en Chacarita junto a tres amigas más. El día de mañana, espera poder comprar su propia vivienda, aunque no cree que vaya a poder hacerlo en la ciudad. “La realidad a largo plazo es seguir alquilando, sobre todo porque hay leyes que amparan a los inquilinos. No veo que hoy haya otra forma de acceder a una casa”, dice.
También Alan, de 30 años, forma parte del porcentaje de jóvenes que se fueron del hogar familiar para vivir con amigos. El joven médico vive en un PH en CABA. “Nunca averigüé por créditos hipotecarios. Por el momento no me interesa porque no sería la primera opción que consideraría en caso de querer acceder a una vivienda. El país es muy fluctuante y meterte en un crédito es un dolor de cabeza”, sostiene.
Lucía, una abogada de 24 años, vive en una casa junto a su familia y sí está interesada en acceder a un crédito hipotecario. “Averigüé varias veces por los del Banco Provincia y Nación, pero para poder acceder te piden mínimo la mitad del valor de la vivienda en ahorros y para otorgarte un crédito por la parte restante del valor de la vivienda, te solicitan ingresos mensuales que son casi imposibles para una persona con menos de 10 años de antigüedad en un trabajo”, explica. “Me interesa porque es la única esperanza que tengo para poder acceder en algún momento a la vivienda propia. Por el momento, proyecto vivir en un lugar alquilado y con mi pareja”, completa.
En el mismo sentido, Laura, una biotecnóloga de 29 años, cuenta que consideró en varias oportunidades la posibilidad de acceder a un crédito. Actualmente, vive en un departamento en CABA junto a su pareja y, a futuro, proyecta comprar una casa o un terreno para construir. “Todo el tiempo averiguamos para acceder a créditos, pero los que hay actualmente son imposibles para el sueldo promedio de dos personas. Nos presentamos a un Procrear de construcción y no salió. Nos quisimos presentar a otros, pero los requisitos son muy restrictivos”, expresa.
De los testimonios de los 13 jóvenes consultados se desprende que acceder a una vivienda propia, incluso a futuro, es una opción que muy pocos se atreven a considerar. Entre la ausencia de créditos y en medio de un mercado de alquileres que se encuentra distorsionado, las opciones para este segmento de la población son cada vez menos.
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