Convencidos de que la decisión no afectará la relación, el 52% asegura que lo haría; qué piensan y cómo se organizan los protagonistas de una generación a la que cada vez le resulta más difícil irse del hogar familiar
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Para algunos es la máxima aspiración y para otros, aunque no es lo mejor, es la única forma de irse de la casa de los padres. Sea por el motivo que sea, vivir con amigos es una tendencia que cobra peso entre los jóvenes argentinos. Aunque es bajo el porcentaje de quienes efectivamente lo practican actualmente, más de la mitad afirma que lo haría. En un contexto en el que la idea de la casa propia está cada vez más lejos y el precio de los alquileres no encuentra el techo, mudarse con amigos se perfila como una opción interesante, con sus beneficios y también sus complejidades.
Según un estudio regional realizado por ZonaProp en el marco del Día del Amigo, que se celebra este martes, el 9% de los argentinos vive con un amigo. Sin embargo, si se observa lo que sucede en el grupo de jóvenes de entre 18 y 30 años, ese porcentaje asciende al 17%. De esa población, el 52% asegura que se mudaría con uno y el 48% restante mantiene la decisión de no residir bajo el mismo techo con quien comparte una relación de este tipo.
Dentro del porcentaje de aquellos que no se mudarían con amigos, el 44% dice que no lo haría porque prefiere vivir solo y el 36%, porque considera mejor compartir el hogar con su pareja. A un 23% le preocupa tener conflictos que puedan terminar con la amistad y un 12% manifiesta que la decisión tiene que ver con las diferencias en las rutinas.
Sin embargo, la tendencia respecto a este modo de vivir en compañía es positiva: las nuevas generaciones creen que la convivencia no es capaz de deteriorar la amistad (52%). Sin embargo, una amplia mayoría de este grupo etario (83%) anhela con independizarse y poder vivir sola en un futuro; un 11% lo considera como opción y un 6% directamente no lo evalúa.
Las claves para vivir con amigos
Limpieza, gastos y visitas: sobre esos tres ejes se estructura la convivencia de quienes viven con amigos. Andrea, de 24 años, vive con una amiga de la misma edad en un departamento en Caballito, adonde se mudaron en diciembre de 2020. “Hay reglas porque sino no funcionaría”, cuenta la joven entre risas a LA NACION. “Algunas son explícitas, pero también somos flexibles y, además, estamos en la misma etapa de la vida”, agrega.
Al vivir en un departamento que es propiedad de la familia de una de ellas, no tienen que pagar alquiler, solo expensas, servicios y lo que demande el día a día. Todos los gastos se dividen entre las dos, con excepción de ciertos alimentos que una de las dos no consume y que no se anotan en la cuenta compartida. En cuanto a las reglas, Andrea indica: “Tienen que ver con la limpieza y con el hecho de cuándo podemos invitar gente y cuándo no. Si tengo que rendir un examen, prefiero que la noche anterior no venga nadie, por ejemplo”. A la joven no le preocupa que suceda algo que “rompa” la amistad. “Nos mudamos juntas porque somos parecidas y podemos sortear las dificultades”, expresa.
Según la encuesta de ZonaProp, el 31% de quienes viven actualmente junto a un amigo considera primordial poder definir las pautas de convivencia desde el comienzo. En tanto, el 21% destaca la confianza y la buena comunicación por encima de las reglas explícitas. Es el caso de Marcos, de 28 años, que alquila junto a tres amigos una casa en Temperley, en el sur del conurbano bonaerense. Se mudaron hace tres años, con la convicción de que sería una linda experiencia compartida y, además, con la certeza de que sería más fácil costear los gastos entre varios.
En la casa no hay reglas. “Todo se conversa a medida que va surgiendo. Quizás la única condición que hay es implícita e implica que el que cocina no tiene que lavar los platos. El resto se va hablando”, cuenta. Al joven tampoco le preocupa que suceda algo tenga un impacto negativo en la relación. Para él, lo mejor de compartir el hogar con amigos es estar siempre acompañado. “Además, es muy divertido”, asegura.
De la encuesta se desprende que, para un 9%, el respeto por la privacidad es una condición fundamental para la buena convivencia, mientras que otro 9% asegura que mantener la limpieza del hogar y repartir las tareas equitativamente también colabora. Un 8% resalta como importante el respeto por los tiempos y horarios del otro, un 6% la división de los gastos por igual y un 5% la no exaltación frente a situaciones molestas que puedan generar conflictos.
Joaquín, de 23 años, vive con su primo y la novia, que a la vez es su amiga. Hace un par de meses se mudaron a un PH en la zona de Villa Crespo, impulsados por las ganas de irse del hogar familiar y la necesidad de compartir los costos con otras personas. “Tenemos un papel en el que anotamos lo que gastó cada uno y, a fin de mes, hacemos el cálculo para ver que haya sido equitativo. La diferencia de lo que no aportó uno va a un fondo común que usamos para compras de almacén y verdulería”, explica.
Consultado sobre la posibilidad de que la amistad se rompa como consecuencia de la convivencia, reflexiona: “No creo. Lo que sí sucede es que cambia la dinámica de la relación, porque ahora hay otro vínculo, otra atadura. Uno empieza a entender otras cosas, ya que deja de ver a la persona solo en situaciones lúdicas”. Por último, asegura que la peor parte de vivir con amigos es a su vez la mejor y tiene que ver con que suelen ser pocas las oportunidades para estar en soledad.
En el mismo sentido se manifiestan Eduardo y Guido, de 25 años. El primero vive con dos amigos en un departamento de tres ambientes ubicado en Recoleta y el segundo en una casa en zona norte. Todos los gastos se dividen equitativamente a través de una aplicación. En ambos casos, había una relación preexistente de muchos años, por lo que consideran que ninguna situación hogareña lograría romper la amistad.
“Compartimos muchos códigos y todo se resuelve hablando. Cada uno pensará de una manera distinta, pero un problema en la casa jamás rompería la amistad”, asegura Eduardo. Al igual que para Joaquín y Guido, lo mejor de vivir con amigos es que “siempre hay movimiento”, lo que es, a su vez, lo más complejo. “Hay momentos en los que uno quiere estar solo y hacer las cosas como le gustan, pero en una casa compartida no se puede”, indica.
¿Vale replantearse la decisión de vivir con amigos? Según el estudio de ZonaProp, un 55% de quienes actualmente conviven con uno sí lo hicieron, mientras que un 45% dice que no. En la Argentina, el 43% de los que sí lo hicieron indican que es porque consideraron mudarse solos, mientras que un 21% confiesa que se debe a que tuvo varios conflictos. Un 12% lo vincula con que le costó ponerse de acuerdo con las tareas del hogar y un 10% porque consideró mudarse con su pareja.
La falta de acceso a crédito y el precio de los alquileres motivan la decisión
Irse de la casa de los padres es un sueño que cada vez está más lejos para los jóvenes de entre 18 y 30 años. Mientras que los precios de los alquileres no paran de aumentar, la caída del ingreso real en términos de compra inmobiliaria y la inestabilidad macroeconómica del país, se suman a que, actualmente, el crédito hipotecario es una opción prácticamente inexistente para el acceso a la vivienda. En este contexto, para las personas de entre 18 y 30 años, acceder a una propiedad es directamente una utopía.
Germán Gómez Picasso, fundador de Reporte Inmobiliario, resalta que la mayor parte de esa población ingresa al mercado de compraventa de propiedades cuando “lo que paga de alquiler se parece a una cuota hipotecaria”, pero cuando no existe esa posibilidad, las opciones se reducen a ahorros, una herencia o la ayuda de los padres.
Según un informe de Reporte Inmobiliario, en la ciudad de Buenos Aires, la cuota a pagar por un crédito hipotecario por la financiación del 80% del precio de un departamento usado de dos ambientes es más alta que el ingreso total de un trabajador registrado, considerando incluso el proporcional de adicionales, vacaciones y aguinaldo.
Los datos corresponden a mayo y arrojan que, acceder a un crédito de $10,35 millones para la compra de una unidad de 42 m² exige el pago de una cuota inicial de $87.364. A su vez, el valor de la hipoteca sobrepasa en $1415 la remuneración bruta promedio registrada (tomando un sueldo de $85.949) y requiere contar, además, con otros $2,6 millones de pesos -como mínimo- para sumar el 20% que el banco no financia y alrededor de otro millón adicional para cubrir honorarios de comercialización y escrituras.
El informe remarca otro dato inquietante: para acceder a ese crédito hace falta demostrar ingresos por casi $350.000 pesos mensuales, lo que implicaría nada menos que multiplicar por cuatro el salario promedio bruto registrado. Para los especialistas, el panorama no mejorará en el corto plazo. En este contexto, los alquileres en grupo perfilan como una opción cada vez más posible.
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